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Seis conclusiones a dos años de la firma del Acuerdo de Paz


1. La hecatombe no fue como se esperaba

Aunque la Presidencia de la República la ganó el sector más crítico del Acuerdo de Paz y los sectores que defendían ese acuerdo estaban escépticos sobre el futuro de la implementación, no se ha visto aún ni la voluntad ni la capacidad para arrasar con todo lo acordado. Lo que hemos visto en estos primeros meses del gobierno de Iván Duque es la continuidad y la profundización de la reestructuración unilateral del acuerdo.

Han pasado tres cosas: en primer lugar, se podría decir que el nuevo gobierno, hasta el momento, ha planteado cumplir unos mínimos de lo pactado. Es decir, hacer una implementación que no busca transformar de fondo las condiciones sociales, políticas y económicas que describió el Acuerdo de La Habana. Será una paz con pocas trasnsformaciones. De lo de Reforma Rural Integral se harán algunas variaciones a la angustiosa situación que vive el campesinado; del punto de combate a las economías ilegales se mantendrá lo pactado con un grupo de familias para la restitución, pero no se avanzará más en ello; y en lo de Participación Política se logró el Estatuto de Oposición y lo demás se ha hundido o se está hundiendo en el trámite parlamentario. Todo parece indicar que el gobierno se concentrará en Reincorporación y temas claves de los PDETS. Además, garantizará, con recortes, el funcionamiento de la Justicia Transicional, aunque su partido intentará una y otra vez realizar cambios al sentido de este sistema.

En segundo lugar, analizando las intervenciones del Presidente Duque, es posible afirmar que ha venido moderando su discurso: comenzó muy duro, pero a medida que han pasado los días, o bien ha cambiado algunas palabras, o bien ha dejado de decir algunas frases. Las explicaciones sobre el cambio de lenguaje pueden ser múltiples, lo cierto es que ha venido variando el discurso. Por último, pasó lo que se sabía que iba a pasar, en campaña y en oposición el actual presidente Duque podía discutir sobre la paz, pero una vez se posesionó no le quedó otra alternativa que administrarla.

2. El gobierno está en una curva de aprendizaje

El gobierno de Iván Duque, es decir, sus funcionarios, están en un proceso de adaptación o lo que se denomina la curva de aprendizaje. Por un lado, algunos miembros del gobierno creían que el tema de postconflicto y en general el de la paz era un discurso, era una espuma. Pero una vez posesionados en sus cargos, comenzaron a entender la complejidad, es decir, que había instituciones operando y ejecutando recursos y estrategias, había una infraestructura social en las regiones y, sobre todo, había expectativas en muchas comunidades. Era más complejo de lo que se esperaba. Así las cosas, en esa curva de aprendizaje, es relativamente normal que se den parálisis de algunas estrategias en el territorio.

3. Hay una tensión frente a cómo manejar el tema del Acuerdo de Paz

Para algunos miembros de Gobierno debería cambiarse todo el Acuerdo, casi que destruirlo; para otros, hay cosas que se deben cambiar pero preservando partes importantes como los PDETs o el Desarme de las FARC. Y para otro grupo de funcionarios hay que cumplir en algo. Pero en ese debate no se debe quedar el gobierno, hay que salir de ese círculo vicioso de paz sí o paz no. Esa tensión no se ha resuelto y el presidente no ha tomado partido. Lo que sí es claro es que la paz de Duque no será la misma del Teatro Colón.

4. Hay un cambio de lenguaje fundamental

La palabra paz la cambiaron por la palabra legalidad y la palabra postconflicto la cambiaron por la de estabilización. Esté cambio no es únicamente semántico, es más profundo.

5. O nos regresamos a la guerra o consolidamos el proceso de construcción de paz

La argumentación para llegar a esta conclusión se puede ver a través del informe Cómo Va La Paz: la reestructuración unilateral del Acuerdo de Paz, pero valdría la pena dar algunos ejemplos. En primer lugar, el homicidio. Dicho indicador de seguridad disminuyó constantemente desde el año 2012, una caída increíble; pero en 2017 se estancó, llegando a lo que se denomina piso de cristal; para 2018 hay una leve, pero preocupante, tendencia al alza. Entre 2012 y 2017 la tasa de homicidio disminuyó cerca de 10 puntos. Así, aunque casi todos los indicadores asociados al conflicto armado disminuyeron increíblemente, hay que ponerle cuidado al homicidio.

En segundo lugar, este aumento del homicidio en 2018 se ha presentado en 146 municipios de los 242 donde operaban las FARC, particularmente hay tres subregiones del postconflicto donde se ha elevado sustancialmente este indicador de violencia: en Bajo Cauca, Norte y Nordeste Antioqueño, allí hay municipios como Caucasia o Taraza que han elevado su tasa de homicidio por encima de un 200%; en el Catatumbo pasa algo similar; lo mismo en la Costa Pacífica Nariñense y Caucana. En estas tres regiones se vive una especie de guerra civil en donde múltiples actores armados se disputan el territorio.

En tercer lugar, el secuestro está muy cerca de desaparecer, la desaparición forzada asociada al conflicto armado está en los niveles más bajos y los afectados por minas antipersonal han caído más de un 90% desde 2012; pero hay una preocupación: entre 2017 y 2018 se duplicó la cifra de afectados por este tipo de artefactos, pasó de 50 a 100 personas; la historia venía en otra dirección, en el peor año de la confrontación armada 1229 personas fueron afectadas por minas antipersonal y la cifra más baja se vivió en 2017 con solo 50 personas. Como se ve en estas cifras, estamos en un punto de quiebre y la sociedad colombiana debe decidir si vamos adelante o regresamos.

6. El proceso de paz con el ELN y el sometimiento a la justicia del Clan de Golfo son dos temas claves para el futuro de la construcción de la paz en el país

Con respecto a las negociaciones con el ELN, hay dos grandes problemas: por un lado, el secuestro; el ELN no ha entendido que la sociedad colombiana se cansó de ese flagelo y es imposible avanzar si siguen secuestrando. Por otro lado, el gobierno colombiano ha tenido poca coherencia frente a las nuevas condiciones para negociar, se corren las líneas muy fácilmente. Por ejemplo, el Alto Comisionado para la Paz y la Legalidad, Miguel Ceballos, prometió que si se liberaban los militares y policías secuestrados recientemente en el Chocó y Arauca habría una reunión bilateral en Cuba para crear las condiciones para arrancar la mesa de negociación; los militares y policías fueron liberados y al día siguiente el gobierno puso nuevas condiciones y no cumplió su palabra.

Con respecto al sometimiento del Clan del Golfo, se puede decir que casi todo había quedado listo al finalizar el gobierno de Juan Manuel Santos, pero el actual gobierno se ha detenido y cada día que pasa más miembros de esta organización, que estaban dispuestos al sometimiento a la justicia, salen hacia las estructuras enemigas de esa decisión; cada día que pase será más difícil.

Lea el informe completo de Cómo Va La Paz: la reestructuración unilateral del Acuerdo de Paz aquí:


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