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No es una pelea entre buenos y malos



Pensé mucho en escribir esta columna, ya que el radicalismo a la hora de los análisis sobre Venezuela hace casi imposible una discusión seria, apaciguada y argumentada. Entre el año 2009 y 2011 lideré una investigación, junto a otras 13 personas, sobre la situación de la criminalidad en la frontera entre Colombia y Venezuela, al final se logró tener un análisis de cientos de páginas que daban cuenta de la compleja situación que se vivía en la zona fronteriza y en el vecino país. De allí salió el libro “La frontera caliente entre Colombia y Venezuela”. Desde ese momento, junto a un equipo de investigación liderado por León Valencia, comenzamos a hacerle seguimiento a la situación política de Venezuela, a las dinámicas criminales en la frontera y a las dinámicas sociales.

En Colombia sobre el tema de Venezuela, al menos, se pueden decir dos cosas. Por un lado, la versión que más le llega a la sociedad es la versión de la oposición, comúnmente en radio y televisión solo se entrevista a María Carina Machado, Capriles, Allup, entre otros. Pero poco se conoce la versión del oficialismo venezolano. Esto es producto de que los medios colombianos no se esfuerzan por tener la otra versión, lo que significa que hay una militancia periodística, y en otros casos nadie del oficialismo concede alguna entrevista.

Lo otro que en Colombia ronda sobre la situación en Venezuela es que se piensa que el problema en el vecino país es entre un gobierno autoritario y una oposición demócrata, o mejor entre autoritarismo y democracia. Pero la disputa en Venezuela es más compleja que eso. Que el gobierno de Maduro tenga comportamientos autoritarios nadie los discute y que la oposición este dividía y fragmentada y que lo que les importa es quien llega mejor acomodado para ser presidente tampoco. Pero lo que realmente se vive en Venezuela es una lucha de clases es sentido estricto. Por menos cayó Dilma en Brasil o Lugo en Paraguay en los denominados golpes legislativos y Maduro no ha caído y esto se debe a que existe un enfrentamiento entre una vieja élite huérfana del poder político y en gran parte económico y una nueva élite que se creó desde que Chávez asumió el poder, son conocidos como los Boliburgueses.

El Chavismo el hijo de la exclusión y empobrecimiento en el que la élite venezolana tradicional sumió al pueblo venezolano. Una pequeña élite que vivía de la renta petrolera dilapidó los recursos que dejaba la explotación petrolera. Esta élite los fines de semana viajaba a Miami a hacer las compras de la semana, presumían de su vida de ricos, mientras que millones de personas estaban en la absoluta pobreza. El Chavismo nació de esta exclusión.

Así después del golpe de Estado a principios de siglo y del denominado golpe petrolero un año después, lo que hizo el chavismo fue crear un estructura burocrática nueva, prácticamente barrió la vieja burocracia y creo una nueva estructura de funcionarios públicos. Obviamente sin mayor experiencia, lo cual a su vez llevó a una inoperancia del Estado. Es decir, hubo un vacío de poder en el funcionariado público venezolano, lo que trajo una crisis institucional y a sensación de ingobernabilidad que se vivó en el vecino país.

Igualmente bajo el Chavismo se creó una élite empresarial y comercial derivado de este cambio de poder que se presentó en los últimos años. Tanto la nueva burocracia como esta nueva élite incipiente económica no van a ceder el poder fácilmente. Igual se puede decir del poder político que creó el Chavismo alrededor del PSUV.

Por tanto, lo que se está dando es una lucha política entre una vieja élite corrupta, que no fue capaz de renovarse, de hecho, Ramos Allup era congresista desde la década de los noventas del siglo pasado y hoy es el presidente de la Asamblea Nacional y una nueva élite también con grados altos de corrupción y grados altos de ineficacia burocrática, pero nueva al fin al cabo. Que un conductor se bus sea presidente muestra que efectivamente si hubo un cambio en la estructura de poder político en Venezuela. Aquí en Colombia, por ejemplo, nunca un pobre podría llegar a ser presidente con el actual equilibrio de poder. Pero la lucha no es entre unos buenos y otros malos, o unos más demócratas que otros, es una lucha de clases, de dos bloques que se disputan el poder.

Columna de opinión publicada en Semana.com


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