Crónica Pares #21N
#21N – El río palpitante
Por: Sergio Saavedra
“A menudo silban balas o es tal vez el viento que silba a través del techo desfondado. En esta casa los vivos duermen con los muertos, imitan sus costumbres, repiten sus gestos y cuando cantan, cantan sus fracasos”.
Estos versos de María Mercedes Carranza hablan del tedio de una sector de Bogotá al que históricamente le han dado la espalda. Un sur inmenso le dijo al país que no solo está para trabajarle a la clase alta de la ciudad capital, sino que es el corazón laburador que mantiene a flote a la ciudad de los casi 10 millones de habitantes.
Un Ojo al Sancocho —como el festival popular— fue el mensaje desplegado desde tempranas horas de la mañana del jueves #21N, día al que el uribismo le rezó para que el más facho de los santos —como le dicen popularmente a San Pedro- hiciera de las suyas para mitigar las voluntades populares. Sin embargo, ni el agua, ni el gas, ni las amenazas mediáticas días antes del paro, pudieron con el aliento social.
Marchó un río palpitante, cantó, putió, sudó… rigores de una marcha que no fue doblegada. Ausencias que se hicieron presentes, no eran miles como titularon los telediarios, eran millones porque marcharon ausentes que no volvieron a casa. Millones de ausencias que le fueron arrebatadas a los Ramírez, Rodríguez, Jiménez, a los cualquiera o a los nadie como nos ven. Con ese ímpetu —muy a pesar de la estigmatización— es río que gritó ¡Dignidad!
La Colombia arrimada, como se empecinó en ver el Estado, cocinó la mezcla que se concentró en La de Bolívar. Afros, indígenas, obligados al pavimento. Música, grafos, calcas, banderas, colores. La protesta se hizo fiesta, se hizo murga indignada. La muchachada, al hombro se cargó la historia, con más corazón y garra ambientaron una marcha que resultó histórica.
En la plaza, el clima invitaba a irse, pero esta es una ciudad acostumbrada a lo agreste, a la incertidumbre, al hueso de los huesos pero no en el pecho; y se mantuvo. Una angustia, como en Rodrigo D. se apoderó de la plaza. Iván D, así no hay futuro.
#21N El Esmad se robó una marcha pacífica
Por: Daniela Quintero
Los ánimos encendidos en la Universidad Nacional de Colombia los viví desde las nueve de la mañana. Varios grupos de estudiantes se aglomeraron en sus respectivas facultades preparándose para la marcha en el marco del Paro Nacional: pancartas y arengas alusivas al “paquetazo de Duque”, al rechazo del asesinato sistemático de líderes y lideresas sociales y en general el mal gobierno, dieron la apertura a este gran movimiento.
Pasadas las diez comencé a caminar por la calle 26 de Bogotá con todos los jóvenes universitarios, con profesores y con la guardia indígena con el fin de llegar hasta el Parque Simón Bolívar. Entre bailes y al compás de los redoblantes disfrutaba del cubrimiento periodístico en medio de la movilización pacífica.
Así pasaron un poco más de tres (3) horas en las que todo transcurrió con normalidad. Pero los helicópteros de la policía parecían advertirle a la marcha que no siguiera. A la altura de la Av 68 se había acordado girar para llegar al punto final, pero no fue posible, a pesar de que la intención nunca fue llegar al Aeropuerto El Dorado. Una, dos, tres y muchas más aturdidoras y gases lacrimógenos lanzados de forma indiscriminada rompieron la marcha. Caos total, en el que miles de manifestantes corrían en medio de la muchedumbre. Error, allí no había mucho espacio para estar a salvo.
Un grupo de cientos de estudiantes quedó sobre la avenida 68. otros quedamos en la calle 26, mientras se escuchaba el clamor de los y las jóvenes: ¡sin violencia, sin violencia! Acto seguido el ESMAD lanzó más gases y continuó el caos, originado -puedo decirlo- del lado de la fuerza represiva. Me sentí acorralada, éramos miles tratando de resguardarnos en algún rincón. Unos corriendo, otros enfrentándose al Esmad, otros reportando lo sucedido, y en todo caso, pude ver que nadie logró contener la furia y el miedo. Piedras, aturdidoras, gritos, ahogos.
