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La paz se construye con líderes sociales y trabajo comunitario

Prólogo del libro Ustedes están locas, liderazgos que construyen paz en la comuna 18 de Cali, que cuenta la historia de los comedores comunitarios y los espacios protectores para la niñez de cuatro sectores de la comuna 18 de Cali –Alto Nápoles, El Árbol, La Cruz y La Arboleda-, por medio de testimonios de lideresas que estuvieron presentes desde el momento de su creación. Sus historias de vida ponen en evidencia que la intervención social de empresas y entidades públicas puede cambiar vidas y construir paz. El lanzamiento del libro se realizará el 10 de abril en Santiago de Cali.

Por: Alexander Riaño, Coordinador de la Línea Conflictos Asociados al Desarrollo-Pares


Estimado lector,

Para comenzar quisiera presentarle a las protagonistas de esta historia: a Maru (La hormiguita) una cantante y melómana del Cauca que no tiene pelos en la lengua; a Sandra, una trabajadora social en formación, una valiente que ve oportunidades en medio del infortunio y las dificultades; a Doña Carmen, una matrona que inspira respeto y que no tiene miedo a la hora de defender los intereses de su comunidad; y a Adriana (La chupita) oriunda de Quindio, una mujer trabajadora y emprendedora que se ha sobrepuesto al destierro, múltiples violencias y adversidades. Como ellas, miles de mujeres y hombres colombianos hacen su mejor esfuerzo por sobrellevar y transformar unas condiciones de vida marcadas por la violencia, la inequidad, y la exclusión.

El escenario es la comuna 18 de Cali, que comprende unos 20 barrios en los que viven  cerca de 60 mil habitantes, en su gran mayoría, en condiciones de pobreza y pobreza extrema. Entre 1985 y 2017, en promedio, por cada persona expulsada de Cali, llegaron 10 personas desplazadas provenientes de otras partes del departamento y del país. En general, la mayoría de los desplazados que llegaron provienen del Valle, de Cauca, y de Nariño y Putumayo. De acuerdo con la Red Nacional de Información, en la sucursal del cielo viven cerca de 150 mil víctimas del conflicto armado[1], muchas de ellas en los barrios informales y de invasión que se consolidan como cordones de miseria alrededor de grandes urbes. Se trata en gran medida de población afro, indígenas y campesinos que fueron obligados a ubicarse en la ciudad. El conflicto armado se concentró en ciertas regiones del país, pero los efectos de la violencia se viven en todo el territorio nacional.

Aunque con trayectorias personales, culturales y sociales distintas, estas mujeres comparten una historia de transformación individual, comunitaria y social que consideramos digna de contar, en tanto muestra que la paz se construye en el día a día, con los líderes y en los territorios. La migración obligada por la violencia; la pobreza y la vulnerabilidad como condiciones que parecen inevitables; el machismo; la falta de garantía de derechos fundamentales como la alimentación, el agua potable, la electrificación. Estos y muchos otros elementos son transversales al leer la historia de vida de estas mujeres. Sin embargo, encontramos en ellas un relato esperanzador, un relato que permite concluir que la clave de la paz se encuentra en la posibilidad de fomentar nuevos liderazgos y de fortalecer el tejido social como base de la acción colectiva.

Maru, Sandra, Doña Carmen y Adriana han liderado la construcción de comedores comunitarios y espacios protectores en los barrios El Árbol, Alto Nápoles, Alto de la Cruz y la Arboleda de la comuna 18, respectivamente. A partir de su iniciativa y con el apoyo de diversos actores, durante los últimos años han construído una alternativa comunitaria para superar problemas estructurales de su comunidad como el acceso a alimentación de niños y personas vulnerables, y la falta de entornos que protejan a los niños y en los cuales se transmitan valores escenciales para consolidar una sociedad pacífica como los derechos humanos, el autocuidado y el respeto por la diversidad. En últimas, el trabajo comunitario de estas increíbles mujeres termina siendo un mecanismo social para mitigar y superar condiciones de vulnerabilidad.

