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Agroecología para sanar las heridas de la guerra en el Pacífico

Por: María Alejandra Ramírez Galvis. Investigadora ParesPacífco


La consolidación de una paz estable y duradera en el Pacífico colombiano se ha venido construyendo a partir alternativas al modelo agroalimentario industrial como la agroecología, un ejercicio integral que busca que las personas vivan en consonancia con la naturaleza. Hay que resaltar que las comunidades rurales del pacífico se han caracterizado por desarrollar prácticas sociales agroecológicas, haciendo una apuesta de vida por la sustentabilidad, lo que aporta profundamente a la construcción de paz. Esta es una opción política que rescata los procesos tradicionales de agricultura.


Una práctica perseguida


La Agroecología es una práctica que implica para las comunidades el ejercicio de autonomía en el territorio y otras formas de habitar el mundo integrando distintos elementos y actores que conviven en armonía y tejen redes de solidaridad.


El ingeniero agrónomo, líder social y escritor del libro “Relatos Cimarrones”, Wilson Sánchez, sostiene que: “la agroecología en sí misma es una práctica generadora de paz dentro del espacio comunitario para reconstruir el tejido social; tejer la vida; y defender el territorio, los elementos étnicos y las expresiones comunitarias: la agroecología permite que las comunidades en sus escenarios territoriales puedan tener un ejercicio práctico, político y técnico que responda a los principios fundamentales de sus aspiraciones en el orden social y comunitario”.


Por esta razón algunos actores armados en la búsqueda del control territorial persiguen a quienes se dedican a estas prácticas. Asimismo, el Gobierno ha construido un marco jurídico que ha permitido la apropiación de recursos naturales por parte de multinacionales, imponiendo su visión de habitar el mundo, que en ocasiones es disímil a la de las comunidades, por lo que se generan tensiones en el territorio.


Sin embargo, los proyectos agroecológicos han buscado mantener y recuperar practicas ancestrales de agricultura, que se han sostenido a pesar del modelo económico que persigue estos ejercicios, ya que guardan toda una historia ancestral de tradiciones y pobrezas, por lo que han sido marginadas e invisibilizadas.


Paz para comunidades étnicas, rurales y excombatientes


La agroecología para las comunidades rurales del Pacífico representa una posibilidad de sanar las heridas de la guerra, “hay unos ejercicios que las comunidades han adelantado pese al conflicto armado, al narcotráfico y a la minería legal e ilegal, con los que han logrado resistir, persistir y mantenerse, gracias a que han desarrollado un conjunto de prácticas vitales que podríamos denominar prácticas agroecológicas” afirma Sánchez.


Algunos ejemplos de agroecología para en el Pacífico son las asociaciones de Piangüeras que responden a los principios generales de la agroecología, según Sánchez “producto de la herencia ancestral de los modos de vida y de cómo las comunidades negras comprenden el territorio, su propia cosmogonía y como eso se expresa en unas prácticas que tienen como propósito la defensa del territorio, de la vida y de la comunidad y la cultura”.


Los pueblos indígenas también han venido fomentando la agroecología, e incluso, la han incluido dentro de sus planes de vida, como en el caso del pueblo Nasa que ha estimulado el desarrollo de modelos de producción propios basados en principios agroecológicos a fin de mitigar los impactos de la agricultura en la naturaleza y tener soberanía alimentaria. Dichas iniciativas responden a una serie de acciones por parte de las comunidades que se han constituido en un elemento cohesionador para mitigar el abandono del Estado hacia los pueblos étnicos y el campesinado.


En Buenos Aires (Cauca) hay otro caso de agroecología donde los excombatientes del Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación -ETCR- de la Elvira, han iniciado los proyectos productivos que se consagraron en el Acuerdo de Paz en clave de soberanía alimentaria y agroecología donde se llevan a cabo procesos para el autoabastecimiento del ETCR y la siembra del café “de la Esperanza” con el objetivo de comercializarlo y tejer relaciones con las comunidades aledañas.


