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Nada está ganado hasta que todo esté ganado



El plebiscito hay que ir como si nos estuviéramos jugando la vida. Como si fuera el acontecimiento más importante de toda la historia de Colombia. Para que la votación sea la más grande. Para que el Sí sea apoteósico. Nadie se puede confiar. Las encuestas dicen que la gente concurrirá a las urnas y dicen también que votará por el Sí. Es una primera manifestación de respaldo a estas largas y difíciles negociaciones.

Pero los enemigos de la paz son muchos, son poderosos, son persistentes, han logrado envenenar la memoria de un gran número de colombianos. No es fácil llegar con la paz al ser humano. La historia ha demostrado que es más fácil promover la guerra. La guerra le habla al corazón de la gente. A sus dolores, a sus odios, a sus venganzas. La paz es una creación cultural, un relato de convivencia, se trata de comprender la diferencia, de ceder algo, de entregar algo, la paz le habla a la razón.

En eso se ampara Uribe, en eso se ampara el procurador Ordóñez. Por eso no dan su brazo a torcer, por eso no han aceptado ninguna invitación a meterse en el proceso de paz. Tienen mensajes simples que llegan con facilidad a la gente. Confían en que al final prevalecerá la memoria del rencor. Tienen pruebas de la historia reciente para creerlo. Con la convocatoria a la destrucción militar de las guerrillas, Uribe ganó dos elecciones en primera vuelta y hubiera ganado una tercera si la Corte Constitucional no se le atraviesa. Está convencido de que esta será la oportunidad de demostrar una vez más su arraigo en la memoria de los colombianos, su gran arrastre en la opinión.

No solo quiere derrotar la paz firmada, también quiere derrotar a Santos, es el plato más apetecido, el de la venganza, la cachetada al traidor, al que ganó con sus votos y lo abandonó en la primera esquina. Es una motivación que no esconde. Por eso han sido inútiles los llamados a la grandeza que le hacen muchos de sus viejos amigos, que ahora ven una oportunidad para una paz negociada. Son ilusiones de gente bien intencionada que cree que hay un gran espacio en la política para el altruismo. Cuando el espacio para la bondad y para la filantropía en esta actividad es de verdad muy escaso, solo excepcional, en seres excepcionales.

Ya ven, todas estas líneas son muy emocionales. Porque a mí se me va el alma en esto. Porque viví la guerra, vi morir a mis amigos en ella, sentí el pavor de las balas y de las bombas. Porque juré que dedicaría mi vida a luchar para que mis hijos y mis nietos y los hijos y los nietos de todos los colombianos no tuvieran que ir a la guerra.

Pero ni la firma de la paz con las Farc, ni el plebiscito, ni la culminación del proceso con el ELN, ni la exploración de una posible negociación de los asuntos de justicia con los otros grupos ilegales organizados, que son las cosas que faltan para redondear el inicio de la reconciliación, el punto cero, se hacen solo a golpes de emoción. Hay cálculos de por medio. Decisiones estratégicas tomadas.

Santos decidió entregarles a los liberales las riendas de la paz con las Farc. La cabeza de la mesa en La Habana, la jefatura del posconflicto, el liderazgo del plebiscito. Así es la cosa. Nadie se puede llamar a engaños. Pero los demás partidos y grupos sociales, incluidas las Farc ahora en transición, en vez de refunfuñar, tienen que plantearle al gobierno una sana, pero ambiciosa competencia. Tienen que salir a la calle no solo a derrotar a los enemigos de la paz, sino también a ganar el liderazgo de la reconciliación.

Quizás haya una forma de medir el compromiso de todos los partidos con la paz. Qué tal si en el plebiscito los votantes dan cuenta también del partido de su preferencia. Si marcan el Sí o el No y a la vez señalan su adscripción o simpatía política. Eso sería un estímulo enorme para que todo el mundo se la juegue, incluso los independientes, los sin partido, que podrán acrecentar la votación sin comprometer su militancia. Eso llevaría a que cada partido o grupo social tenga una estrategia propia. Santos que tenga la suya.

Nada está ganado hasta que todo esté ganado tendría que ser la consigna hasta la votación masiva por el Sí, y también hasta sacar adelante las negociaciones con el ELN y una alternativa que ofrezca incentivos para que los demás grupos organizados al margen de la ley tengan también su juego ante la justicia.

¡Pongan cuidado lectores de esta columna! El proceso de paz tiene tres fases: la exploración, la negociación y el posconflicto. Estamos apenas culminando la fase de negociación con las Farc, la de exploración con el ELN y aún no se han empezado contactos oficiales con los demás grupos. Falta mucho. Pero estamos obligados a culminar la tarea dure el tiempo que dure.

Columna de opinión publicada en Revista Semana


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