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Protección económica para los más frágiles en la pandemia

Por: Germán Valencia, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia. Fredy Chaverra, Politólogo y asesor en temas de paz.


Estamos en un mundo sistémico, interrelacionado, cohesionado. Esto ha quedado claro con la pandemia del coronavirus que actualmente invade el planeta. La globalización en que estamos inmersos permitió que en pocas semanas el virus chino se expandiera por todas partes y pusiera en riesgo la salud mundial.


Es un relacionamiento que se da tanto en el mundo físico como en la esfera social. Los subsistemas económico, político y social, por solo nombrar algunas de las esferas que lo componen, igualmente se han visto afectados por el SARS-CoV-2. Este virus ha infectado la economía, enfermado los mercados y puesto en crisis la esfera social.


Males económicos como la pobreza, el desempleo y el decrecimiento de la economía se han acelerado en la actualidad. Hoy nuestro país es más pobre, más desempleado y menos productivo que el que teníamos hace un año. La tasa de desempleo que registra la economía actualmente ronda el 21%, que se ubica 11 puntos por encima de ese indicador en el mismo mes del 2019 y significa que casi cinco millones de personas están sin empleo.


Esta enfermedad económica, como también la vive la salud pública, ataca de manera desigual a las personas y sectores económicos. La pandemia ha golpeado con más fuerza a los jóvenes sin estudios superiores, a las mujeres cabeza de hogar y a los trabajadores informales.


Es una enfermedad económica que se dirige con ímpetu a las tiendas de barrio, a los restaurantes, a los hoteles y a las empresas intensivas en mano de obra (cocineros, vendedores, aseadores, etc.).

La pandemia ha desnudado la realidad económica. Ha mostrado que es a los jóvenes a quienes debe apoyarse, para que consigan un empleo; a las mujeres y madres trabajadoras, para que no lo pierdan; y a los sectores intensivos en mano de obra, para que no cierren sus negocios. Foto: Pares.

Es más fuerte con los jóvenes que con los adultos, debido a que la desocupación se concentra en quienes tienen un nivel de educación menor al de bachiller. Es más agresivo con las mujeres que con los hombres, pues mientras el 18,6 de los hombres no tienen empleo en las mujeres es del 25,4 por ciento. Ataca con mayor intensidad a los habitantes de la ciudad y de las Áreas Metropolitana (la tasa de desempleo en las 13 ciudades es del 24,5%, mientras que el promedio nacional llega al 21%). Y, finalmente, son las actividades del comercio, la industria manufacturera y la reparación de vehículos, los sectores económicos más paralizados.


El ataque del virus ha tenido un efecto inmediato en el mercado laboral. Millones de personas han visto cómo sus empleos se han paralizado y perdido sus puestos de trabajo, representando una reducción significativa en los ingresos familiares. Es decir, la inédita crisis de la salud ha puesto al borde del colapso al modelo económico. Es una situación difícil tanto para empleados como empleadores.


Es una situación que, al igual que pasa con la búsqueda de vacunas en la medicina, ha obligado a pensar a los hacedores de política en curas para este mal. El Gobierno nacional, en cabeza de sus ministros y directores de departamento, han tomado durante estos últimos meses decisiones de choque. Las autoridades responsables del gasto y la inversión han buscado que las empresas y trabajadores no pierdan sus empleos e ingresos.


Los tomadores de decisiones vienen realizando políticas dirigidas a ayudar a las empresas formales. Les han concedido tiempo para que realicen los aportes de los sistemas de pensiones y cesantías; les han otorgado créditos y subvenciones para que paguen los salarios; y les han posibilitado a las cajas de compensación que entreguen a sus afiliados subsidios al desempleo. Son medidas dirigidas a las empresas con tres o más trabajadores, a los negocios formalizados.


Pero como se advirtió, la crisis económica opera como el virus en la salud: ataca más a unos grupos poblacionales y sectores económicos que a otros. De allí que las medidas también deberían concentrarse en los grupos y sectores más frágiles. El gobierno debería focalizarse a través de políticas públicas –como lo hace el sistema de salud con las personas de la tercera edad, los niños o personas con enfermedades prescritas– en los sectores poblacionales y económicos más vulnerables.

Estamos hablando de los trabajadores informales, los cuenta propia y los pequeños negocios. Estamos diciendo que deben ser los trabajadores por horas o que tienen empleos temporales, con contratos temporales flexibilizados, los que requieren con más urgencia el apoyo del Estado. Estamos diciendo que los gobernantes y tomadores de decisiones deberían pensar en los más débiles, en los trabajadores que no cuentan con un contrato laboral y que viven de lo que se produce a diario.


La pandemia ha desnudado la realidad económica. Ha mostrado que es a los jóvenes a quienes debe apoyarse, para que consigan un empleo; a las mujeres y madres trabajadoras, para que no lo pierdan; y a los sectores intensivos en mano de obra, para que no cierren sus negocios. Es a ello los que se debe priorizar los gobiernos, es a ellos a los que deberían direccionar los créditos y subsidios.

El gobierno ha confundido los apoyos económicos. En lugar de dirigirlos a las pequeñas empresas y los trabajadores informales, el apoyo se ha entregado a las familias y jóvenes en acción o ingreso solidario, lo que significa continuar con las mismas acciones que se venían tomando antes de la pandemia. Olvidando a las micro, pequeñas y medianas empresas, que ven como en el olvido se aumentan las trabas para acceder a los subsidios de nómina y créditos en el sistema bancario.



El gobierno ha confundido los apoyos económicos. En lugar de dirigirlos a las pequeñas empresas y los trabajadores informales, el apoyo se ha entregado a las familias y jóvenes en acción o ingreso solidario, lo que significa continuar con las mismas acciones que se venían tomando antes de la pandemia. Imagen:Pares.

En conclusión, la pandemia nos evidenció nuevamente la interconexión que hay entre países y sistemas. Nos mostró que una enfermedad física puede ser transmisible al mundo social; que un golpe a la salud pública tiene efectos en todo el cuerpo social. También ha servido para destapar la fragilidad económica de muchos grupos poblacionales, la desigualdad evidente que hay entre los miembros de la sociedad y la necesidad de trabajar en problemas focalizados para ayudarles a tener una vida digna.

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