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Arauca: sin energía e incomunicada

Por: Luis Eduardo Celis Analista de conflictos armados y de sus perspectivas de superación – Asesor de Pares  

En febrero de 1972 se dio un paro cívico en la intendencia de Arauca. El motivo fue que el invierno se llevó los puentes artesanales que grupos campesinos, con la ayuda de ingenieros militares, habían construido para poder comunicarse con Pamplona y, desde ahí, con los santanderes, la costa y el interior del país. Con aquellos puentes buscaban superar el aislamiento insoportable al que les sometía el hecho de estar en una región de reciente colonización, promovida por los presidentes Alberto Lleras Camargo, Guillermo León Valencia y Carlos Lleras Restrepo, quienes prometieron tierras (las cuales obtuvieron), vías, escuelas y puestos de salud (que se quedaron en los planos de la colonización dirigida, financiada con créditos del BID). Fue una nueva frustración para cinco mil familias campesinas que, huyendo de la violencia y la pobreza, se instalaron en Arauca en esos doce años.

Un joven corresponsal de El Tiempo, Germán Castro Caycedo, escribió dos crónicas los días 20 y 22 de febrero de 1972, tituladas “Colonos Embotellados” y “El Sarare en pie por múltiples problemas”. En ellas describe las deplorables condiciones de las poblaciones colonas, señala las razones de la protesta y critica la acción del Estado. Catro Caycedo hacía énfasis en que “el paro cívico será pacífico” y refería que “decenas de colonos han dicho que en las próximas elecciones nadie ira a las urnas en el Sarare”. En estas crónicas se reflejan las transiciones y las rupturas que se iban a dar en el Sarare: la realización de un paro pacífico y la existencia de una desconfianza respecto al Estado y sus instituciones.

El pasado 4 de julio, el duro invierno que vive Arauca se volvió a llevar los puentes y las torres de energía que llegaron a mediados de los años 80, cuando el departamento se puso en el mapa nacional gracias al más importante yacimiento petrolero descubierto en esos años: el de Caño Limón. Esta fuente de petróleo nos volvió a dar suficiencia y nos permitió volver a ser un país exportador. Fueron los años en que el petróleo araucano aportó fácilmente 8 puntos al PIB; fue una década de bonanza de recursos, recursos que fueron aprovechados para nivelar a Arauca a la media de los indicadores nacionales. Viniendo de muy atrás, de ese petróleo vienen la energía, las precarias carreteras, la infraestructura en salud y educación que se ofertó en los años sesenta y que solo empezó a ser realidad en los años noventa y en el nuevo milenio.

Hoy Arauca está incomunicada. Sin embargo, gracias al trabajo de ISA y Enelar, la empresa de energía regional, el servicio eléctrico regresó desde el pasado viernes 16 de julio. Fueron 12 días de penurias para una sociedad ya golpeada por décadas de violencia y una economía maltrecha. Luego de los años de abundancia (que fue aprovechada por políticos, por guerrillas y por el Estado central, desde donde se pudieron hacer mucho mejor las cosas), hoy la economía araucana no cuenta en las finanzas nacionales y parece que debe buscar su vocación en lo que realmente son sus habitantes: productores agrícolas. Así el petróleo siga presente y se pueda expandir en los próximos años, ya la población araucana sabe muy bien que lo central es su capacidad agrícola y que, si el petróleo les da una mano, pues bienvenida, pero no es lo central. Esperemos que luego de casi cuatro décadas de petróleo hayan aprendido la lección.

Arauca sigue aislada. Eso le impide progresar como lo podría hacer una sociedad organizada, emprendedora y trabajadora. Hay que lograr una buena infraestructura vial que soporte los embates de la naturaleza, fortalecer la protección a la conectividad energética para que las personas no se queden sin este vital servicio y, sobre todo, insistir en que hay un profundo conflicto armado no superado y que sigue siendo una tarea pendiente.

Arauca debe ser protagonista de su desarrollo, de la construcción de un acuerdo de paz con el ELN; debe estar integrada y con posibilidades de progreso económico y social. Todos estos son retos pendientes.



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