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A las puertas del cambio político

Por: León Valencia, Director de la Fundación Paz y Reconciliación


A lo largo de mi vida no había asistido a una campaña electoral más apasionante y más decisiva para la historia colombiana. Pase lo que pase este domingo 17 de junio habrá cambiado la política. Si gana Petro será la primera vez que la izquierda llega a la presidencia del país. Si gana Duque será la primera vez que la izquierda será, de facto, la gran fuerza de oposición.

Es el resultado de un enorme cansancio con la clase política, con su clientelismo inveterado, con su corrupción rampante. Es el resultado del proceso de paz con las FARC que disipó el miedo a votar por la izquierda. Es también el resultado de la maduración de fuerzas en la izquierda y en el centro-izquierda que han tenido la oportunidad de gobernar en grandes ciudades y de realizar una destacada labor parlamentaria aún con bancadas ostensiblemente minoritarias.

La sorpresa vino en la primera vuelta. Las élites políticas tradicionales creían que se repetiría la situación de 2014 y pasarían a segunda vuelta dos opciones de derecha. Ocurrió algo extraordinario: pasó Duque en representación de la derecha más dura y también Petro de la izquierda más caracterizada, pero el tercero fue Fajardo de una centro-izquierda manifiesta. La mayoría de los votos se fue hacia estas dos opciones de izquierda.

Cundió el miedo en las viejas maquinarias. Al otro día de la primera vuelta toda la política tradicional se había agrupado bajo el paraguas de Duque. Era un espectáculo lamentable ver entrar y salir de la sede del candidato uribista a todos los jefes políticos que semanas antes hacían parte de la llamada Unidad Nacional de Santos y eran objeto de la más dura oposición por parte del uribismo. Más lamentable aun el alborozo con que eran recibidos en las huestes uribistas personajes que ayer eran vilipendiados como vendidos a las FARC, personeros del castro-chavismo, corruptos, derrochones.

A qué le temen. Al cambio, a la modernización del país, a la paz, al pluralismo político. Pero, sobre todo, le temen a perder privilegios clientelistas, el acceso a los recursos del Estado para amasar grandes fortunas a costa de los contribuyentes. Eso los volvió a juntar. Es una alianza deplorable para la democracia.

Si pierden se vendrá al suelo con gran estruendo una vieja clase política y emergerán nuevos partidos y grupos, empezará tardíamente el siglo XXI. Si ganan será el último grito de las élites que gobernaron a lo largo del siglo veinte. Ya están quebradas moralmente y se quebraran políticamente en los próximos cuatro años.

Entre tanto si gana la izquierda le tocará probar que son distintos, verdaderamente distintos, a los que han desalojado del poder. Respetuosos del estado de derecho, de los recursos públicos, del pluralismo, comprometidos con los más necesitados, generosos en la victoria. Realistas, especialmente realistas, en la apreciación de un país fracturado, infestado por odios y venganzas, necesitado de una gran gesta de perdón y reconciliación.

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