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Los ciegos que no quieren ver

Por: Ariel Ávila, subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación -Pares


Ahora que la campaña de Iván Duque no quiere asistir a los debates y que ha sido imposible ver a los candidatos contrastando ideas, la campaña de la derecha ha radicalizado sus discursos en tarima y en reuniones privadas. Inicialmente dijeron que harían trizas los acuerdos de paz, luego manifestaron que harían trasformaciones estructurales y en las últimas horas hablan de modificaciones sustanciales.

Estas palabras guardan la intención de no avanzar en la implementación de los acuerdos de paz y en demoler lo que hasta ahora se ha avanzado. Con esto, los afectados no serán las Farc, como piensa un gran sector de la sociedad, sino que los grandes afectados serán todas y todos los colombianos. Sé que muchos no creerán esto, por ello argumentaré en dos grandes ideas el postulado.

En primer lugar, luego del asesinato de los dos periodistas ecuatorianos y su conductor en la frontera entre Colombia y Ecuador, y sobre todo luego del paro armado en el Catatumbo, se dijo que la paz había fracasado y que Colombia había regresado a los años del presidente Pastrana. Pero eso no es cierto, es una gran mentira. Por ejemplo, en el año 2017 se produjeron 180 secuestros en Colombia, la cifra más baja en décadas, en el peor momento de la guerra hubo más de 3.000 secuestros. También los afectados por minas antipersonal se han reducido sustancialmente, en su peor momento, en el año 2006, 1.231 personas fueron heridas por estos artefactos, en el año 2017 la cifra cayó a 56. De hecho, el pabellón del Hospital Militar que atiende a los afectados está a punto de cerrar, pues el número de heridos es bajo. Ni qué decir, de los desplazamientos y las desapariciones forzadas, que  se han reducido fuertemente.

Incluso, en términos de jornadas electorales, Colombia ha vivido las más pacíficas de su historia reciente. El 27 de mayo, en primera vuelta presidencial, no fue trasladada una sola mesa y puesto de votación por temas de orden público, hace 12 años se contaban por centenares. Esto último es increíble, en un país que en las jornadas electorales tenía en promedio 300 municipios en riesgo. Los beneficios del proceso de la paz son inmensos, es inadmisible que aún exista gente que diga que esto no sirvió. Obviamente hay problemas delicados de seguridad en algunas zonas, pero estamos hablando de 78 municipios de 1.122 que tiene el país.

En segundo lugar, el proceso de paz está diseñado para beneficiar a la sociedad colombiana y no a las Farc o las Fuerzas Militares. El acuerdo crea 143 medidas, ya sean programas, proyectos o planes. De ellas, 14 están diseñadas para beneficiar a los actores que estuvieron en el conflicto, las otras 129 medidas son para todos los colombianos: El plan nacional de vías terciarias, o el plan nacional de conectividad o el plan de educación rural. La idea con todas estas medidas es mitigar las causas estructurales de la violencia. De los más de 200 años de vida republicana del país, la mayoría se han vivido en medio de guerras civiles, olas de violencia y fuertes autoritarismos. Han sido pocos los años de paz y democracia.Colombia se independizó en 1810, luego vino una serie de disputas y guerras civiles, años después se dio la campaña libertadora, luego Bolívar trajo algo de estabilidad y nuevamente en medio de la disolución de la Gran Colombia estallaron brotes de violencia en todo el país. Más tarde se desarrolló un pequeño periodo de tranquilidad y nuevamente se dieron una serie de guerras civiles entre federalistas y centralistas, luego la república conservadora y con ello un fuerte autoritarismo y represión, ya para 1930 llegó Olaya Herrera y con él comenzó la venganza liberal, en 1948 asesinaron a Gaitán y nos metimos en la actual ola de violencia. Una historia de violencia y represión. En los acuerdos de La Habana se dijo que esa violencia cíclica se debía a unas causas estructurales y se determinó que eran tres: 1. Uso y acceso a la tierra. 2. Participación política y democracia social. 3. Economías ilegales, principalmente narcotráfico. Como se sabe los primeros tres puntos del acuerdos se refieren a estos temas, para eso son las 129 medidas.

El riesgo de hacer trizas los acuerdos de paz no está en que las Farc regresen a las armas, eso difícilmente ocurrirá. El riesgo está en que en la medida que no se haga una transformación del campo, no se profundice la democracia y se siga en la política errada de lucha contra el narcotráfico de los últimos 20 años, Colombia está condenada a vivir una nueva ola de violencia, tal vez ya no política, si no más criminal. Por ello, la implementación del acuerdo es fundamental para que Colombia avance como una sociedad y supere la violencia que parece repetirse cada cierto tiempo.

La votación del 17 de junio será entre el pasado y la posibilidad de avanzar, y allí los colombianos escogeremos entre consolidar la paz o quedarnos anclados al pasado de las violencias cíclicas.

Publicado en Revista Semana


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