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Desempleo en Cúcuta, la imagen de una crisis binacional

Por Daniel Parra Villamizar. Colaborador PARES


Después de ser reconocida en el gremio de industrias y manufacturas como “La Vitrina de Colombia” por ser la ciudad que más vendía producción nacional en todo el país, la capital nortesantandereana pasó hoy a estar entre las urbes en Colombia con mayor desempleo e informalidad laboral. Irónicamente, el comercio con Venezuela ha sido su virtud y también su perdición.


Los altibajos económicos han acompañado a lo largo de la historia a la ciudad de Cúcuta. En los primeros años de este siglo, la ciudad, que venía de una grave crisis financiera, vivió un alivio momentáneo. A la región llegaron ciudadanos venezolanos con las tarjetas de crédito Cadivi. Algunos “raspaban” el cupo y sacaban el efectivo, otros realizaban las compras y los comerciantes cucuteños ‘hacían su agosto’.


No obstante, la dicha no fue eterna, y la ciudad, una vez más, padeció de esos síntomas que genera la dependencia: inestabilidad, incertidumbre, y alegrías efímeras. En el 2013, según cifras del DANE, Cúcuta fue la ciudad con mayor informalidad laboral, según el reporte la cifra de desempleo superó el promedio nacional, y hasta la fecha, se ha mantenido por encima de él.


En el 2016, Cúcuta fue la tercera ciudad con mayor desempleo y en el 2018 terminó el año subiendo en ese escalafón, ubicándose en el segundo lugar en ese índice, únicamente superada por Quibdó.

PARES habló con Mario Zambrano, docente de Economía de la Universidad Libre de Cúcuta y coordinador del programa “Cúcuta cómo vamos”. Para él, en Cúcuta no hay una política de empleo a pesar de que el tema siga siendo un problema fundamental en la ciudad. “Cuando miramos los planes de desarrollo, cuando miramos la agenda local sobre el tema del empleo no vemos medidas efectivas, más allá de acciones desarticuladas.”


Antecedentes históricos de la crisis


Ubicada en la zona limítrofe con Venezuela, la ciudad de Cúcuta se desarrolló comerciando mercancías con Venezuela a través del río Zulia y hasta el lago de Maracaibo. El apogeo del cacao y su crecimiento comercial, permitió que para la segunda mitad del siglo XVIII, se aumentara el número de habitantes en los dos primeros poblados del Valle de Cúcuta: San Luis y San José de Guasimales (llamado posteriormente San José de Cúcuta). Ambos, subordinados a Pamplona, capital de la provincia para la fecha.


A comienzos del siglo XIX comenzó la bonanza para la ciudad. Su mercado crecía, y el intercambio ya no solo era económico sino también era cultural.

Venezolanos, alemanes, catalanes, italianos, y árabes se asentaban y negociaban en esta prometedora región, que utilizaba un pequeño puerto para enviar mercancía a las Islas del Caribe, a Barinas, y a Europa.


El mercado se diversificó, y la pequeña Villa de San José de Cúcuta ya empezaba a suplir demandas internacionales de países como Francia e Inglaterra. En 1850, ese arduo y constante trabajo le dio el reconocimiento de Capital, cuando se creó la provincia de Santander. Nueve años más tarde, se asignó como la capital del Departamento de Cúcuta.


Y aunque fue más de medio siglo en continuo progreso, su economía se sacudió nuevamente por un terremoto en 1875 que destruyó, casi por completo, el Valle de Cúcuta.


Después de la catástrofe, empezó, poco a poco, a reconstruirse la ciudad y su economía. Entre la nueva planeación de la ciudad se destaca la construcción del Tranvía, y del Ferrocarril. Éste último se consideró como el proyecto más ambicioso para la región en la época, y sus proyecciones se orientaban, directamente, al renacer de la economía en el Valle de Cúcuta. El ferrocarril se inauguró en 1888, y el comercio de la Villa de San José de Cúcuta se renovó por completo.


Aunque el panorama parecía desalentador, llegó, nuevamente, un inesperado salvavidas para la ciudad: el descubrimiento de grandes yacimientos de petróleo en Venezuela. El vecino de patio aumentó sus riquezas, y se elevó el poder adquisitivo de su moneda. La diferencia cambiaria entre el peso y el bolívar trajo consigo una bonanza para la región.


El comercio se reactivó y se empezaron a exportar productos como el calzado y la arcilla. El crecimiento iba en aumentó hasta 1983 cuando se desvalorizó el bolívar y la ciudad empezó a tambalear de nuevo. La relación de dependencia de Cúcuta y Venezuela es muy estrecha. La variación del bolívar producía cambios inestables y visibles en la ciudad fronteriza.


Cúcuta y el comercio binacional, una relación entrañable


El comercio siempre ha sido todo para Cúcuta. La ciudad ha sabido sacar provecho de su ubicación geográfica, y de la versatilidad de la economía venezolana. Pero, como dicen coloquialmente, fue un arma de doble filo. La ciudad también se rebosó de contrabando, y la informalidad laboral era visible en el ambiente.


La costumbre de comprar barato en Venezuela y vender caro en Cúcuta era el piso de subsistencia para la ciudadanía desempleada. Pero además de esto, el margen lucrativo que dejaba esa acción comercial llamó la atención de las estructuras ilegales (quienes se empezaron a interesar por el traspaso de gasolina que compraban a precio subsidiado y revendían en la ciudad fronteriza).

Cúcuta ha tenido tasas de desempleo del 18%, del 19% (antes del 2015), Cúcuta ha tenido una tasa de informalidad del 70% (antes del 2015) “¿Qué quiere decir eso? Que el problema, es un problema del modelo de desarrollo que tiene la ciudad, que tiene el departamento. Que se quedó en una economía fenicia, dedicada al comercio, a la dependencia de los vaivenes de la economía venezolana” señala Zambrano.


Cerrar la frontera con Venezuela empeoró la crisis


En la actualidad, la medida de cerrar la frontera para contrarrestar el contrabando: no ha funcionado. Mientras desde Venezuela se esperaba evitar el paso ilegal de mercancía, en Cúcuta esperaban que el cierre fronterizo serviría para impulsar la industria de la región. En ambos casos, hasta el momento, no se ha cumplido lo esperado. Y aunque desde Cúcuta se han gestado algunas iniciativas para atacar el desempleo, no han sido suficientes las medidas ¡ni sostenibles!


En Cúcuta, la industria tiene una baja participación, y lo que dice la experiencia y las teorías económicas, es que la industria es un gran motor para mejorar la productividad y para reducir el desempleo; y sigue siendo muy débil. Indica el académico consultado por PARES


Quizás, en medio de esta situación, la ciudad encuentre una alternativa para mejorar su tejido empresarial. La historia mostró que Cúcuta ha logrado salir victoriosa de sus percances. A lo mejor, en esta ocasión no será la excepción.


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