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¡Retrocedimos!



¡Retrocedimos! esa es la palabra para nombrar el ataque de las FARC en el Cauca y la muerte y las heridas a 31 soldados. Echó para atrás el desescalamiento del conflicto porque las FARC violaron el cese unilateral de hostilidades que habían decretado desde diciembre y Santos ordenó reanudar el bombardeo de campamentos y lugares de presencia de la guerrilla.

El dolor por la muerte de los compañeros de filas dio más alas a los sectores inconformes en las Fuerzas Militares. El respaldo creciente de la opinión pública al proceso de paz sufrió un golpe. Y las fuerzas de oposición al proceso de paz que estaban a la defensiva volvieron a tener un espacio enorme para las críticas.

Las FARC han dicho que se trató de una respuesta al asedio del Ejército en la zona y no de un plan ofensivo sobre los militares. La afirmación es cierta. Los mandos militares han reconocido que andaban en operaciones de búsqueda de guerrilleros en la zona desde hacía varias semanas y a la hora del ataque estaban en un momento de descanso. Pero aún con ese atenuante no deja de ser una violación a la tregua. Esta guerrilla había afrontado en otros lugares la presencia de las tropas oficiales eludiendo a toda costa el combate y esa era la conducta que debía seguir en el Cauca para cumplir los compromisos públicos que había adquirido.

También las FARC dijeron, un momento de la conversación con directores de medios de comunicación, la pasada semana, en La Habana, que desde el inicio de la tregua han muerto 20 guerrilleros a manos de las Fuerzas Militares. Lo decían para señalar el sacrificio que significaba para ellos el cese unilateral del fuego. Pero los jefes guerrilleros saben desde siempre que esos son los riesgos que se corren en este tipo de treguas.

Después de los hechos del Cauca se han oído diversas propuestas para reencauzar el proceso de paz. Muy pocos hablan ya de acabar con las conversaciones. Del lado del uribismo se dice que lo que procede es acordar la concentración de las FARC en un lugar mientras terminan las negociaciones. Del lado de la izquierda se pide un cese del fuego bilateral de inmediato. Y voceros del gobierno hablan de poner plazo a la firma del acuerdo y acelerar las conversaciones.

Ninguna de estas cosas es posible sino se encuentran fórmulas para resolver las diferencias en tres temas fundamentales: el tipo de justicia para aplicar a los involucrados en el conflicto armado, el mecanismo para refrendar los acuerdos después de firmados y las garantías para la acción política de los movimientos que surjan de la paz. Esas son hasta el momento las preocupaciones principales en la Mesa de La Habana.

Estos puntos tienen una relación estrecha y además están conectados con otros trascendentales como el cese del fuego, los protocolos para la dejación de las armas y la reintegración a la vida civil, lo mismo que la atención prioritaria a las víctimas con la verdad y la reparación.

Nada de esto se puede discutir por aparte. Por eso han transcurrido muchos meses sin que aparezca un acuerdo puntual sobre temas de la agenda para comunicar a la opinión pública. La discusión se está haciendo en subcomisiones y equipos. Por ejemplo, del cese al fuego bilateral y de las características del desarme y la desmovilización se ocupan los militares activos junto a Carlos Antonio Lozada y Joaquín Gómez por parte de las FARC. Pero poco se puede avanzar en este campo si no hay un salto en los acuerdos de justicia.

Hasta el momento las dos partes han sorteado los momentos difíciles con sensatez y paciencia. Quizás así suceda con el grave episodio del Cauca. Es muy probable que pasados unos días las aguas se calmen. Pero una racha de incidentes como este puede llevar a un retroceso mayor y el fantasma del Caguán siempre está ahí para asustarnos.

Talvez la única manera de acelerar las conversaciones es escoger los tres puntos más sensibles y preocupantes, los que alientan una mayor diferencia, para encontrarles solución aceptable para las partes. En esto es muy importante una intervención directa del presidente Santos y de Timochenko. Se necesita un empujón político de las personas que tienen toda la capacidad de decisión.

En el tema de justicia es crucial la Comisión de la Verdad que aparece en el texto que orientó la formación de la Comisión Histórica del Conflicto y las Víctimas. Esta institución ha sido clave en otros procesos de reconciliación. Dado que aparece como un mecanismo aceptado por las dos partes, la Mesa debería ocuparse inmediatamente de establecer su papel, su composición, su ámbito y su mandato.

Columna de Opinión publicada en Revista Semana


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