
La oposición se la puso fácil a Gustavo Petro en la instalación de la cuarta y última legislatura del cuatrienio. El presidente se adueñó del micrófono por cerca de dos horas y media y fue desgranando una a una las cifras que favorecían su mandato comparando los datos con los de su antecesor Iván Duque. La oposición presentó cuatro voceros o, mejor, tres voceras y un vocero que, en cincuenta minutos, cada uno por su lado, se dedicaron a resaltar los errores del gobierno sin pararse en las cifras enunciadas por el mandatario.
Insistía Petro que estas cifras eran realmente buenas y se detenía en señalar que Duque había dejado la inflación y el desempleo por encima del 10% y la agricultura hacía muchos años no registraba un saldo tan positivo y a eso se agregaba el repunte de la actividad industrial.
La política es así. Al gobierno le corresponde exaltar las cosas que le favorecen e ignorar o minimizar los errores y las cosas que lo perjudican; y la oposición está en su legítimo derecho de exaltar los errores y los factores negativos y al tiempo ignorar los aciertos y las cosas que por acción o por suerte están saliendo bien.
Hace dos o tres meses estuve en una animada tertulia, de sábado en la tarde, en las manos de un gran anfitrión que nos atendía con deliciosas viandas y licores; concurrían allí empresarios, lideres gremiales, periodistas de renombre, algunos intelectuales y altos mandos de la Fuerza Pública; la reunión transcurría en un ambiente de gran preocupación por el futuro de Colombia y algunos de los asistentes pintaban un país que había entrado en un azaroso y oscuro túnel; hasta que tomó la palabra Juan Daniel Oviedo, quien está abriéndose paso como candidato presidencial, después de haber sido director del DANE en los tiempos de Iván Duque; les dijo Oviedo que con ese discurso tremendista no se podía enfrentar a Petro y a la izquierda, que muchas de las cifras económicas y sociales favorecían al gobierno; que Petro tenía, eso sí, un grave Talón de Aquiles en el déficit fiscal, en el crecimiento de la deuda externa y en la incapacidad para concertar sus ambiciosas reformas sociales.