Por: Giorgio Londoño Medina – Conflicto, Paz y Postconflicto PARES
El conflicto armado y social en el norte del Cauca ha estado atravesado por la disputa de la tierra. Tan solo en el primer mes del año, cerca del 20% de todos los hechos violentos contra líderes y lideresas del país se han concentrado en esta parte del suroccidente del país.
Desafortunadamente, esta tendencia tampoco es nueva. El norte del Cauca concentra la mayor cantidad de hechos de victimización a nivel departamental en los últimos años. Incluso, si se analiza desde la firma de los Acuerdos de Paz entre las Farc-ep y el Estado colombiano, el 24 de noviembre de 2016, la región presenta las más brutales formas de violencia de los actores armados sobre quienes lideran los procesos sociales territoriales.
¿Qué está pasando en el norte del Cauca?
En este escenario, la salida de las Farc-ep de la ecuación de la guerra en 2016, la entorpecida implementación del Acuerdo de Paz y la recomposición de estructuras armadas enfocadas en fortalecer su capacidad de control sobre distintas economías ilegales, han contribuido en gran medida, con el recrudecimiento de los altos niveles de victimización contra líderes y lideresas sociales.
De acuerdo con esta dinámica, actualmente se ha registrado la presencia de grupos armados Postfarc-GAPF que están organizados en cuatro (4) estructuras de excombatientes pertenecientes a los extintos Frentes 6 y 30 y de las columnas móviles Jacobo Arenas y Miller Perdomo, al mando de alias “Mordisco”, alias “Juvenal” y alias “Pija”, este último capturado a mediados del 2018.
Igualmente, según investigaciones de la Fundación Paz & Reconciliación el ELN se ha expandido a municipios como Caloto, Santander de Quilichao, Buenos Aires y Miranda, y se sabe que el EPL (también conocido como ‘los Pelusos’) ha venido haciendo presencia en municipios como Corinto.
Para agravar la situación que se vive en esta región atravesada por todos los conflictos y relaidades del país, continuamente circulan panfletos con la firma de las Águilas Negras, los Rastrojos las Autodefensas Gaitanistas de Colombia-AGC, y se sabe que en municipios como Suárez y Buenos Aires hay presencia del Cartel de Sinaloa.
Las dinámicas de conflicto armado y social en el Norte del Cauca han estado atravesadas por una cuestión central: la disputa por la tierra y el territorio.
Criminales sin identificar
De acuerdo con las investigaciones de la Fundación Paz & Reconciliación, desde la firma del Acuerdo de Paz, en el norte del Cauca el 51,4% de los asesinatos registrados se concentran en Corinto, Buenos Aires y Caloto.
Además, los distintos tipos de victimización, incluyendo los no letales, apuntan principalmente a quienes impulsan procesos de defensa de derechos étnicos y colectivos, a líderes y lideresas involucrados en procesos de sustitución de cultivos de uso ilícito, a quienes trabajan por la implementación del Acuerdo de Paz y a quienes promueven o participan en candidaturas y procesos políticos alternativos.
Por su parte, los indígenas encabezan la lista de líderes asesinados con un poco más del 40% de todos los hechos registrados, la mayoría ocurridos en municipios como Corinto, Buenos Aires y Santander de Quilichao.
Los grupos que cuentan con más víctimas son las comunidades afrodescendientes, las comunidades campesinas, así como líderes y lideresas comunitarios que encabezan procesos sindicales, culturales, comunales y de defensa de los Acuerdos de Paz.
Al comparar distintas fuentes y de acuerdo con el sistema de información de la Fundación Paz & Reconciliación, SIPARES, una conclusión preocupante es que en la mayoría de estos crímenes no se sabe quiénes son los autores. Por lo menos un 72,5% han sido cometidos por agentes no identificados.
En esta tendencia, el grupo armado post Farc del Frente Sexto, el Clan del Golfo y la Policía Nacional, según versiones recogidas en el territorio, son algunos de los responsables reconocidos. Por otra parte, las amenazas circulan continuamente a través de panfletos, llamadas y mensajes -entre otros-, y han sido mayormente atribuidas a las Águilas Negras, que agrupan un 47% de todos este tipo de acciones.
Líderes y lideresas, las principales víctimas
Las victimizaciones actuales a líderes y lideresas sociales guardan una siniestra continuidad histórica. Hay una tendencia a impedir que las comunidades organizadas fortalezcan su capacidad de construir territorio y autonomía.
Tristemente, los ataques a líderes y lideresas en el caso del norte del Cauca hay que verlas, por un lado, a través del acumulado histórico de décadas de persecución a los procesos sociales que reivindican el derecho a decidir sobre sus territorios y, por otro, de cara a una realidad histórica que mezcla las nuevas dinámicas sociales y comunitarios y los viejos conflictos que siguen palpitando en la región.
Como dijo un líder indígena Nasa: “Nosotros no utilizamos las armas para defender nuestro territorio. Aquí es el bastón de mando, el que utilizan los Kiwe Thegnas. Con eso hemos podido enfrentar a diferentes grupos armados. Eso es lo que nos diferencia. Siempre pensando en la defensa de nuestro territorio, en el derecho a la vida. Este territorio nos pertenece. Esta lucha es milenaria y por eso es que vamos a continuar luchando hasta que se nos apague el sol.”
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