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La Bogotá segregada



A Enrique Peñalosa se le adjudica la frase “Bogotá no es para los que quieran vivir en ella sino para los que puedan”. Y es que el Plan de Desarrollo aprobado por el Concejo de la ciudad con las mayorías de la administración refleja que para los pobres cada vez será más difícil vivir en Bogotá.

Una vez se lee el Plan de Desarrollo aprobado por el Concejo, al menos surgen tres conclusiones. La primera es que el pilar fundamental de la administración de Peñalosa es la construcción de infraestructura urbana. Se trata de embellecer la ciudad, construir un sistema para la circulación de la población y mejorar equipamientos urbanos, todos ellos objetivos muy importantes, el problema es que esto se hace sacrificando los dineros en inversión social y dirigidos para atender población vulnerable. Si bien la administración de Peñalosa argumenta que estas obras impactan a la población vulnerable de forma positiva, lo cierto es que se sacrifican dineros importantes para la supervivencia y la vida digna de esta población como el Proyecto de Territorios Saludables que manejaba la Secretaría de Salud.

No se debe olvidar que para la administración Peñalosa la inversión social es populismo y es botar plata a la basura. Es decir, entregar subsidios como el mínimo vital a población que trabaja como celadores de edificios durante 16 horas, o crear las guarderías para que mujeres cabeza de familia que trabajan 18 horas al día o en la noche lleven a sus hijos es botar la plata.

La segunda conclusión es que el Plan de Desarrollo se encuentra desfinanciado por lo menos en 15 billones de pesos de los 96 billones que cuesta implementarlo en el cuatrienio. Ni las ventas de la ETB y TGI, una de las empresas más rentables de la ciudad, lograrán subsanar este déficit. La venta de ambas empresas en el mejor de los casos cubrirá 6 billones o 6,5 billones de pesos.

La tercera conclusión es que la Alcaldía estima aumentar el recaudo de dinero y lo hace bajo la figura de crear barreras o murallas entre diferentes grupos poblacionales. Es decir, si se tiene plata se puede disfrutar de algunos equipamientos de la ciudad; si no se tiene plata, no se puede disfrutar de estos equipamientos y, de hecho, se pondrán barreras de restricción para ingresar a algunas zonas de la ciudad. Por tanto, la intención de recaudar fondos, la des-financiación de los servicios sociales de la Alcaldía y un Plan de Desarrollo con tremendo déficit pueden traer consecuencias complicadas de equidad social.

Para ejemplificar esto último se podrán citar dos ejemplos. El primero son los famosos peajes urbanos. Se prevé montar estos por medio de alianzas público-privadas y se aspira a financiar nuevas vías. El debate es dónde se van a ubicar estos peajes y sobre todo a qué población es la que más va a impactar. Por ejemplo, la mayoría de los celadores de los edificios del norte de la ciudad viven en Soacha, Ciudad Bolívar, es decir, en las fronteras de la ciudad, algunos de ellos han comprado carros o motos para transportarse, esta sería la población más afectada. O por ejemplo, los acarreos que hacen algunas personas desde Corabastos para las tiendas alejadas de la ciudad. Por tanto, el debate de la ubicación de estos peajes se debe dar con estudios en mano sobre el impacto poblacional.

Otro de los temas son los pagos aprobados por servicios voluntarios, es decir, habilitar los vehículos matriculados en Bogotá, por medio de un pago anual, a la circulación en horarios de pico y placa. Los recursos anuales por estos recaudos significarían cerca de 200.000 millones de pesos adicionales. La administración de Peñalosa planea que estos recursos adicionales se invertirán en el trasporte público y que, además, estos pagos adicionales incentivarán el uso de este transporte público. Pero la realidad es bien distinta de las intenciones. En el Pan de Desarrollo de Bogotá no se plantea nada para mejorar la seguridad en el Sistema Público de Transporte, por ende el incentivo para los ciudadanos de utilizar el sistema es muy bajo; mientras sea incómodo e inseguro, quienes tienen oportunidad de no utilizarlo no lo harán. Al final de cuentas, los más pobres se verán obligados a utilizarlos y los acomodados económicamente seguirán moviéndose por los equipamientos más cómodos de la ciudad, tal como ha ocurrido hasta ahora.

El tema de la equidad, la inclusión social y la protección a los más vulnerables no se hace sólo mejorando equipamientos urbanos, aunque es algo importante, lo cierto es que en muchos casos no tiene un impacto inmediato sobre la calidad de vida de mucha población, el impacto es más a largo plazo. Mientras la ciudad no avance en el mejoramiento de la calidad de vida y el ingreso de los más pobres, medidas de este tipo serán verdaderos golpes a la aspiración de una ciudad más equitativa.

Ni más ni menos esto significa que la población que no pueda pagar será relegada por la lógica de la ciudad, es como crear una muralla que divide a ricos y pobres, pero sobre todo podría traer una segregación de la ciudad. Los temas de los peajes urbanos y el pago del pico y placa no se deben analizar de manera aislada, es cierto que en algunas ciudades, como Washington o Ciudad de México, se ha implementado, el asunto es que ante la reducción de beneficios para la población pobre o más vulnerable, todas estas medidas causarán una segregación de la ciudad.

Una famosa frase de García Márquez en el Otoño del Patriarcarevela lo que Peñalosa quería decir con su lema de campaña “recuperemos Bogotá”: “Ya lo verán –decía–, se volverán a repartir todo entre los curas, los gringos y los ricos, y nada para los pobres, por supuesto, porque esos estarán siempre tan jodidos que el día en que la mierda tenga algún valor, los pobres nacerán sin culo, ya lo verán, decía citando a alguien”. En todo caso, el actual alcalde nunca ha ocultado su perspectiva acerca de la política social, y es recordado por su frase “Bogotá no es para los que quieran vivir en ella, sino para los que puedan”.

Columna de opinión publicada en Semana.com


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