Por: Iván Gallo - Editor de Contenidos

Ocho días antes de que lo asesinaran José Antequera estaba dando unas conferencias sobre derechos humanos en una universidad en Montería. Allí un agente del DAS que lo conocía desde sus días de juventud en Barranquilla le advirtió “Hermano, usted no puede salir de acá. Lo van a matar hoy mismo, descubrimos el plan” Así que tuvo que esperar toda la noche en el claustro y salir en las primeras luces del día fuertemente custodiado. En ese momento, finales de febrero de 1989, ya habían sido asesinados 710 miembros de la Unión Patriótica. Al llegar a Bogotá las noticias no eran buenas. Maria Eugenia, su esposa, le contó que habían asesinado en esa mañana del 27 de febrero a Teófilo Forero, quien fungía como secretario nacional del Partido Comunista. Esa noche fueron al velorio. En ese momento se enteró que sería el reemplazo de Forero como líder comunista. Un nudo se le hizo en la garganta a María Eugenia.
A José lo había conocido en 1974, cuando ella estudiaba derecho y él recién llegaba de Europa. Era un niño bien de Barranquilla, hijo de un reconocido abogado y ella había nacido en Popayán pero su familia la llevó a vivir a Barrio Abajo en Curramba. Era un niño bien pero no le gustaban las injusticias, por eso gritaba verdades en la OIT. Una tarde de ese año hubo manifestaciones frente a la universidad del Atlántico. José y Maria Eugenia fueron detenidos y los metieron en una tanqueta de la policía. Allí se enamoraron.
Tuvieron dos hijos y se fueron en 1979 a Bogotá, a vivir al barrio Timiza. José, mientras luchaba por un mundo mejor, no se ocupaba de las cosas prácticas como por ejemplo mantener con un sueldo a su familia. De eso se encargaba María Eugenia. En los ochenta se intensificaron las luchas sociales y en 1985 Belisario Betancourt le dijo sí a entrarle con toda a un acuerdo de paz con las FARC. Nace entonces en ese año la Unión Patriótica, un movimiento que servía para probar que la lucha armada podía quedar atrás a la hora de pensar en el cambio que necesitaba el país. También había una salida democrática. Sin embargo grupos paramilitares y narcotraficantes como Gonzalo Rodríguez Gacha, a quien le corría por las venas la sangre de la ultraderecha, decidieron jurársela a los miembros de la UP. El plan era exterminarlos. En 1987 asesinaron a su máximo dirigente, Jaime Pardo Leal. Un año después se realizó en Colombia la primera elección popular de alcalde. En el rico pueblo de Segovia, en Antioquia, bendecido por la prosperidad -y la avaricia- que trae el oro, eligió a una mujer miembro de la UP como alcaldesa. La respuesta de los grupos paramilitares fue realizar una masacre donde murieron 55 personas. Ahí les dejaban claro el mensaje. No había oportunidad “para esos guerrilleros de mierda”.
Con ese tipo de mensajes le llegaban los sufragios a José Antequera. Ya vivían en el barrio Pablo VI y creían que, si bien a esa altura de 1989, ya habían sido asesinados 710 miembros de la colectividad, la muerte no los tocaría. Por eso elevaba su voz, sin ningún miedo y más firme que nunca, contra los grupos paramilitares que azotaban lugares como el Magdalena Medio.
El 3 de marzo de 1989 José Antequera se disponía a tomar un avión hasta su ciudad, Barranquilla. En la sala de abordaje se encontró con el entonces precandidato liberal a la presidencia Ernesto Sampér. Cinco hombres dotados de metralletas dispararon sobre Antequera. Algunas balas alcanzaron a herir a quien fuera en 1994 presidente de Colombia. Antequera fue impactado 27 veces. Lo alcanzaron a llevar de urgencias a un hospital pero los médicos no pudieron hacer nada.
Las investigaciones sobre su asesinato no llegaron a ninguna parte. En el 2023 el Estado Colombiano fue declarado culpable del delito de genocidio contra los miembros de la UP. Se estima que en total fueron 5.000 las personas asesinadas por haber militado en ese partido. Su hijo, José Darío Antequera Guzmán, ha sabido mantener su nombre vivo. Porque José Antequera está más vivo que nunca.
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