Martín Caparrós, un licenciado en historia y gran cronista argentino, escribió en 2014 un libro entero dedicado al hambre, señalando que se trata de un concepto con implicaciones profundas dependiendo del lugar social desde el cual se lee. Cuando se concibe desde el privilegio, el hambre es una condición fácilmente corregible por nuestros propios medios, una anécdota más de la cotidianidad. Cuando se lee desde la exclusión, el hambre es una condición estructural, permanente, que parece insuperable. De acuerdo con Caparrós, “[N]ada ha influido más en la historia de la humanidad. Ninguna enfermedad, ninguna guerra ha matado más gente. Todavía, ninguna plaga es tan letal y, al mismo tiempo, tan evitable como el hambre”. Así mismo, el autor aborda a través de la crónica y el ensayo personal otro concepto fundamental en el estudio de la pobreza, la idea de vulnerabilidad. Veamos:

Una lluvia que cae o no cae, unas langostas que pasan en mandada, un comerciante que acapara y aumenta son la diferencia entre la vida y la muerte. La riqueza es tener opciones, un cierto respaldo: no vivir siempre a punto del desastre. Moverse en un terreno ancho, donde hay incluso un lugar para caerse, donde incluso caído estas en algún lado; la miseria es vivir en un filo: cualquier caída es despeñarse. (Caparrós, 2014. Pág. 57)

Cómo veremos en las historias de vida que e las tareas urgentes que tenemos como sociedad es disminuir la vulnerabilidad entendida como la vida al filo de la navaja, es decir, una situación en la cual la más pequeña eventualidad se puede convertir en una tragedia por falta de alternativas: un accidente doméstico, la pérdida del trabajo, una enfermedad perfectamente tratable. Liderazgos como los que acá relatamos, son una de las claves para mitigar dicha condición de vulnerabilidad de millones de colombianos.

Hacer, construir y mantener: el liderazgo y el tejido social en el centro del cambio

En la prolífica y diversa literatura existente sobre conflictos armados y construcción de paz, se suele distinguir tres alcances que se le dan al concepto y que tienen implicaciones distintas. Por hacer la paz se entienden todos aquellos acuerdos mínimos necesarios entre el Estado, la sociedad y actores alzados en armas para terminar una confrontación armada y sus nefastas consecuencias. De otro lado, construir paz se entiende como un proceso amplio de transformación social y política orientado a superar las condiciones de exclusión y desigualdad, consolidar la presencia y capacidades del Estado, promover la participación y la apertura democrática, todo esto con el fin de superar en el proceso las causas estructurales y consecuencias que perpetuan ciclos de violencia. Finalmente, por mantener la paz, se entienden aquellas transformaciones culturales de largo aliento que promueven y aseguran una tramitación no violenta de los conflictos sociales.

Sobre lo primero, Colombia tiene una abultada hoja de vida y experiencia haciendo la paz. Hemos firmado acuerdos de desmovilización con múltiples guerrilas (Guerrillas liberales, el Quintín Lame, el M-19, el EPL, facciones del ELN, las FARC, las AUC). Con respecto a lo segundo, el país y las élites que lo han conducido durante toda su historia tienen una gran deuda. Sobre lo último, tenemos un gran camino por recorrer para reconciliarnos y voltear la página de la violencia en nuestra historia. Sin embargo, en una oportunidad sin precedentes (abierta por el Nobel de paz), la agenda de construcción de paz se ha instaurado en el imaginario colectivo como un imperativo social y como una prioridad de los territorios.

La violencia, como circulo vicioso, ha dejado en la sociedad colombiana múltiples consecuencias que a su vez se han convertido en causas que alimentan el conflicto colombiano. Quisiera referirme a tres de estas, que considero como retos fundamentales para el posconflicto: la primera es el resquebrajamiento del tejido social y las posibilidades de acción colectiva; la segunda ruptura del tejido económico y su traducción en una estructura de desigualdad, de exclusión social y territorial; la tercera es la exclusión política ha impedido un cambio en las élites nacionales y regionales que gobiernan el país.

La ruptura del tejido social ha sido una estrategia y una consecuencia de la guerra. Una estrategia porque la violencia (ejercida de manera indiscriminada o selectiva) permite desestructurar la resistencia social. A su vez, ha sido una consecuencia directa de la guerra pues cada asesinato, cada enfrentamiento, cada masacre, cada desplazamiento implica, por ejemplo, la desestructuración de unidades familiares, la ruptura procesos comunitarios y sociales construidos a través del tiempo, la destrucción de  redes de trabajo comunitarias que apuntan a objetivos colectivos como la garantía de seguridad alimentaria, la participación social en el gobierno local, el cuidado y conservación de los territorios.