Frente al Paro Nacional del #21N, el gobierno militarizó ciudades, acuarteló el ejército, cerró las fronteras y realizó allanamientos a colectivos artísticos. Foto: Pares
En un segundo momento pensé que iba a ser alcanzada por una de las balas de goma porque a las afueras del Centro Comercial Gran Estación continuaron los tiros. Entonces empecé a correr hasta el interior del establecimiento, que al final fue clave para detener la arremetida del escuadrón. Adentro muchos, hablo por todos y todas, nos sentimos aliviados. Al final se escuchó una arenga «Viva el Paro Nacional, el pueblo no se rinde, carajo». Más gases llegaron hasta el interior del lugar. Ese día, la desmedida reacción policiva no dejó terminar la movilización. Sin embargo, el Paro sigue.
#21N Un toque de sartén
Por: Carlos Castelblanco
Juntos, mis vecinos y yo, desterramos a cacerolazos el silencio de la noche del #21N. Ese jueves, desde las primeras horas de la mañana ya habíamos descubierto a lo largo de la carrera séptima de Bogotá, sobre las trochas del corregimiento de El Pital, en el municipio de Caldono, por la Avenida Ambalá de Ibagué o en cada esquina arbolada del parque de las Luces de Medellín, que hay una Colombia indignada y herida por el mal gobierno. Fuimos miles y miles que caminamos y bailamos y nos sentamos por momentos en un andén a soñar un país mejor. Y después llegó la noche.
Golpear una olla o cacerola con una cuchara fue una idea que surgió en Francia, en 1830, por opositores al régimen del rey Luis Felipe, y se convirtió en una costumbre popular para demostrar la desaprobación frente a la autoridad. Y fue en Latinoamérica donde el cacerolazo tomó una nueva dimensión como forma de lucha pacífica. Durante la dictadura militar argentina se hizo común esta costumbre, así como durante las protestas del 2001 contra el presidente Fernando de la Rúa. Mandatarios españoles como Mariano Rajoy y José Luis Aznar sufrieron este método de protesta. Y ahora el turno le correspondió a nuestro presidente Iván Duque.
Y sobre el letargo de Colombia cayeron la noche y los golpeteos de un histórico sartenazo contra el mal gobierno de Duque. Ese #21N a las 8 pm comenzó a repiquetear la olla: «Este es un gobierno represivo y aliado con la corrupción. Este es un gobierno que se hace el ciego frente a la avanzada militar, paramilitar y mafiosa contra las comunidades de los ríos, de las costas y los bosques del país. Este es un gobierno que ha entregado territorios al dominio del narcotráfico y a las empresas que le han servido de fachada para que pueda presentarse en sociedad.» Eso decían las ollas, una y otra vez y a lo largo y ancho del territorio.
Desde la calle o desde las ventanas de las casas, un histórico cacerolazo se tomó a Colombia al terminar la jornada del #21N. Fue una manifestación fuerte en Bogotá, Cartagena, Barranquilla, y en ciudades tradicionalmente uribistas como Neiva y Medellín. Foto: Pares
Y a través de las manos, sobre los hombros y en las consignas de los ciudadanos que recorrimos esa noche del #21N las calles de nuestros barrios y de nuestros municipios golpeando una cacerola, clamaron las comunidades que no pudieron ofrecer ninguna resistencia ante la muerte. En esta ceremonia nueva para el país nos encontramos gentes dedicadas al trabajo diario, cansadas del mal gobierno de Iván Duque Márquez y sus uribistas, de su indolencia, de su ignorancia. Hombres y mujeres cansados de vivir remando río arriba manteniendo a una clase dirigente que nos desprecia. Pero por unas horas seguiríamos siendo felices en un histórico día, el #21N. Con una cuchara y una olla entre las manos interpretamos un himno a la alegría, a la dignidad. Presidente Duque, la sinfonía del sartén aún no termina, carajo.
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