Mantener las prácticas agrícolas ancestrales en el Pacífico colombiano ha implicado la posibilidad de resistir en medio de la exclusión y el abandono, donde la comida ha jugado un papel de vital importancia en la permanencia en el territorio, incluso en medio del conflicto armado, donde el hambre, por parte de algunos grupos armados ilegales, ha sido un mecanismo de control de la población y una estrategia de guerra.


Discusiones y obstáculos


Los debates en torno al modelo agrario en Colombia han sido discusiones de vieja data, que fueron llevadas a los diálogos de paz en la Habana y que concluyeron en el acuerdo de Reforma Rural Integral, ofreciendo unos componentes que permitieran a las comunidades la posibilidad de avanzar “hacia un nuevo campo” que les ofrezca más garantías para el ejercicio de las labores rurales desde la producción hasta la distribución y comercialización de los productos de la tierra.


Sobre las expectativas de las comunidades que desarrollan la agroecología en los territorios en lo que tiene que ver con la implementación del Acuerdo de paz, Sánchez expresa: “Que no se quede en la retórica del escrito, sino que por supuesto se convierta en una concreción en la vida de las comunidades. En estos momentos no podemos decir que se ha logrado implementar el acuerdo de paz, pero hay una luz, una esperanza, un documento formal y hay todo un entusiasmo por parte de las comunidades”. Sin embargo, encuentra algunas dificultades para la implementación del Acuerdo.


Las principales dificultades en la implementación, observa Sánchez, están en un problema estructural que responde a dos variables: “1. El basto recorrido de una cultura de la corrupción política por parte de las administraciones departamentales y locales que se convirtieron en bastiones del saqueo del erario y la imposibilidad de la participación ciudadana. 2. El narcotráfico por ser una zona geopolíticamente estratégica para las economías ilegales, ha sido un escenario propicio su desarrollo porque conecta el mercado internacional con el mercado interno productor”.


Entretanto, Sánchez muestra preocupación sobre las dinámicas en materia de seguridad que se desarrollan en el territorio “podemos señalar la configuración de una nueva manera de expresión de un conflicto armado, debido a que allí se expresan disidencias, el ELN, paramilitarismo y el terrorismo de estado, desarrollando una nueva guerra y eso genera dificultades para llevar a cabo la implementación de los acuerdos”,


Al parecer, no hay un compromiso irrestricto de los tomadores de decisión con la implementación del Acuerdo de paz. A propósito, el plan Marco de Implementación del Acuerdo de paz ha señalado unas metas que involucran a distintas entidades en su realización, sin embargo, se avanza lentamente en la implementación.


La consolidación de un ejercicio emancipatorio


La reconfiguración del conflicto armado en los territorios requiere de mayores esfuerzos por parte del Estado para proteger a las comunidades que históricamente han sido abandonadas, proporcionando garantías para el ejercicio de la agricultura en condiciones dignas y respetando la autonomía de las comunidades campesinas y étnicas en la definición de sus políticas agroalimentarias.


Las comunidades en sus territorios, desde sus distintas resistencias, saberes y modos de habitar la tierra, han tenido procesos de articulación con los distintos sectores políticos, sociales y comunitarios, a fin de coordinar y consolidar una lucha política que les permita resistir en medio de la guerra. En este panorama, la agroecología se ha consolidado como un ejercicio emancipatorio que propone elementos en la agenda pública ambiental y agraria para la terminación del conflicto.


Por lo tanto, la consolidación de la paz pasa por rescatar y conservar las prácticas de agricultura ancestral que conflicto armado ha ocultado, y fortalecerlas como una forma de reparación histórica de las comunidades campesinas y étnicas. Asimismo, se debe procurar por ponerle un “acelerador” al cumplimiento de los compromisos contenidos en el Acuerdo de Paz, específicamente en lo que compete al tema de ruralidad en aras de asegurar que se obedezca a los objetivos por los cuales fue concebido y priorizado este tema dentro de los diálogos.


Finalmente, cabe resaltar y exaltar el papel que han tenido los hombres y mujeres que le han apostado a la agroecología para sanar las heridas de la guerra en un territorio como el Pacífico colombiano.

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