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Juan Camilo Restrepo, otro cambio que no quería hacer Duque

Por: Germán Valencia  Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia 


Es evidente que el gobierno de Iván Duque no quiere avanzar en las negociaciones de paz con los grupos armados organizados (GAO), ni en el cumplimiento del Acuerdo Final. Esta posición quedó ratificada con el nombramiento, en su último año de gobierno, de Juan Camilo Restrepo Gómez en la Oficina del Alto Comisionado de Paz.


El pasado 24 de mayo, el presidente tuvo que meter con rapidez a este nuevo jugador en las ligas de mayores: una persona inexperta en materia de paz y que ocupaba un cargo muy alejado de la negociación política —era viceministro de Desarrollo Rural del Ministerio de Agricultura—; una persona que podrá saber mucho de asuntos legislativos y de justicia, pero que conoce muy poco del tema que exige el puesto que se le llamó a ocupar.


El cambio tuvo que hacerlo Duque después de la renuncia irrevocable de Miguel Ceballos. Este jugador tuvo en sus manos el balón de la paz por casi tres años —desde el 13 de agosto de 2018, una semana después de la posesión de Duque—, pero avanzó poco en la salida negociada al conflicto armado. Esto, en buena medida, debido a que tuvo que compartir su responsabilidad con el habilidoso jugador de punta, Emilio Archila, consejero presidencial para la Estabilización y la Consolidación, quien se encargó de dirigir la ejecución de casi todo en materia del posconflicto y que, por supuesto, se llevó el protagonismo.


El cambio de jugador en su equipo no lo había planeado Iván Duque. Tampoco lo quería hacer. Cuando se dio cuenta del evidente retiro de Ceballos, el director técnico trató de evitarlo asignándole otra labor al comisionado de Paz en el campo de juego: lo envió como asesor en la negociación con el Comité Nacional del Paro, pero lo que hizo con este cambio fue confirmar la salida de su jugador.


Ceballos estaba molesto porque otras personas le habían intentado usurpar su posición como jugador en la defensa de la paz: primero Archila y luego otras personas cercanas a Álvaro Uribe. Estas se habían acercado al Ejército de Liberación Nacional (ELN), a través del Gestor de Paz, Juan Carlos Cuellar, desconociendo el cargo de Ceballos y sin consultarle. El alto comisionado perdía así la única oportunidad que tenía de hacer algo por la paz en su paso público por la Oficina.


Además, no podía cumplir su nueva responsabilidad como vocero oficial del Ejecutivo ante el Comité Nacional del Paro. Desde que se escuchó el nombre de Ceballos en los diálogos se le deslegitimó. Se le señala de ser un jugador que no respeta la palabra y de cometer perfidia en el derecho internacional al haber incumplido los protocolos, firmados con el ELN, de respeto de la delegación de negociación.


Una carta enviada por organizadores del paro nacional —representantes de sectores campesinos, comunidades negras e indígenas— y respaldada por personas como el premio Nobel de Paz, Adolfo Pérez Esquivel, evidencia la poca credibilidad que tenía este funcionario para negociar y el descontento que provocó por el mal trato que le dio al gobierno cubano con la campaña de desprestigio de este país ante el Gobierno de Trump y la Organización de las Naciones Unidas.


A pesar de estas críticas, Duque no quería sacar a Ceballos. Ya los cambios que había realizado en su equipo de trabajo eran muchos: uno más profundizaría la crisis. Ya había salido su ministro de Hacienda, el delantero Alberto Carrasquilla, y la canciller, la centrocampista, Claudia Blum. Y ahora le tocaba cambiar a otro jugador que, aunque poco importante en su estrategia de juego, le quitaba la oportunidad de realizar nuevos cambios en la recomposición del juego.

Entonces Iván Duque llamó a Juan Camilo Restrepo Gómez. No al veterano jugador de la paz que había participado en la Mesa de Negociaciones de Quito con el ELN y que se ha convertido en una figura respetada en materia de economía y política en el país, sino a un joven y desconocido jugador; uno que estaba preparándose en las ligas menores y que tuvo que ser llamado de urgencia para ocupar el lugar dejado por Ceballos.


Restrepo es una persona que entró a la cancha con rechiflas del público. Se le cuestionó su papel en la presidencia de la Asociación de Bananeros de Colombia (AUGURA) —la cual ocupó entre el 2 de octubre de 2014 y el 22 de abril de 2019—. Se considera que durante el tiempo que estuvo allí como presidente realizó varios agravios a la paz, entre ellos: apoyar a grupos paramilitares en la región de Urabá —versión confirmada por Raúl Emilio Hasbún, uno de los exjefes paramilitares de las AUC— y apoyar financieramente a la campaña por el “No” en el plebiscito de la refrendación del Acuerdo Final en octubre de 2016.


En pocas palabras, el director técnico puso al frente a una persona que el público y los aficionados a la paz consideran que no está alineada con el cumplimiento de lo firmado en La Habana. Además, está en contra de importantes temas como la recuperación de baldíos y la entrega de tierras a las víctimas del conflicto armado; asuntos fundamentales hoy en la implementación de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).


Así, Duque, al nombrar a una persona con un conocimiento casi nulo en materia de paz y negociación política y, además, duramente cuestionada por personas defensoras y constructoras de la paz, queda confirmado una vez más el poco interés que tiene el Gobierno Nacional en apostarle a la paz.  Y queda evidenciada, adicionalmente, la dura situación de crisis en que se encuentra en el momento actual con su equipo de trabajo.

En conclusión, el presidente Duque —otrora hábil jugador de futbol—, como director técnico, está en un momento duro. Viene realizando cambios de jugadores de forma obligada e improvisada. Un claro ejemplo fue el llamado que le hizo a Juan Camilo Restrepo Gómez para que asumiera un puesto en el que no tiene experiencia; un novato jugador que se incorpora al equipo en la última etapa del partido —a un año de finalizar— con la pretensión de avanzar en una negociación de paz que, a pesar de tener una delegación del ELN dispuesta a dialogar, no va a avanzar mucho; y un jugador al que, desde varias tribunas, se le abuchea y no se le tiene confianza.

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