
En noviembre del 2012, cuando recién se instalaba en la presidencia, Enrique Peña Nieto consideraba que una de las principales amenazas que tenía México no era el Chapo Guzmán, ni el Cartel de Sinaloa sino los normalistas de Ayotzinapa. La escuela se llama Raúl Isidro Burgos y se creó en 1926 junto con otras 35 normales rurales que tenían como función principal formar profesores. Eran, más que escuelas, gobiernos estudiantiles, autónomos, con sus propias reglas. Durante la presidencia de Lázaro Cárdenas (1934-1990) se introdujo en las normales rurales el marxismo-leninismo. Después de la represión vivida en lo que se conoció como la masacre de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968, en donde el ejército asesinó en la Plaza de las tres culturas a un número indeterminado de estudiantes que puede ir entre los 300 y los 500, estas escuelas se redujeron a la mitad.

Pero de un momento a otro la represión se hizo una forma de gobernar. Desde que en el 2006 el gobierno mexicano decidió implementar “La guerra contra las drogas” las masacres se dispararon y los estudiantes pagaron su insolencia. En diciembre del 2011 los normalistas de Ayotzinapa bloquearon en protesta la autopista México-Acapulco. Llegaron 61 policías federales, 73 de la Seguridad Pública estatal y 34 ministeriales: 168 efectivos armados contra 300 estudiantes sin un arma. El resultado de la confrontación fue el asesinato de dos estudiantes de la Ayotzi y una docena torturados. Aunque la justicia encarceló por unas horas a nueve policías, unas horas después los dejaron libres. Un año después uno de los jefes de los carteles de la droga de Guerrero les advirtió a los normalistas “Los vamos a quemar vivos”.

La CIDH juntó pruebas y mostró la ineptitud en la investigación. Ni siquiera pidieron ver las cámaras de seguridad dentro de la terminal de Iguala. Además intentaron tapar el papel que cumplió el ejército en esa noche del 26 de septiembre del 2014, patrullando calles, controlando la escena, no interviniendo. La calle Juan N Álvarez, donde ocurrió la primera balacera, estaba a unos pocos metros de uno de los dos batallones que estaban apostados en Iguala. Estaba claro que el ejército se había cruzado de brazos. En el 2018 Andrés Manuel López Obrador se hizo elegir prometiendo esclarecer la verdad. Estableció una Comisión de la Verdad y todo apuntaba a señalar a oficiales del ejército como uno de los culpables de la desaparición. Estaban a punto de destapar una olla podrida cuando AMLO dio un bandazo y protegió a los militares.