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Bogotazo del 9S: una policía militarizada

Por: Gonzalo Arcila Ramírez. Colaborador Pares.


El bogotazo de septiembre 9 y 10 puso en evidencia las trágicas consecuencias de una policía militarizada. En Estados Unidos el movimiento Black Lives Matters, surge, entre otros fines, como voluntad de transformar una policía militarizada. Este movimiento ha dado un paso decisivo: ha planteado la necesidad de desfinanciar la policía.


La tesis básica es convertir los recursos locales y federales gastados en mantener ese cuerpo armado, en recursos para financiar colegios, centros médicos, centros de ayuda social y resolución de conflictos. Se trataría de cambiar la policía por comunidades de profesionales que permitan resolver por la vía del diálogo los inevitables conflictos de convivencia que tiene cualquier sociedad y comunidad.


En Colombia deberíamos dar nuestro propio paso decisivo: reformar el ejército y la doctrina que ha orientado su actividad desde el año de 1948. Recordemos que el asesinato de Gaitán y el bogotazo del 9 de abril, se leyó en clave de guerra fría. La ira popular desbordada se le atribuyó a los comunistas y el joven estudiante Fidel Castro que estaba en Bogotá para participar en un evento juvenil, fue a posteriori convertido en el artífice fantasmal del levantamiento.


El ejército colombiano quedó alineado, como tropa de combate contra el comunismo en correspondencia con el Tratado de Asistencia Recíproca que se estableció en la reunión continental que se adelantaba en Bogotá bajo la batuta del general Marshall.


En el año de 1953 el presidente Laureano Gómez comprometió al ejército en la Guerra de Corea. Esa experiencia partió la historia del ejército colombiano. El General Alvaro Valencia Tovar en su libro “Testimonio de una Época”, lo enuncia de modo taxativo. Dice: “Lo cierto es que la historia del ejército contemporáneo se divide en dos épocas. Como nuestras propias vidas. Antes y después de Corea.”1


La élite política y los generales, desde entonces, se han alineado con las siguientes guerras decretadas por el Estado Norteamericano. Se asumió la guerra contra las drogas de Nixon en los inicio de la década del 70. Luego, la guerra contra el terrorismo por los acontecimientos del 11 de septiembre de 2.001. Estas tres guerras: la fría, contra las drogas y contra el terrorismo se le escrituró a las FARC-EP.


En la retórica de la guerra, este grupo fue calificado de comunista, narco y terrorista. Cuando se firmó la paz en el año 2.016, se disolvió en el aire el propósito bélico del ejército nacional. Los últimos intentos de revivir el proyecto bélico han girado alrededor de lo que el expresidente Uribe, su seguidores y el actual presidente Duque llaman el peligro Castro Chavista.


Hoy en aras de la verdad que sana, es necesario clausurar el proceso iniciado en Corea. El ejército de la República de Colombia no puede seguir a las órdenes del Comando Sur y de las veleidades fascistoides del actual presidente de los Estados Unidos Donald Trump y la sociedad colombiana seguir padeciendo la trágica experiencia de una policía militarizada.

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