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Quince preguntas a Peñalosa sobre el metro



No voté por Enrique Peñalosa, no obstante había hecho el compromiso íntimo de que esperaría mucho tiempo antes de salir a cuestionar algún aspecto de su administración. Quería participar del nuevo ambiente que se respira en los medios de comunicación,tenía la ilusión de que Peñalosa saltaría por encima de la polarización que ha vivido la ciudad en los últimos tiempos y haría un gobierno sensato, aterrizado, gerencial.

Pero arrancando su mandato ha dicho cosas tan sorprendentes, tan contradictorias, tan carentes de sentido común, sobre el trascendental tema del metro, que me he atrevido a enhebrar una columna de interrogantes.

Hago memoria: durante dos años se hicieron estudios de ruta y suelos, estudios de demanda de pasajeros y estudios de ingeniería de detalle, a cargo de tres prestigiosas firmas internacionales, para definir que el metro, en su gran recorrido, sería subterráneo; que iría en forma de herradura arrancando de Bosa, buscando los cerros orientales por la avenida Primero de Mayo y tomando las carreras 13 y 11 para atravesar el centro y dirigirse a la calle 127 donde daría la vuelta hacia Suba y Engativá; que costaría, en su primera línea, hasta la 100, trece billones seiscientos cincuenta mil millones de pesos y de las arcas de la Nación saldría el 70 por ciento, mientras que el Distrito cubriría el 30 por ciento.

Se pagó por estos estudios la no despreciable suma de ciento treinta mil millones de pesos. Fueron avalados por el Banco Mundial (eventual fuente de crédito de la obra). Fueron aprobados por el gobierno nacional. Todo estaba listo para arrancar.

Pero ahora Peñalosa dice que el metro será en buena parte elevado, que saldrá de Mosquera y tomará la avenida Caracas para ir hacia el norte de la ciudad, que la primera línea será más corta y los costos serán mucho menores. Si entiendo bien, tenemos un metro completamente distinto diseñado por el doctor Enrique Peñalosa.

Y ahí empiezan mis preguntas:

¿En qué estudios se apoya el alcalde Peñalosa para tomar estas decisiones? O ¿es posible a puro ojo cambiar el tipo de metro que se va a poner en funcionamiento, el recorrido que va a realizar, las obras que es menester construir y los costos que va a acarrear? ¿Cuál es el verdadero impacto del alza del dólar en los costos de la obra? ¿Cuál es la posición del Banco Mundial frente a estos cambios? ¿Qué dice el gobierno nacional frente a ellos? ¿Con este cambio de perspectiva es serio anunciar que a final de este año se hará la contratación del metro?

¿Por qué arrancar de Mosquera y no de Bosa? ¿Cuál es la diferencia en la demanda de pasajeros en un lado y en el otro? ¿Dónde se ubicarán los talleres de trabajo en este nuevo trazado?

¿Por qué saturar la avenida Caracas con una línea de metro elevado y la ruta de TransMilenio? ¿Qué estudios de suelo se han hecho en la Caracas para definir el tipo de obras que son necesarias para soportar el peso de dos sistemas de transporte encima? ¿Cómo se hace para que siga funcionando TransMilenio por la Caracas mientras se construye por allí mismo el metro?

¿Por qué el ministro de Hacienda ha dicho que mantiene la cifra de 9,65 billones de aporte para la financiación si no hay claridad sobre los costos del nuevo metro? ¿Cómo hará el gobierno distrital para adelantar a la vez la construcción del metro y el ambicioso plan de las troncales de TransMilenio? ¿Cuál es la prioridad de Peñalosa: TransMilenio o metro?¿Por qué Peñalosa no se tomó el tiempo necesario para salir con cifras en la mano y argumentos creíbles a anunciar los cambios, en un proyecto que fue presentado hace unos meses por el presidente Santos como la mayor obra civil de toda la historia del país?

Si la decisión es abrir rápidamente la licitación, ¿por qué no se presenta al Concejo la iniciativa de constituir la empresa que habrá de hacer la contratación de las obras?

Sé que estas preguntas pueden resultar incómodas en un momento en el que la ciudad vive un nuevo aire y los medios de comunicación quieren mantener buena vibra en torno a la nueva administración. A mí también me gustaría tener la plena confianza de que el metro saldrá adelante.

En estos últimos años, oyendo las discusiones sobre movilidad en las grandes ciudades y leyendo a expertos de acá y de afuera, he comprendido que el metro por sí solo no es la solución del problema, pero es un complemento indispensable para encarar las demandas de transporte de una ciudad que roza los 8 millones de habitantes y que está cada día más trancada, más paralizada. De ahí mi preocupación por los anuncios y decisiones de Peñalosa en este primer mes de gobierno.

Tengo una preocupación adicional. Me pregunto si un nuevo aplazamiento del metro podría llevar al gobierno nacional a reorientar los recursos hacia las vías de Cuarta Generación o hacia otras infraestructuras en un momento que necesita con urgencia reactivar la economía e incentivar el empleo.

Columna de opinión publicada en Revista Semana


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