A su vez, la guerra ha sido una excusa y un mecanismo para exacerbar y mantener inmensas e injustificables brechas sociales y territoriales. En particular, para la ruralidad del país y los entornos urbanos vulnerables la exclusión ha sido sistemática. La infraestructura vial y sanitaria, el acceso a bienes públicos, el acceso a derechos fundamentales, las posibilidades de empleo e ingreso, el cuidado de los niños y jóvenes son apenas una aspiración para los colombianos que viven en estas condiciones sociales inaceptables. Se trata de una realidad palpable en Cali, una de las 5 ciudadades más grandes del país en uno de los departamentos con mayor actividad empresarial y generación de riqueza en Colombia. Al dirigirse hacia la comuna 18, entiende uno que aun existen barreras invisibles que segregan a los más vulnerables: allí el transporte público de calidad sigue siendo un “privilegio” para la clase media, y en pleno siglo XXI, el acceso a agua potable sigue siendo un dolor de cabeza. Tal como señalan Óscar y Catalina en el ensayo que sigue a esta introducción: “En la comuna 18, sea invierno o verano, a causa del agua nunca se duerme tranquilo”.

Finalmente, la exclusión política ha sido otra de las causas y consecuencias de la guerra vivida en Colombia. En la democracia más estable de latinoamerica (que en palabras de Gutierrez Sanín es un Orangután con sacoleva) hemos sido testigos de magnicidios y genocidios políticos, aniquilamiento de líderes campesinos y una represión de la protesta social que se equipara con la establecida por las dictaduras del siglo XX en nuestro continente. Todo esto, sumado a la corrupción, el clientelismo y captura del Estado por parte de clanes políticos en las regiones, ha llevado a que la participación ciudadana se restrinja al ejercicio del voto en cada ciclo electoral. Así, hemos olvidado que la participación es un proceso activo en el cual los líderes sociales tienen la posibilidad de manifestar su voz a la hora de construir e implementar las políticas públicas o para hacer seguimiento y veeduría a las acciones del Estado en sus distintos niveles.

Bajo este contexto, y a partir de las historias de vida de las lideresas de la comuna 18 de Cali, queremos mostrar por qué la promoción y fortalecimiento de liderazgos, junto con la reconstrucción del tejido social en los territorios, son condiciones necesarias para construir una sociedad más justa en Colombia, es decir, para construir paz.

Ser lider, una profesión de alto riesgo

En una sociedad con grandes inequidades sociales y regionales, con una democracia precarizada y mediada por el clientelismo y la corrupción (que genera clanes políticos perpetuados en el poder), con presencia y capacidad diferenciada del Estado en los territorios, y con la violencia como mecanismo de control social por parte de élites aliadas con la criminalidad, ser un líder social en colombia es una actividad con altísimos riesgos.

En una de esas paradojas constantes en las cuales se mueve la sociedad colombiana, el país vive uno de los momentos con menor violencia homicida en su historia. La tasa de homicidios hoy, es la más baja en las últimas tres décadas. Vamos desmostando la violencia estructural. Sin embargo, desde que se iniciaron las negociaciones de paz con las FARC, han aumentado los asesinatos de líderes sociales en el país. De acuerdo con la información de Paz & Reconciliación, mientras que en 2012 las organizaciones sociales advertían del asesinato de 69 líderes, para 2017 la cifra alcanzó los 102 casos de homicidio. Desde que se firmaron los acuerdos de paz con la guerrilla, la Fundación ha documentado más de 400 agresiones, de las cuales 137 fueron homicidios, 200 fueron amenazas y cerca de 50 atentados[2].

