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Cuatro mujeres combativas

Por: Sergio Saavedra. Redacción Pares


En esta ocasión presentamos las narraciones de cuatro mujeres que desde su cotidianidad luchan en una América Latina, que según la ONU, es la región más letal para las mujeres y donde cada tres horas hay un feminicidio. Para este 8 de marzo ellas son un símbolo de la lucha por la equidad, la justicia y los derechos de la mujer.


Quise traer a Ida Vitale, poetisa uruguaya de 95 años, traductora, ensayista, profesora y crítica literaria miembro del movimiento artístico denominado «Generación del 45».


Ida Vitale, recibió el Premio Cervantes 2018, quinta mujer en ganar el premio. Antes que ella también lo recibieron las españolas María Zambrano (1988) y Ana María Matute (2010), la cubana Dulce María Loynaz (1992) y la mexicana Elena Poniatowska (2013). Vitale, es recordada por enseñar Literatura, hasta que la dictadura militar (1973-1985) la obligó a irse exiliada a México.


Estos versos del poema ‘Llamada viva’ “acompañar la soledad, no negarse a las quimeras remansarse en el tomado, ir de lo ceñido a lo vasto desde lo opaco a la centella, de comisión al sueño libre, ofrecerse a lo parco del día si morir una hora tras otra volver a comenzar cada noche”.


***

Aquí están sus historias:

Laura Cano

“Habitar una ciudad como Bogotá siendo mujer es un ejercicio reflexivo diario, constante… Hace unos días me preguntaba porqué el reconocernos como feministas, estaba marcado por situaciones que física y psicológicamente nos han marcado mucho, y claro, es que los contextos en los que vivimos hacen que llegar a ese tipo de escenarios no sea nada difícil. Sin embargo, creo que el ejercicio de reflexión que trae el feminismo llegó a la vida de muchas y muchos en el día a día, aún sin ponernos el título de feministas.


Pienso en mi mamá y ella es el mayor ejemplo de eso en mi vida; ser mujer trae luchas diarias, inherentes y no hay mejor forma de ser consciente de eso que a través de otras mujeres. Así que ese transitar más que etiquetas me ha traído mucha fuerza femenina, fuerza que se ve reflejada en espacios donde sacar la voz y crear entre nosotras es reivindicativo.


La Poderosa ha sido para mí ese espacio, donde he aprendido y desaprendido, donde he comprendido que la mejor forma de ser consecuente con este caminar es actuar juntas, escucharnos, no volver a quedarnos calladas y celebrarnos siempre la lucha”.


Luisa

“Es complicado ser mujer en un país como Colombia; desde la crianza nos van encauzando en qué debemos o no hacer en razón a nuestro género, y la cotidianidad nos demuestra que nos encontramos en una posición de vulnerabilidad, dónde nos da miedo salir a la calle vestidas de cierta manera porque nos van violentar o donde vemos que los hombres ganan más por el mismo trabajo.

En un país conservador y tradicionalista como Colombia, donde uno de cada cuatro días ocurre un feminicidio, a las mujeres se nos hace más difícil romper la brecha de género, y aunque tengamos estudios y experiencia siempre nos van a menospreciar por el simple hecho de ser mujer y tenemos que cargar con unos roles de género que ya no se ajustan a la realidad de las mujeres colombianas.

Todas estas situaciones hicieron que desde niña me preguntara la razón de estas desigualdades y empezara a estudiar sobre el feminismo y su importancia en la actualidad.


Cuando llegué a la universidad me di cuenta de que hacía falta un espacio donde se pudiera hablar de género y dónde se motivara a la mujer a ser lo que ella quisiera ser sin necesidad de cumplir con algún paradigma social.

Es por eso que creé el colectivo Labios de Orquídea, el cual me ha permitido compartir con varias mujeres y aprender de cada una de ellas, llegando a la conclusión de las mujeres somos diversas, diferentes y plurales y eso es lo que debemos tener en cuenta a la hora de hablar de feminismo.”


