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Gobierno y ELN, otra mesa, otra angustia

Foto El Tiempo


Fue una muy buena decisión sacar a la luz pública, a pocos días de las elecciones, las conversaciones exploratorias que adelantan el gobierno y el ELN. Óscar Iván Zuluaga salió a decir que era una utilización electorera de la paz. Sin duda, el anuncio tenía la intención de mostrar a Santos como el hombre capaz de llevar a las dos guerrillas a la desmovilización y el desarme y conseguir una paz estable y duradera. Pero el ELN tenía también el propósito de dejar servida la mesa por si ganaba Zuluaga, de modo que el nuevo gobierno tuviera que contar con estos diálogos.

Se supo que estas conversaciones venían de tiempo atrás y avanzaban lentamente. Al hacerlas públicas es muy posible que adquieran un ritmo distinto y eso, quizá, llevará a que en el año 2015 se cierre el conflicto armado y se inicie la tercera fase, la de cumplir los acuerdos y dar paso al posconflicto.

No será en todo caso fácil sostener por un tiempo dos mesas de negociación. Ya hemos visto los altibajos de la mesa de La Habana y las graves disputas que se han generado en el país con cada acuerdo que se logra con las Farc. El ELN suscita menos resistencias y genera menos polémicas, pero no por eso serán más sencillas las conversaciones. Hay temas duros como el de los recursos naturales. Esta guerrilla ha hecho del sabotaje a la industria petrolera y a la minería un arma política. Ha convertido en bandera propia los reclamos que las comunidades, los gobiernos locales y las organizaciones ambientalistas les hacen a las grandes empresas de la minería y el petróleo. Al tiempo ha hecho de la minería ilegal y del contrabando de gasolina una fuente de sus recursos económicos. Es probable que en algún momento lleven este tema a la mesa y la discusión será aún más espinosa que la generada alrededor de las zonas de reserva campesina en las negociaciones con las Farc. El gobierno y el ELN tienen, no obstante, la alternativa de convertir el debate sobre la minería y el petróleo en un gran diálogo nacional. Ahora sabemos que más del 60 por ciento de las protestas sociales que se han producido en los últimos tres años en el país han estado ligadas a las explotaciones mineras y petroleras; ahora sabemos de los graves problemas que tiene la legislación minera y las deficiencias inocultables que tiene la institucionalidad que regula la minería y el petróleo. Las negociaciones, con el ELN pueden ser una oportunidad para empujar un dialogo en toda la sociedad y construir un propósito nacional alrededor de la explotación de los recursos naturales. En este caso la mesa de conversaciones serviría para animar el diálogo y promover el encuentro entre el gobierno central, las empresas del sector, los sindicatos, las organizaciones no gubernamentales y los gobiernos locales. Un diálogo de cara al país, pero sobre todo de cara a las regiones que afrontan el reto de convertir la riqueza natural en riqueza productiva respetando los derechos sociales y ambientales inalienables de las actuales y futuras generaciones. Esta sería una iniciativa que le daría sentido al punto de participación de la sociedad que el gobierno y el ELN anunciaron como acuerdo en el comunicado conjunto que dieron a conocer el 10 de Junio. Pero sería algo más que eso, en realidad, respondería a una necesidad imperiosa del país que anda dando tumbos en la explotación de sus recursos naturales. Nota. Hay otro diálogo igual o más importante que el que adelanta el gobierno con las guerrillas. Es el diálogo entre las izquierdas y de las izquierdas con el presidente Santos. Ya nadie discute que líderes del Polo, de la Alianza Verde, de los Progresistas y de Compromiso Ciudadano, fueron decisivos para el triunfo electoral de Santos y deberían ser decisivos a la hora de establecer la agenda de reformas para los próximos cuatro años. Alrededor de la reforma profunda del campo colombiano, de la educación, de la salud y de las relaciones laborales, se tendría que establecer una conversación permanente entre las diversas corrientes independientes y de izquierda y al mismo tiempo empezar un diálogo con el presidente Santos y con el vicepresidente Germán Vargas Lleras. Se trata, como lo han dicho algunos de estos líderes, de hacer valer lo que se aportó en las urnas, sin perder la independencia y sin declinar la crítica.

Columna de opinión publicada en Semana.com


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