Se trata del peor atentado que puede cometerse contra nuestra democracia. Son los líderes en los territorios los que asumen como propias las luchas de toda una comunidad, que reivindican los derechos humanos como principio ético y como mecanismo de defensa ante los abusos. Están asesinando a quienes promueven valores y respeto por el medio ambiente, a quienes reclaman la restitución de tierras luego de una guerra organizada alrededor del despojo, a quienes se atreven a desafiar a la ilegalidad, están asesinando a quienes logran organizar y coordinar los territorios y las comunidades en torno a la defensa de sus intereses y derechos. Sin ellos, no podemos aspirar a un país más equitativo, a una democracia verdaderamente incluyente, ellos son los paladines del cambio social.

En este libro, hemos querido cambiar el centro de atención. Entendiendo y denunciando la compleja realidad de violencia sistemática contra los líderes sociales en el país, decidimos concentrarnos en mostrar una situación más relevante: ¿qué es lo que hacen los líderes para transformar sus vidas, sus entornos y su comunidad?. A partir de las historias de Sandra, Maru, Adriana y Doña Carmen, esperamos mostrar la manera en que los entornos vulnerables se transforman a partir del trabajo en equipo de líderes que piensan y actuan en función de sus comunidades y las problemáticas que enfrentan.

En sus relatos de vida, estas mujeres nos cuentan una parte de la historia del país y las características de nuestra sociedad. Historias de violencia por el conflicto armado, de violencia sexual, de exclusión social, de jóvenes sin experiencias de juventud, de migraciones forzadas (por la violencia o por la exclusión y la precariedad de las condiciones de vida), de acceso a derechos, de presencia y acompañamiento del Estado. Sobre las imágenes que construyen sus narrativas, aprendemos que los liderazgos no son innatos sino que se construyen a partir de la generación de capacidades en los individuos.

Detrás de cada individuo que asume un papel protagónico en su comunidad, hay una historia que vale la pena ser contada y que deja muchas lecciones al transformar la sociedad. Esperamos que al conocer las historias de estas cuatro mujeres, el lector entienda con mayor detalle el por qué son tan importantes los líderes para nuestra sociedad.

Una apuesta por la interdisciplinariedad y por otras narrativas

El camino que lleva a esta publicación es largo y quiero pensarlo como el resultado de numerosas y afortunadas coincidencias. Primero, la conformación de un gran equipo de profesionales de las ciencias sociales y económicas interesado en explorar nuevas formas de investigar y de contar a través de la narrativa y la fotografía. Sin duda alguna, el libro es resultado de un esfuerzo colectivo que combinó los saberes y habilidades de un grupo diverso de personas –y personalidades– para poder realizar la investigación, establecer alianzas y construir confianza entre los actores que han hecho parte de este proceso.

Nada de esto habría sido posible sin el financiamiento y apoyo de la embajada del Reino Unido en Colombia, quienes han creído en la Fundación Paz & Reconciliación, y en la capacidad de su equipo para construir, visibilizar y movilizar una agenda de construcción de paz para el sector empresarial colombiano. Con este objetivo elaboramos una guía que se posicionó como referente importante; construimos alianzas con organizaciones sociales, empresas, universidades e instituciones del gobierno nacional; construimos suplementos específicos para sector minero-energético y sector turismo; diseñamos rutas de implementación en temas socio-económicos y de tejido social; y también logramos conocer, acompañar y visibilizar la experiencia de la comuna 18 de Cali a través de sus lideresas. Para la publicación de este libro, habrán transcurrido 20 meses en los que pasamos de una idea y una convicción, a una agenda de investigación/intervención establecida y respaldada por aliados en distintos sectores de la sociedad, el gobierno y las empresas.

Durante este tiempo, tuvimos la oportunidad de innovar nuestras técnicas de investigación y escritura, y apostamos por la reconstrucción de historias de vida para mostrar lo que empezó como una idea: que la paz se evidencia en grandes transformaciones estructurales y en pequeños cambios individuales; que el tejido social y comunitario es fundamental para un mejor ejercicio de gobierno, y como red protectora de diversas fuentes de vulnerabilidad; que los líderes sociales son fundamentales para la construcción de la paz; que para avanzar hacia una sociedad más equitativa se requiere de un aparato productivo fuerte y qué, por eso, las empresas –como actores sociales– pueden aportar a la construcción de paz en distintas dimensiones.

