Por: Redacción Pares
En 1903, décadas antes que los barbudos de Fidel Castro dieran una de las lecciones de dignididad que más recuerda la historia, el gobierno de Cuba le cedió en un arriendo a perpetuidad la base de Guatánamo. Recién triunfó la revolución, el 1 de enero de 1959, desde esa base se realizaban actos de provocación por parte de los soldados asentados allí al lado cubano, les tiraban piedras, se bajaban los pantalones, bailaban. Necesitaban que las tropas cubanas reaccionaran para iniciar una confrontación inmediata que sería devastadora para Cuba. Era plena guerra fría. Cuba era considerada el satélite de la Unión Soviética ubicado a noventa millas de las costas de Florida.
Con el tiempo Guantánamo se ha convertido en una especie de monumento infausto que plasma los horrores de la intervención norteamericana en el continente. Durante la crisis de los 90, cuando, al desaparecer la URSS Cuba quedaba desprotegida, desfinanciada y a la vez bloqueada, se generó lo que se considera como “la crisis de los balseros” y era que cubanos, desde la isla, buscaban llegar en cualquier cosa que flotara hasta las costas gringas. Guantánamo fue un refugio en donde muchos fueron recibidos. Bueno, en realidad donde fueron muchos recluidos. Y es que, apenas cruzaban los límites cubanos y entraban a aguas norteamericanas, eran inmediatamente detenidos y enviados a Gúantanamos que se convirtió a finales del siglo XXI en un inmenso centro de detención a donde no sólo iban cubanos sino haitianos.
Pero todo cambió después de los atentados al Word Trade Center, el 11 de septiembre del 2001. A partir de allí el presidente George W Bush desató la lucha antiterrorista. Un año después se declaró a Guantánamo como el centro de detención de terroristas durante la guerra contra el terror. Allí llegaron miles de personas detenidas en Afganistán o Irak y fueron torturados hasta el 2008 cuando bajo el mandato de Barack Obama, se mandó a parar. Desde entonces se convirtió en un sitio para darle cobijo a migrantes que fueran rescatados en el mar. El gobierno Biden fue enfático en afirmar que este lugar “No es un centro de detención, ninguno de los migrantes están allí detenidos”. Las alarmas estaban disparadas ya que organismos sociales señalaban al lugar de estar manchado con la infamia de la tortura.
Hace años no se pronunciaba la palabra Guantánamo para referirse a una idea monstruosa. El nuevo presidente, Donald Trump, volvió a darle ese acento siniestro a la palabra. Obsesionado con sacar hasta el último inmigrante en condición irregular del país, propuso la instalación de 30 mil camas para enviar a ese lugar a inmigrantes que son considerados como delincuentes peligrosos. Además, después de la lección de dignidad que dio Petro al no aceptar dos aviones donde venían 115 colombianos encadenados, expulsados por su condición de irregularidad, Trump ya “no confía “ en la determinación de sus países de origen para recibirlos. Así que tomará, según él “el toro por los cuernos” y se dispondrá a convertir en Guantánamo en lo que parece ser un campo de concentración.