Por: Centro de Pensamiento para la Transición Energética

En la historia reciente de Colombia, la lucha por la equidad de género y la participación de las mujeres en procesos decisorios ha cobrado cada vez más relevancia. El sector energético, durante décadas asociado a roles mayoritariamente masculinos, comienza a transformarse en sintonía con la Transición Energética Justa (TEJ) que impulsa el país. Si bien los retos siguen siendo enormes, las iniciativas académicas, gubernamentales y comunitarias vislumbran un camino que privilegia la inclusión y reconoce el aporte fundamental de las mujeres en la construcción de un futuro sostenible.
En el marco de la Ley 2099 de 2021, conocida como la Ley de Transición Energética, Colombia se comprometió a impulsar proyectos de Fuentes No Convencionales de Energía Renovable (FNCER). Desde el año pasado, varios de estos proyectos han incorporado un componente de equidad de género, respondiendo en parte a lineamientos del Ministerio de Minas y Energía que buscan elevar la participación de las mujeres en el sector. De acuerdo con datos compartidos en una crónica de Revista Semana (2025), el 30% del personal técnico en nuevos parques solares del Caribe colombiano son mujeres, un porcentaje inédito hasta hace unos años. Aun así, es claro que el país debe aspirar a aumentar esa cifra, especialmente en cargos de dirección y toma de decisiones.
Ahora bien, la experiencia de “comunidades energéticas” es otro frente en el que la participación femenina sobresale. Según un artículo de El Tiempo (2024), organizaciones como la Red de Mujeres por la Energía y el Ambiente (RMEA) han impulsado talleres de formación para líderes comunitarias, fomentando su rol en la planeación y administración de proyectos de autogeneración. Desde la perspectiva de estas mujeres, la TEJ no solo consiste en dejar atrás los combustibles fósiles, sino también en garantizar que los beneficios económicos y sociales de la energía limpia se distribuyan equitativamente. Muchas de ellas han asumido cargos de coordinación en emprendimientos colectivos que van desde la fabricación de estufas eficientes hasta la gestión de granjas solares.
Por su parte, diversas instituciones académicas han comenzado a investigar el nexo entre género y transición energética. En la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, un grupo interdisciplinario publicó un estudio a mediados de 2024 que documenta cómo la inclusión de mujeres en proyectos eólicos mejora la adaptación de la infraestructura a las necesidades de la comunidad local. El estudio refiere que, al visibilizar las tareas de cuidado y el uso doméstico de la energía, se optimiza el diseño de las instalaciones, se reduce el riesgo de conflicto social y se promueve la sostenibilidad a largo plazo.
No obstante, la brecha de género persiste. En el sector minero-energético, alrededor del 22% de los puestos de trabajo son ocupados por mujeres, según cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). A esto se suman obstáculos como la falta de acceso a créditos y apoyos estatales, las dificultades de movilidad en zonas rurales y el estereotipo de que los oficios relacionados con la electricidad y la ingeniería son “masculinos”. En consecuencia, el impulso a la formación técnica y profesional de las mujeres resulta fundamental para acelerar el cambio.
La Transición Energética Justa, entendida como la sustitución gradual y equitativa de combustibles fósiles por energías renovables, puede, pues, convertirse en una oportunidad para reivindicar el rol de las mujeres en la construcción de un país sostenible. En palabras de líderes comunitarias entrevistadas por Semana, la equidad de género fortalece la innovación y potencia el impacto económico y social de los proyectos energéticos. Además, las mujeres suelen liderar iniciativas de economía popular y de cuidado ambiental, promoviendo un uso más racional de los recursos.
A propósito del Día de la Mujer, resulta urgente reconocer que la participación de las mujeres en la transición energética no es solo un asunto de justicia social: es una condición necesaria para el éxito de los proyectos de energía limpia y para la adopción de tecnologías acordes a las realidades locales. Dar espacio y recursos a las mujeres en la toma de decisiones, la capacitación y la investigación de nuevas fuentes de energía, se traduce en propuestas más inclusivas y en territorios más resilientes.
En última instancia, el rostro de la transición energética en Colombia se pinta con el liderazgo de miles de mujeres que, desde distintos rincones del país, iluminan el camino hacia una matriz energética menos contaminante y más justa. Su compromiso y visión plural continúan demostrando que sin equidad de género no hay transformación real, y que el futuro energético de Colombia es también el futuro de sus mujeres.
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