En una de esas afortunadas casualidades, durante la construcción de Invirtiendo en el Futuro, conocimos de la experiencia de las lideresas de la comuna 18 de Cali quienes –apoyadas por Reckitt Benckiser– en adelante RB–, La Alcaldía de Santiago de Cali (Pastoral Social) y Save The Children– trabajan incansablemente en los comedores comunitarios sin recibir una remuneración más allá de las sonrisas de los niños, la comida para sus familias y una que otra vez, el reconocimiento por parte de la comunidad. Encontramos en sus relatos aprendizajes sobre la forma en que las acciones más pequeñas y concretas tienen efectos definitivos en la vida de las personas. Es por ello que decidimos reconstruir y contar sus historias. Son las historias de mujeres resilientes, generosas, creativas, sensibles, que en medio de la vulnerabilidad económica, la violencia, complejas condiciones de vida y la falta de acompañamiento del Estado, logran organizarse para trabajar no solamente por su propio bien, sino por el de toda su comunidad ayudando a construir entornos protectores en los cuales los niños puedan recibir una alimentación adecuada, un acompañamiento durante su crecimiento e incluso, el amor, cuidado y valores que no encuentran en sus hogares.

Realidades complejas, diversas formas de investigar

Esta publicación se enmarca en lo que, de manera muy general, podemos denominar como una agenda de investigación sobre desarrollo y construcción de paz territorial en Colombia. En julio de 2018 se cumplirán tres años desde que la Fundación Paz & Reconciliación inició esta línea de trabajo. Durante este tiempo, como centro de investigación hemos optado por la utilización de distintos enfoques metodológicos y conceptuales para abordar las perspectivas del desarrollo y generar conocimiento sobre tres ejes temáticos: i) la conflictividad social como centro de la discusión del desarrollo; ii) el diálogo social como mecanismo de transformación social y gestión de conflictos; y iii) el rol del sector empresarial en la construcción de paz.

Leída de manera transversal, nuestra agenda de investigación se concentra en estudiar el cambio social –el desarrollo– como un proceso dialéctico en el cual entran en juego no solo distintos intereses, sino diversas visiones del mundo que deben dialogar. Así, partimos del entendimiento del desarrollo como proceso económico, pero inevitablemente político. Este punto de partida nos obliga a realizar una aproximación interdisciplinaria en la cual hemos retomado enfoques, metodologías y conceptos de múltiples ramas de las ciencias sociales –en particular de la economía, la ciencia política, la sociología y la antropología– y de las ciencias de la gestión empresarial y la responsabilidad social.

En nuestras distintas investigaciones y publicaciones, hemos usado las herramientas que nos brindan los metodos cuantitativos, de manera complementaria con herramientas del paradigma cualitativo. En ese sentido, hemos explicado realidades a partir del uso de las estadísticas, hemos profundizado nuestro conocimiento territorial a partir de la realización de estudios de caso con el fin de reconstruir una panorámica menos segmentada de la realidad social como fenómeno complejo.

En este libro, agregamos una nueva apuesta metodológica y comunicativa: por un lado, la reconstrucción de historias de vida como mecanismo de aprendizaje en la investigación/acción participativa, y del otro, el testimonio y la fotografía como estrategias narrativas que se complementan y que aportan nuevas perspectivas al análisis social[3].

Cinco ideas sobre construcción de paz en estos relatos

  1. La paz se evidencia en los cambios estructurales, pero también en las transformaciones cotidianas. Cuando hablamos de paz, por lo general pensamos en los grandes cambios que requiere una sociedad: la distribución de la tierra, las reformas al sistema político, presencia y capacidad del estado, el acceso a la verdad, la justicia y la reparación, etc. Sin embargo, conocer las historias de vida de las lideresas de Cali me lleva a pensar que la paz también se resume en pequeños detalles: contar con pequeñas infraestructuras sociales que faciliten la organización comunitaria, acceder a alimentos suficientes para alimentar a niños en condición de vulnerabilidad, garantizar el acceso al agua en áreas rurales o entornos urbanos segregados, construir entornos protectores que garanticen el cuidado de niños y jóvenes, alejándolos de factores de riesgo y promoviendo valores ciudadanos básicos para la convivencia pacífica.

