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Hace agua la política exterior de Duque

Por: León Valencia, director – Pares


Se vino a pique la política exterior del presidente Duque basada en la decisión de derrocar a Nicolás Maduro mediante el estímulo de la división en las filas militares y el alzamiento de la población; en la búsqueda de apoyo para la reforma o negación de los acuerdos de paz y para una vuelta a la política de seguridad democrática de Uribe; y en la promesa de controlar y disminuir a corto plazo, de manera drástica, los cultivos ilícitos y el narcotráfico.


Esta semana se conoció que Nicolás Maduro y Juan Guaidó le han dado carta blanca al gobierno de Noruega con el fin de hacer una mediación entre el gobierno de Venezuela y la oposición para encontrar una salida negociada a la grave crisis que vive el vecino país. Se sabe también que esta labor de mediación tiene pleno respaldo de los Estados Unidos y de otras potencias.


Se conocieron también dos artículos del New York Times sobre Colombia. Un artículo es informativo y advierte sobre el peligro de volver a los llamados falsos positivos, una práctica atroz de las fuerzas militares, merced a las nuevas orientaciones que están saliendo de la cúpula del ejército en cabeza del general Nicacio Martínez. El otro artículo es un editorial del periódico que señala que el presidente Duque está saboteando la paz firmada con las Farc con graves consecuencias para el país.


Para completar el menú, circuló una carta de 70 congresistas de Estados Unidos a Mike Pompeo, secretario de Estado, para que proteja el acuerdo de paz firmado en el Teatro Colón. En la misiva los influyentes parlamentarios del Partido Demócrata hacen eco de las afirmaciones del diario newyorkino sobre las medidas de Duque y el partido de gobierno contra las instituciones y las políticas surgidas del acuerdo de paz.


Ya de tiempo atrás Donald Trump venía haciéndole reclamos al presidente de Colombia sobre la falta de verdaderos resultados en la lucha contra los cultivos ilícitos y la exportación de cocaína hacia su país. Le decía que no estaba cumpliendo con las promesas que había hecho en las conversaciones con las autoridades norteamericanas.


La diplomacia colombiana, junto a dirigentes políticos gringos de origen cubano, le había vendido a Donald Trump y al Departamento de Estado la idea de que bastaba con una dura presión externa para tumbar a Maduro, le pintaron una enorme inconformidad en las fuerzas armadas venezolanas y una disposición de la población a movilizarse para derrocar el régimen. Puras fantasías que se fueron diluyendo con el paso de los meses.


Ahora Estados Unidos y la comunidad internacional están comprendiendo que la opción negociada es la más probable y conveniente y han echado mano de un país rico, tranquilo y lejano, con una gran experiencia en la mediación de conflictos, para que acerque a las partes con el fin de diseñar una transición pacífica en el país de las mayores reservas de petróleo en el mundo. Los promotores de la confrontación en Venezuela han quedado por fuera del fuego al menos durante un tiempo.


Las presiones de Estados Unidos sobre Venezuela se han atenuado; en cambio, están creciendo las críticas y los llamados de atención del gobierno, el congreso y la prensa del país del norte contra Duque y su administración. Tanto el oficialismo como la oposición están inconformes con lo que ocurre en Colombia. Donald Trump por el incumplimiento de las promesas contra el narcotráfico y la oposición demócrata y la gran prensa por las amenazas a la paz y a los avances en derechos humanos y seguridad. Algo que nunca había ocurrido.


¿Qué hará Duque? ¿Persistirá en esta política y mantendrá en su puesto a los gestores de esta diplomacia errática y desastrosa? O ¿Rectificará el camino y buscará una nueva ruta para los tres largos años que le faltan? Por la respuesta de la congresista María Fernanda Cabal del partido de gobierno y del canciller Holmes Trujillo al New York Times, y también por la reacción del propio Duque ante los llamados de atención de los congresistas demócratas, no parece que el gobierno esté en la posición de repensar la política exterior al menos en el corto plazo.

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