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El limbo en el que vive el Bajo Cauca

Por: Laura Alonso, Investigadora de la Línea Democracia y Gobernabilidad-Pares


Hace algunas semanas visité la región del Bajo Cauca, específicamente Tarazá, Caucasia y Cáceres. Desde 2015 he investigado la zona y nunca la había visto así: el panorama es desolador. Pude confirmar que los grupos armados aprovecharon la coyuntura del postconflicto y recuperaron territorios que habían dejado las FARC. En el Bajo Cauca nada ha cambiado a partir de la firma del Acuerdo. Las personas dicen que “aquí el acuerdo no sirvió, que de hecho, recrudeció la situación”.

Era claro que el Acuerdo de Paz contaba con amenazas latentes tales como: el narcotráfico, la disputa territorial, el abandono estatal. Sin embargo, el Estado no fue capaz de responder a dichas amenazas. En consecuencia, el Bajo Cauca continúa presentando dificultades para la implementación del acuerdo que se refleja en el aumento de asesinatos de defensores de derechos humanos, incluyendo a líderes sociales y comunitarios, disputa por el territorio y por el control tanto de la cadena de producción, como de la distribución de cocaína.

La región del Bajo Cauca tiene una serie de particularidades que explican esta situación: i) desatención estatal, escasa presencia institucional ii) inequidad social iii) grupos armados como: ELN, oficina de envigado y el Clan del Golfo (quienes están dominando el territorio, controlando el negocio del narcotráfico y las rentas ilegales); iv) los Caparrapos en el Bajo Cauca son herederos del paramilitarismo, han sido considerados una de las organizaciones mafiosas más poderosas de esa región v) la subregión del Bajo Cauca es un botín minero que produce altas rentas ilegales. Es decir, todos estos factores, hacen de esa región un fortín en disputa.

Foto: Tarazá, Antioquia/ Laura Alonso


Sumado a esto, la región ha sido por años territorio de los Suarez Mira, Julián Bedoya, Germán Hoyos, Luis Horacio Gallón, Eduardo Tous. Justo una semana antes de elecciones fue evidente como el territorio ha sido cooptado por los grupos políticos tradicionales. Sólo después de cuatro días en territorio, de ver el panorama electoral, era evidente el miedo, la violencia continua, y fue claro que en el Bajo Cauca quien gobierna, gobierna con la bendición de los grupos armados.

Como lo he mencionado, el panorama es desalentador, la falta de presencia estatal integral, zonas permeadas por los Grupos Armados Organizados (GAO), la desconfianza en la institucionalidad, el reacomodo de los nuevos grupos, y las demoras en la implementación del acuerdo, permitieron el ingreso de grupos ilegales y grupos criminales a las zonas, provocando un aumento de la violencia en el Bajo Cauca. Algo que me decía una de las personas del Bajo Cauca era que el Estado es coparticipe de todo lo que está sucediendo allá. En el territorio se habla de que, en promedio, hay un muerto por día. Las personas afirman que desde enero el territorio ha empezado a vivir el recrudecimiento de la violencia.

En los últimos días, los ataques indiscriminados se han incrementado: descuartizamientos, desapariciones, pero nadie habla sobre eso. A pesar de que, algunas personas se han encargado de trabajar en estrategias para reducir los espectros de violencia, construir territorio, contribuir a la reconciliación y a la construcción de paz por medio del arte y la cultura. Esto no ha sido suficiente.

Finalmente, y a raíz de los resultados del 11 de marzo de 2018, se espera que se haga realidad la apertura democrática, la inclusión política y participativa de los proyectos alternativos que se han mantenido relegados de su contribución en el régimen político colombiano. Y, no menos importante, que realmente se conviertan en el mecanismo de participación representativa para las regiones que han sufrido el rigor del conflicto armado en sus territorios.  A ver si avanzamos en este escalón pendiente, uno entre muchos más que tiene el camino hacia una democracia vigorosa y transparente, y más aún comprometerse a blindar estas organizaciones sociales de las dinámicas de la política tradicional y las maquinarias de los partidos.  La gran conclusión es que como lo afirmaron en el territorio “estamos estancados, en un limbo. Se ha ido desmayando la idea linda de que a Colombia llegaría la paz”.


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