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¿Permiso para manifestarse?

Por: Isaac Morales Pérez. Coordinador de la línea de seguridad urbana y crimen organizado, Pares.


Es natural que en un país donde no se logren satisfacer las necesidades básicas de la población más vulnerable, esta salga a manifestarse y exigir mayor atención por parte de las autoridades locales y nacionales. El pasado lunes festivo, cientos de colombianos y colombianas salieron a las calles en varias ciudades como Medellín, Cali y Bogotá, con el propósito de manifestarse alrededor de diversos motivos: el mal manejo de la crisis sanitaria, el desempleo y el hambre estuvieron en la agenda de movilización; “prefiero morir por COVID-19 que por hambre” decía uno de los carteles de los manifestantes y parecía ser el sentimiento de muchos.


Algunos sectores se preguntaron ¿por qué se permiten marchas y manifestaciones en medio de una pandemia? pero este no es el punto del asunto, acaso no se ha notado otro tipo de manifestaciones más simbólicas como colgar un trapo rojo en las casas de sectores vulnerables que muchas veces no han sido atendidos; acaso la ciudadanía deben esperar un permiso para salir a manifestar su inconformismo con las autoridades.


Lo que sí es claro es que existe una causa común que debe ser escuchada y a la que se suman ciudadanos de a pie que acompañan y apoyan estas manifestaciones, más allá del riesgo que se vive por el contagio del coronavirus, existe un inconformismo que cala entre muchos.


No se puede desconocer tampoco que hay un antecedente claro y una semilla de protesta social que se sembró el pasado 21 de noviembre, que sigue ahí, echando raíces y abonada por la incompetencia de quienes dirigen las administraciones locales y nacionales. El descontento es generalizado y este tipo de acciones son normales en medio de una deficiencia en atención.


Pero además se puede leer desde un punto de vista más amplio. La ciudadanía en todo el mundo ha iniciado procesos de manifestaciones muy fuertes como los recientemente ocurridos en los Estados Unidos, que no se veían desde finales de los años 60 o las manifestaciones en Hong Kong que aún siguen vivas por su descontento con Pekín. Ni qué decir del sentimiento de descontento social que no ha desaparecido en Chile. La democracia se trata de eso, de participar y permitirle al pueblo expresarse de muchas formas más allá de un voto en una urna.


En agosto, Duque cumplirá dos años en el poder y su gestión ha sido tan cuestionada que su imagen está por el suelo, entre otros escándalos se suman la ÑeÑe Política, un embajador con laboratorio de drogas ilícitas en su finca y una Vicepresidenta con un escándalo oculto por más de veinte años, eso por contar algunos.


Pero además se suma la insuficiente capacidad de Duque y sus ministros para enfrentar la crisis sanitaria, legislando por decreto y delegando responsabilidades para luego lavarse las manos. En definitiva, hay suficientes motivos.


Entonces, si el gobierno nacional y las autoridades locales no asumen una responsabilidad real en términos de asistencia social, un mínimo vital y el fortalecimiento de los sistemas de salud, este episodio se seguirá repitiendo con mayor frecuencia en varias partes del país, no solo en las principales ciudades. En repetidas ocasiones lo he planteado: los saqueos a establecimiento de comercio, motines y marchas, serán más frecuentes producto de este descontento y del hambre.


El hambre no se quita con bolillo y capturas, el inconformismo social no desaparece con buenas intenciones, la respuesta no puede ser represión por parte de las autoridades, se deben llevar paquetes integrales de ayudas, así como en su momento se salvó el sistema financiero, este es el momento de proteger a la sociedad civil.

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