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Voto en plebiscito no liga ni con Santos ni con Uribe



Hace dos semanas, los resultados de dos encuestas nos pegaron un impresionante susto a quienes promovemos el Sí a la paz. La de Ipsos Napoleón Franco decía que el 50 por ciento de los colombianos estaba por el No y solo el 39 estaba por el Sí. La de Datexco señalaba que el 34,3 por ciento optaba por el No y el 31,3 por ciento por el Sí.

Esos resultados contradecían ampliamente la tendencia que habían registrado los sondeos de opinión de la mayoría de las firmas a lo largo del año.

Pero la encuesta de Invamer Gallup, divulgada el jueves pasado, arrojó que el 67,5 por ciento votaría el Sí y apenas el 32,5 por ciento votaría No. Los resultados de esta nueva consulta de Invamer se parecen mucho a los que venían registrando los sondeos desde finales del año 2015 que mostraban siempre algo muy extraño y muy especial: los colombianos separamos la decisión sobre la paz de las preferencias por los líderes políticos, el Congreso, los partidos y las Farc.

El caso más patente es el de Santos y Uribe. El Sí duplica al No, pero Santos, que es el principal abanderado del voto favorable a los acuerdos de paz, registra una aprobación del 30,7 por ciento contra una desaprobación del 65,1 por ciento. En cambio, el expresidente Uribe que pierde sin atenuantes en su empeño de lograr el No a los acuerdos recibe una aprobación del 60 por ciento para su imagen.

También, a la vez que los colombianos le dan un amplio respaldo a los acuerdos de La Habana en la eventualidad de que el plebiscito se realizara este domingo, expresan un enorme rechazo al Congreso que tiene un 56,1 por ciento de imagen desfavorable, a los partidos políticos que son mal vistos por el 67,5 por ciento de los encuestados y a las Farc que arrastran una desfavorabilidad del 85,8 por ciento.

De estos datos saco una gran conclusión: el surgimiento de una ambiciosa campaña para respaldar la paz desde la sociedad civil, alejada del gobierno, de los partidos políticos, del Congreso y de las Farc, fortalecería la inclinación de la ciudadanía a votar por el Sí y evitaría una sorpresiva votación por el No. El país necesita una ola ciudadana por el Sí. Una red social gigante que deje oír la voz de los jóvenes, de la gente del común, de los sin partido, de los independientes, de los que no tienen sus ojos puestos en las candidaturas de 2018. Un movimiento social sin pretensiones de postular candidatos a las próximas elecciones, concentrado solamente en sacar adelante el Sí a la paz.

Esa campaña ciudadana se ocuparía de contarles a los colombianos que el 90 por ciento de los acuerdos de La Habana se refieren a beneficios para el país: reforma rural integral para favorecer a los campesinos, reforma política para limpiar las elecciones y ampliar la democracia, estrategia y plan contra el narcotráfico que tanto daño le ha hecho a Colombia, reparación para los 7 millones de víctimas que ha dejado este doloroso conflicto.

Explicar que solo el 10 por ciento se refiere a las Farc, a sus compromisos de verdad y justicia que implican penas con restricción de libertad, a su participación en la vida política sin armas y a su reintegración a la vida civil. Que esos dos puntos sobre los que ponen el ojo el uribismo y las encuestas para exigir cárcel y no participación política son apenas una porción pequeña de los acuerdos, y la intención de esta corriente política es echar al suelo toda la paz utilizando el rechazo de una parte importante de la sociedad a las Farc.

Porque la Corte Constitucional no dejó ninguna duda sobre las implicaciones que tendrá el triunfo del No. La Sentencia C 379, sobre la regulación del plebiscito para la paz, dice de modo tajante:

“Asi´, en caso que el plebiscito sea aprobado, el efecto es la activacio´n de los diferentes mecanismos de implementacio´n del Acuerdo Final. Por lo tanto, el presidente podra´ ejecutar las acciones previstas para el efecto por el orden juri´dico, incluidas aquellas de promocio´n e iniciativa gubernamental respecto de otros poderes pu´blicos. En cambio, si el plebiscito no es aprobado, bien porque no se cumple con el umbral aprobatorio o cumplie´ndose los ciudadanos votan mayoritariamente por el ‘no’, el efecto es la imposibilidad juri´dica de implementar el Acuerdo Final, comprendido como una decisio´n de poli´tica pu´blica especi´fica y a cargo del gobernante”.

Es una mentira del tamaño del Empire State decir, como dice el uribismo, que el día después de que gane el No nada pasa, que en la Mesa de La Habana sigue y empieza la renegociación. Ese día todos los acuerdos quedan sin piso al ser rechazados por la voluntad popular, ninguno se puede implementar, ninguno es ninguno, empezando por el cese al fuego bilateral y definitivo de las hostilidades y la dejación de las armas, ese día la fuerza pública estaría en la obligación constitucional de atacar a las Farc y la guerrilla empezaría a huir y a defenderse. El conflicto armado se reanudará con mayor fuerza, como ocurrió cuando fracasaron las negociaciones del Caguán, como ha ocurrido siempre que se frustra un acuerdo de paz.

Columna de opinión publicada en Revista Semana


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