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Ni Venezuela es Libia, ni América Latina es el Magreb

Por: Catalina Miranda Aguirre*. Especial Pares.


Este jueves, el Departamento de Justicia de Estados Unidos acusó públicamente al Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y 14 de sus funcionarios más cercanos, con los cargos de narco-terrorismo, corrupción, tráfico de drogas ilícitas, entre otros. De acuerdo con el gobierno norteamericano, el régimen de Maduro ha conspirado con las FARC durante más de 20 años, causando que “toneladas de cocaína entren y devasten comunidades de americanos”.


Ante tales acusaciones, el Departamento de Estado está ofreciendo una recompensa de hasta 15 millones de dólares por información que contribuya con el arresto de Maduro, y entre 5 a 10 millones de dólares por la captura de otros agentes de su gobierno. Esta polémica decisión ha suscitado varias preguntas: ¿existen similitudes entre la actual política exterior de Trump frente a Venezuela y la de Obama en el 2011 hacia Libia?


La respuesta inmediata es sí, existen aspectos comunes. Sin embargo, estudiar las implicaciones de los factores diferenciadores es mucho más importante para comprender el actual comportamiento de Estados Unidos hacia Venezuela, y no aventurarnos a afirmar que lo que sucedió en Libia sucederá en nuestro vecindario.


Petróleo, valores “antidemocráticos” y sanciones


De acuerdo con el Boletín Estadístico Anual de la OPEC (2019), los países miembros de esta organización tienen casi el 80% de la reserva de petróleo del mundo. Venezuela es el país con mayor número de reservas (302,81 billones de barriles, equivalentes al 25,5%), superando en 3,1 puntos porcentuales a Arabia Saudita, mientras que Libia solo aporta el 4,1% (48,36 billones de barriles).

A pesar de los avances científicos en energías limpias y renovables para disminuir la dependencia hacia los recursos fósiles, es indiscutible que el petróleo sigue siendo la mayor fuente de energía del mundo, convirtiendo a los países con grandes reservas de este crudo, lugares de un alto impacto e interés geopolítico.


A lo anterior se suman algunas similitudes de los regímenes de ambos países, aunque en diferentes momentos históricos. Tanto Muamar el Gadafi como Nicolás Maduro, hicieron extensivas políticas de nacionalización de privados, además de promover idearios de cooperación regionales basados en preceptos socialistas (como el socialismo del siglo XXI en América Latina, o el panarabismo y el socialismo árabe en el Magreb y en el Medio Oriente).


Aunque con notables diferencias, entre las cuales se encuentra la estructura social de un país desprendido de la Gran Colombia, y las tradiciones tribales de los países africanos, ambos regímenes han sido considerados como dictaduras que, en reiteradas oportunidades, violaron principios universales sobre los Derechos Humanos, ampliamente extendidos en países liberales y democráticos.


Tras las constantes acusaciones por violación a los derechos humanos y la participación de ambos gobiernos en negocios ilícitos, la estrategia de Estados Unidos y sus aliados (usualmente países miembros de la Unión Europea), es establecer fuertes sanciones económicas y restricciones comerciales a los líderes, sus familias, y los funcionarios más poderosos.


En el 2011, las violentas represiones a las protestas en Libia causaron que Bruselas tomara la decisión de retirar visas, bloquear cuentas bancarias, prohibir la venta de armas a 27 funcionarios libios (incluyendo Gadafi), mientras que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a través del Consejo de Seguridad, autorizó la apertura de investigaciones ante la Corte Penal Internacional contra el líder libio.


De acuerdo con la Revista Dinero, desde la administración Bush, Estados Unidos empezó a limitar significativamente el comercio de armas con Venezuela. Más adelante, Washington congeló bienes y cuentas de varios funcionarios, además de prohibir su ingreso, y los negocios con ciudadanos de este país. Siguiendo la experiencia con Cuba, Corea del Norte, Siria, e Irán, en agosto del año pasado Trump decidió congelar todos los activos y propiedades del gobierno venezolano en su territorio.


¿Por qué ser cuidadosos al comparar ambos casos?


Porque ambas regiones son diferentes, por tanto, los intereses de las grandes potencias también lo son. Como en el caso sirio, el rol de Rusia y China ha sido determinante para sostener al régimen de Maduro. Adicionalmente, la activa participación de la Política Exterior venezolana con países miembros del CARICOM, también ha significado establecer variados aliados con votos favorecedores ante las decisiones tomadas en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Tan efectivo ha sido este relacionamiento, que este país actualmente ejerce la presidencia de Grupo de América Latina y el Caribe (Grulac) ante la UNESCO.


Ahora bien, las organizaciones internacionales también son importantes. El rol de la OTAN como alianza político-militar a través de la cual Estados Unidos pudo legitimar una intervención militar en Libia, determinó el fin del régimen de Gadafi.


Sin embargo, la tradición pacifista (por lo menos en conflictos interestatales) de América Latina, y la tímida participación de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y el Grupo de Lima, son alicientes diplomáticos para una intervención militar en el país suramericano. Además, no existe un argumento lo suficientemente sólido (por lo menos en materia de Derecho Internacional) para violar la soberanía venezolana invocando el capítulo VII de la Carta de San Francisco.


Finalmente, si bien no se puede desconocer que la situación con Venezuela es un asunto importante en la agenda exterior de Estados Unidos, los intereses geopolíticos de este país siempre han priorizado al Medio Oriente y, casos como libio, al Magreb.


Entre muchas otras razones, destaca que esta ha sido una zona de disputa entre potencias (principalmente Estados Unidos y Unión Soviética/Rusia) por las grandes reservas de petróleo en el Golfo Pérsico, su estratégica ubicación geográfica como un punto de unión entre occidente y oriente, además porque el choque de civilizaciones (aludiendo a Samuel P. Huntington) proveniente de esta región, afecta significativamente los intereses nacionales y la misma seguridad de Estados Unidos.


Como reflexión final, no debe descartarse que esta decisión responda a las recurrentes críticas que han surgido tanto en la prensa nacional, como en la comunidad internacional, sobre las malas y tardías decisiones del gobierno norteamericano para contener de manera efectiva el contagio del COVID-19 en su país (con 83.507 casos, Estados Unidos superó el número de contagios de China el cual es de 81.782), además de las polémicas declaraciones de miembros del Partido Republicano.


Sobre este último aspecto, el actual Vicegobernador de Texas, Dan Patrick, afirmó que los adultos mayores deberían sacrificarse para no afectar la economía del país ante las medidas recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), las cuales están siendo replicadas por más de 70 países.


Adicionalmente, todas las decisiones que tome Estados Unidos frente a Venezuela afectaran, de una u otra manera, a Colombia. Sin embargo, la política exterior de nuestro país debe ser pragmática y consciente de la crisis actual que estamos viviendo.


Los tímidos acercamientos que ha tenido el gobierno, principalmente a través de la OMS, con el régimen de Maduro, deben fortalecerse. Por más restricciones que existen en las fronteras, la porosidad de nuestros bordes con Venezuela hace necesario establecer políticas conjuntas y coordinadas para impedir un aumento insostenible de contagio, especialmente en zonas con débiles sistemas de salud.

 

*Catalina Miranda Aguirre es Internacionalista con énfasis en Historia de la Universidad del Rosario. Cuenta con más de cuatro años de experiencia en asuntos de Defensa Nacional, Seguridad Ciudadana, y análisis político-internacional.

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