  2. El liderazgo y el trabajo comunitario son un mecanismo fundamental para combatir la exclusión social, mitigar la vulnerabilidad y cerrar brechas sociales y territoriales. El trabajo de las lideresas en los comedores comunitarios muestra como con pocos recursos económicos, pero con mucha coordinación, alianzas y trabajo en equipo, se pueden lograr objetivos sociales trascendentales como garantizar la alimentación de centenares de niños desprotegidos. Por esta y muchas otras razones, reconstruir el tejido social es una tarea primordial en el posconflicto.

  3. Ser líder es una experiencia de vida que transforma a nivel individual, comunitario y social. En los relatos de Doña Carmen, Maru, Sandra y Adriana, encontramos que el ejercicio mismo del liderazgo les permitió transformar no solo sus entornos, sino sus trayectorias de vida: ganaron autoestima, reconocieron sus derechos como mujeres, aprendieron a trabajar en red y establecer alianzas con distintos actores; transformaron sus prácticas parentales, transformaron la vida de cientos de personas y familias en su entorno.

  4. La potencialidad de los actores empresariales para aportar en la construcción de paz en Colombia es enorme. De manera confusa, el gobierno nacional ha señalado que la paz es, ante todo, una deuda histórica con la Colombia profunda, entendiéndola como aquellos territorios que a causa de la violencia han sido excluidos del Estado y sus garantías, así como de las dinámicas de desarrollo[4]. Sin negar la validez de dicha afirmación, hay que decir que, aunque la violencia se localizó en la periferia del país, sus efectos se sienten en todo el territorio nacional. Lugares como la comuna 18 de Cali (y en general los entornos urbanos excluidos) muestran que hay que hacer la tarea en todo el país. En Invirtiendo en el futuro exhortamos a las empresas de todos los tamaños, en todos los rincones del país a identificar acciones que pueden adelantar en el marco de sus operaciones y que son estratégicas para avanzar hacia una sociedad más justa. Además de esto, indicamos que el aporte del sector empresarial va más allá de lo económico y pasa también por la dimensión de reconstrucción del tejido social. En las historias de vida observarán como el apoyo de RB, Save the Children y la Alcaldía de Santiago de Cali mediante Pastoral Social a los comedores comunitarios promueve y sustenta un proceso de transformación social profundo a partir de la reconstrucción del tejido social.

  5. El Estado es el líder, pero no el único responsable de la construcción de la paz. Si algo ha quedado claro tras el fin de la guerra con las FARC, es que el Estado Colombiano puede hacer la paz por la vía del diálogo, pero construir paz es una tarea que excede sus capacidades. En alguien tiene que llevar la contraria, Alejandro Gaviria enfatiza de manera constante que usualmente le conferimos al Estado más músculo del que realmente tiene. Una lección fundamental que nos deja la reconstrucción de las historias de vida es que el sueño de la paz requiere de un mayor protagonismo de los líderes y las organizaciones de base, así como de las empresas y del trabajo en alianza entre comunidades, empresas y Estado.

Este libro se divide en tres partes: la primera es esta introducción. La segunda parte corresponde a una crónica que relata el proceso de trabajo con las lideresas y los aprendizajes que resultaron de allí, dando una lectura panorámica del desarrollo de los comedores comunitarios en el contexto de la comuna 18.  La tercera parte está compuesta por las cuatro historias de vida, en la cual los autores asumieron el rol de relatores pues la narrativa básica se construyó sobre la voz de cada una de las mujeres que inspiran este trabajo.

* Este libro es un trabajo de equipo. Sin embargo, quisiera agradecer de manera especial a Oscar Iván Pérez y a Catalina Guio, quienes fueron los líderes de este proceso, y quienes concibieron y materializaron la idea de reconstruir las historias de vida. La calidad de su trabajo y el compromiso que adquieren con cada reto que asumimos nunca para de sorprenderme.

[1] Es importante que el lector entienda que el número de desplazados que llegaron a Cali bien podrían equivaler a la población total de tres o más municipios pequeños, o a la población entera de una ciudad intermedia en Colombia.

[3] Aquellos lectores que provienen del mundo de la academia no podrán evitar llegar a la conclusión de que nuestra apuesta académica comparte y se alimenta de los aportes de la teoría fundamentada en los datos (grounded theory) como estrategia metodológica.

[4] Las llamadas Zonas más afectadas por el conflicto armado, ZOMAC.


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