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Colombia: un nuevo ciclo de violencias

Por: Luis Eduardo Celis. Columnista Pares.


Esta semana conmemoramos cuatro años del histórico acuerdo de paz firmado entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las FARC, una gran noticia esperada y trabajada por décadas.

Este país tiene el desafío de llevar adelante ese acuerdo, de hacer realidad las transformaciones que allí están pactadas, que son las raíces que explican el surgimiento de las FARC: el injusto mundo rural colombiano y la falta de garantías para la competencia política; sobre estas dos grandes falencias se ha montado la economía del narcotráfico, tema que igualmente tiene su lugar en el acuerdo, tres grandes temas, que junto al derecho de las víctimas y la construcción de un referente de verdad, son la sustancia de un acuerdo de paz que por ahora está en el congelador de un gobierno que no tiene interés y compromiso con lo pactado. Solo los temas de justicia, verdad y búsqueda de desaparecidos, que no dependen del gobierno, tienen su dinámica, que igualmente este gobierno trata de asfixiar negándole los recursos que requiere.


La dura realidad es que hay dinámicas de violencia que persisten. Si bien no tenemos el enorme conflicto armado que teníamos hace dos décadas o una década, con la presencia de las AUC y las FARC y donde la geografía de la violencia estaban en cerca de cuatrocientos municipios y en promedio había 500 militares y policías muertos y 1.500 heridos al año, en los momentos más intensos entre 1998-2008, hoy esa geografía está en cerca de 180 municipios y los militares y policías muertos rondan los ochenta al año, siendo aún una cifra horripilante y que hay que tener el propósito de volverla cero.


Estamos en un nuevo ciclo de violencia que tiene nuevas características: más fragmentación de quienes ejercen violencia, las comunidades no saben muchas veces quienes la ejercen, inestabilidad en los mandos, más muertes de civiles que de combatientes y se mantienen otras inercias de los viejos conflictos: búsqueda de rentas, alianzas pragmáticas entre contendores de signos ideológicos contrarios y una demarcación territorial estricta que debe ser respetada, para evitar choques y nuevas confrontaciones, a la par que se siguen disputando territorios y el sufrimiento de las comunidades donde se asientan los armados es una constante.


El Estado es otro actor que participa de las violencias sin capacidad de imponerse, y mucho menos de tener un control democrático del territorio. Solo miles de soldados en muchos territorios que nada logran de manera efectiva. Imagen: Cortesía.

La geografía más dura de este nuevo ciclo de violencia está en el Catatumbo, el Cauca, regiones de Antioquia, en el Pacífico y en Arauca y puede agravarse en Putumayo, Guaviare y Caquetá. Las políticas de este gobierno, empezando por su desconocimiento del acuerdo de paz, que sigue simulando cumplir, la nefasta política contra el narcotráfico y el desinterés por potenciar la participación social en la construcción de paz en las regiones más golpeadas nos deja este preocupante balance.


Esta élite que hoy gobierna no tiene interés en ampliar esta precaria democracia, en las transformaciones que se requieren, no tiene interés en desmarcarse de la fracasada guerra contra las drogas, en cumplir con el parcial e importante reformismo que está en el acuerdo de paz, es construir un sistema electoral y de participación política con rigor y transparencia, todo lo anterior va contra sus intereses.


Este gobierno es un fracaso en los temas de seguridad o quizás no, quizás está en sus prioridades y apuestas, mantener este estado de cíclicas violencias para seguir defendiendo los intereses que representa. Cerrar de manera definitiva estas violencias de varios pelambres, requiere nuevas políticas, gobiernos con interés en transformar las raíces que están en el enorme desafío de construir un mundo rural equitativo y con apoyo de políticas de envergadura, desmarcarse de la fracasada política contra las drogas, incluir regiones, darle fuerza y proteger a las comunidades, todo esto requiere otras fuerzas sociales y políticas con poder.


Si quieren ver más detalles de lo aquí planteado les recomiendo el libro de Francisco Gutiérrez Sanín: Un nuevo ciclo de guerra en Colombia?. Ante el desafío que se mantiene es mejor contar con buenos análisis y contexto histórico, y este libro lo logra.

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