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El fondo y la solución de la crisis política en Colombia



La concesión del Premio Nobel de Paz al presidente Juan Manuel Santos, las multitudinarias marchas ciudadanas en apoyo al acuerdo de paz alcanzado entre las FARC y el Gobierno nacional, lo mismo que la disposición al dialogo y a la concertación que han mostrado Santos y el expresidente Uribe, han creado un ambiente de optimismo en el país y han dejado la sensación de que es posible avanzar hacia un gran pacto político nacional que incluya al Gobierno, a la oposición y a las FARC. Pero la concertación no es nada fácil, las diferencias son enormes y la pugnacidad de los últimos años no deja mucho espacio para los acuerdos.

El proceso de paz, las iniciativas de apertura política y modernización del campo, lo mismo que la adopción de una agenda progresista en el tratamiento a las minorías étnicas y sexuales, a los jóvenes y a la familia, abrieron una brecha profunda entre las élites políticas, económicas y religiosas de Colombia. Los momentos más dramáticos de esta ruptura se vivieron en la disputa electoral de 2014 y ahora en la realización del plebiscito.

El presidente Santos se la jugó a la paz y a estas iniciativas de modernización y logró aglutinar a su lado a la gran mayoría del establecimiento político y a toda la institucionalidad con excepción de la Procuraduría. Mención especial merece la cúpula de las fuerzas militares y de policía. Logró construir un acuerdo con la guerrilla de las FARC, la izquierda y la centro izquierda, también con las fuerzas sindicales y sociales. Conquistó el apoyo de la comunidad internacional. La expresión principal de este bloque político es el acuerdo de paz suscrito en la Habana. También decisiones como la unión entre personas del mismo sexo, el derecho de adopción para las parejas gay, la ley de reparación a las víctimas y la restitución de tierras, la lucha contra la discriminación de los jóvenes por razones étnicas o sexuales, los signos de apertura democrática.

Quedaron por fuera de estas alianzas y acuerdos y en contra de los cambios el expresidente Uribe y sus seguidores, sectores del Partido Conservador, la mayoría de las iglesias, el ELN y sectores empresariales como el grupo Ardila Lulle y la mayoría de los grandes dueños de la tierra.

Las ideas que mejor representan al conglomerado de fuerzas de la derecha están consignadas en el manifiesto de 68 puntos críticos al acuerdo de paz difundido por Álvaro Uribe en octubre de 2014 donde se va lanza en ristre contra las reformas que se esbozan en el texto de la Habana. Pero también en los discursos del exprocurador Ordóñez contra lo que el llama la “la ideología de género” que no es otra cosa que el reconocimiento a los derechos de las mujeres y de las minorías sexuales.

Esas fuerzas de oposición de derechas lograron ganar el plebiscito por un estrecho margen y con ese triunfo abrieron de nuevo la negociación de paz y cuestionaron a fondo la alianza que se había establecido en el segundo mandato de Santos. Se metieron otra vez en la discusión y en la definición del futuro del país con una propuesta de pacto nacional sobre la base de una renegociación de los acuerdos con las FARC.

Pero dada la condición presidencialista del régimen político colombiano y el limitado alcance jurídico que tiene el plebiscito Santos conserva intactas las facultades de ratificar el acuerdo de paz -no puede implementarlo por la vía que le había concedido el acto legislativo 01 del 7 de julio de 2016- pero puede mantenerlo y buscar otra forma de implementación. No obstante el triunfo del ‘no’ lo obliga a abrir las negociaciones con la oposición de derechas y no tiene otro camino que intentar un nuevo pacto, eso es lo que ha hecho desde el domingo 2 de octubre convocando las reuniones con los ex-presidentes Uribe y Pastrana, con las iglesias y con diferentes líderes empresariales, poniendo además un plazo tentativo de un mes, el 31 de octubre, día en que eventualmente terminará el cese de hostilidades.

La solución de la crisis tiene tres escenarios posibles. El primero, alcanzar en un gran pacto nacional sobre la base de que las FARC y los demás dolientes del acuerdo de paz, es decir, la izquierda, las minorías étnicas y sociales, las organizaciones campesinas y el conjunto de Fuerzas políticas que lo han apoyado, se avengan a una renegociación y en ese proceso encuentran puntos de consenso en torno a temas espinosos como el de justicia, participación política y la apertura democrática, la reforma y la modernización del capo colombiano con medidas a favor de los campesinos medios y pobres, el nuevo enfoque de la política antidrogas. Es el escenario ideal. El instrumento para sellar el pacto podría ser una Asamblea Constitucional.

El segundo, las FARC, la izquierda y las organizaciones sociales no admiten la renegociación del acuerdo o después de abierta esta negociación no encuentran puntos de consenso con al derecha y entonces Santos vuelve a la alianza con el uribismo, se recompone el consenso entre las élites, se rompe el acuerdo de paz y se reinicia el conflicto armado.

El tercero, después de unas semanas de negociaciones, se fracturan de nuevo los puentes de Santos con la derecha, se afianza el acuerdo de paz y se profundiza la alianza entre las élites políticas liberales, la izquierda y las organizaciones sociales. Así mismo se consolida el respaldo internacional a los acuerdos. Entonces Santos apela al Congreso de la República y tramita a través de este los acuerdos de paz.

El más improbable de estos escenarios es el gran pacto nacional, lo que está en juego es muy profundo, la polarización es enorme y la conciliación de las diferencias resulta muy difícil. Este escenario depende en gran parte de la disposición de las FARC para hacerle concesiones al uribismo en la renegociación del acuerdo. Le asigno un 20% por ciento de las posibilidades

El segundo escenario es el más triste y doloroso, significaría un retorno al espíritu del Frente Nacional y una reanudación de la confrontación armada con su estela de víctimas. Depende mucho de la actitud de las Fuerzas Armadas y de la comunidad internacional. Si estas fuerzas optan por presionar a Santos para que acoja los resultados estrechos del plebiscito y se disponga a revisar los acuerdos con las FARC es probable que Santos se amilane y retroceda hacia el estilo que antaño se denominaba “el canapé republicano”, los acuerdos por arriba para gobernar el país. Le asigno a este escenario un 40% de las posibilidades.

El tercer escenario es la persistencia de un bloque liberal y progresista que pone en el centro la paz y opta por impulsar cambios en la realidad nacional, depende en gran parte de la gestación de una gran movilización de la ciudadanía y de una decisión del ELN de incorporarse a esta alianza por las reformas y la paz. En todo caso el Premio Nobel de Paz que le acaban de conceder va en la dirección de comprometerlo aún más con la salida negociada. A este escenario le asigno también un 40% de las posibilidades.

El tiempo será también una variable importante en la configuración de uno u otro escenario. Es muy probable que la estrategia de Uribe sea dilatar la negociación para ir acercando las definiciones a las elecciones del 2018, desgastar los acuerdos entre Santos y las FARC mediante la prolongación de un cese a las hostilidades lleno de incidentes de violación y procurar porque se apague la incipiente movilización ciudadana. En cambio Santos tendería a poner el acelerador en la superación de la crisis optando rápidamente por uno de los escenarios.

Columna de opinión publicada en ElPaís.com


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