
Pocos líderes de izquierda en Colombia suscitan tanto respeto como Iván Cepeda. Su calma, la tranquilidad con la que ha afrontado males que traen tantos daños, como la calumnia y el cáncer, le han dado un halo que puede confundirse muchas veces con el de la santidad. Es hijo del senador Manuel Cepeda Vargas, un símbolo del Partido Comunista asesinado en 1994 por militares mientras salía de su casa en el occidente de Bogotá. Su voz fue una de las pocas que se opuso a una de las afrentas máximas que ha sufrido la democracia en este país, la llegada de los comandantes de las Autodefensas Unidas de Colombia, Ernesto Báez, Ramón Isaza y Salvatore Mancuso al congreso en donde fueron recibidos por una salva de aplausos y honras por parte de unos senadores que habían llegado a ocupar esas curules por la intervención paramilitar.