Lorena Sanabria

“Mi nombre es Lorena y tengo 27 años, actualmente me encuentro intentado terminar una etapa de mi vida y trabajando. Cuando pienso en mi vida y como llegue hasta donde estoy intentando llegar hoy, no pienso en mi sino en las personas que he conocido, que me han marcado, que son lo realmente importante en mi vida.


Las primeras en las que pienso son en Kelly y María Fernanda, fueron las primeras que escuché, con las primeras que fui a una marcha y las oí debatir y pararse duro en el espacio que junto con otros compañeros construimos, cuando yo estaba en el colegio, y para mi ahí empezó todo, aunque en su momento yo no lo notará y no fuera tan consciente.


De ahí en adelante me dediqué a buscar un espacio que me recogiera y cuando lo encontré, ese espacio se convirtió en mi vida y le debo todo a él, porque ha sido ahí donde me he formado y tenido inmensas alegrías pero también grandes decepciones, me ha hecho cuestionarme muchas cosas pero además me ha enseñado que hay que entregarlo todo, que no es una etapa de la vida sino que es la vida misma, que hay que comprometerse y eso significa muchas veces  estrellarse duro.



Poder conocer a unas mujeres que lo dejaron todo por pensarse otra realidad, que nunca pensé que fuera a conocer porque las veía tan lejanas, pero al contrario ahora están ahí al lado mío en las reuniones y yo las miró y pienso ¿es en serio?; estoy a lado de ellas, hablando, riéndome, llorando, peleando, abrazándonos, compartiéndose realmente lo que me ha construido como mujer”.


Juliana Vargas

“Desde mi historia, una reflexión sobre el feminismo es una experiencia que se transforma en práctica cotidiana. Espero entonces dar algunas luces sobre lo que ha significado feminismo en mi vida, sobre todo en un día que amerita reflexiones diversas sobre los feminismos y que precisa conmemoraciones profundas para las mujeres. Para las que nos precedieron y las que estamos.

Debo empezar recordando mi infancia y adolescencia, donde comencé a percatarme de las violencias sistemáticas ejercidas sobre nosotras. Violencias que se hacían cada vez más diversas y así mismo, cada vez más duras.


Allí, abrirme al feminismo me dio un respiro para entender -y combatir- las estructuras patriarcales; este acercamiento teórico me sigue dando debates -cada vez más plurales-, en los que convergen fuerzas potentes como la interseccionalidad, pero no es mi forma principal de llegar al feminismo.


Entonces, quiero apelar a mi idea inicial y concentrarme en la manera en que el feminismo se ha ido posicionando como una de las formas centrales de mi práctica de vida, desde la forma de mirar la feminidad: entender su multiplicidad para reinventar la mía y entender la de las otras, para juntar esas fuerzas y valorar tal juntanza, para encarnar la sororidad desde la amistad y trascenderla como apuesta política, llegando hasta mi relación conmigo misma, con mi cuerpo, con mis ciclos, con mi propia deconstrucción.


No es un proceso sencillo porque es un debate diario, una pelea tan personal como colectiva, un constante cuestionamiento, a veces nudo en la garganta, a veces ira en el estómago, pero ha valido las penas y las alegrías.


Hoy es un día para seguir mirando las condiciones de estos cuerpos femeninos: honrar a las madres solteras -como la mía-, a las amigas incondicionales, con las que sanas y creces -por más opuestas que se hagan las ideas porque igual están luchando contigo codo a codo-, a las mujeres trabajadoras que día tras día sufren las asimetrías violentas del salario, de las oportunidades, de las condiciones laborales, del trabajo no remunerado y por último, las que pagan las consecuencias de esas mismas asimetrías en sus relaciones personales, las víctimas del amor.


Reivindicar el dolor que inspira esta lucha y reivindicar a las demás y a mí misma para seguir un camino que mujeres fuertes empezaron y que nosotras heredamos con amor y rebeldía es una de mis mayores apuestas feministas. Para cerrar, porque amo esta poeta, la frase con la que comencé este día: “Miradnos. Decidimos cambiar la dirección del puño porque nosotras no nos defendemos: nosotras luchamos”.

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