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Por: Francisco Daza - Coordinador de la Línea Paz , Seguridad y Derechos Humanos




El 2025 recibe a la población colombiana con una oleada de violencia provocada por el ELN en la subregión del Catatumbo, en Norte de Santander. Esta situación ha generado un impacto humanitario en su población que es inédito para los años posteriores a la firma del Acuerdo de Paz de 2016 con las Farc-EP. En el boletín No. 6 de la gobernación de Norte de Santander, en el que se hace una balance de las afectaciones humanitarias del Catatumbo, se registra que, al 26 de enero de 2025 había 40 víctimas de homicidio, 12 firmantes de paz desaparecidos, 48.004 personas desplazadas, 25.011 personas confinadas y más de 19.000 personas ubicadas en alojamientos temporales. 




Como era de esperarse, las acciones violentas del ELN tuvieron eco en la mesa de negociación con esta guerrilla. El presidente Gustavo Petro anunció la suspensión del este proceso, que buscaba revitalizarse a finales de enero tras múltiples crisis que habían dejado en puntos suspensivos la apertura del séptimo ciclo de negociación. Esto sin lugar a duda es un duro golpe para la política de paz total, que tras dos años de puesta en funcionamiento ha tenido, por un lado, la apertura de nuevos tableros de negociación durante el año 2024 pero por el otro, diferentes traspiés, desde el descrito acá en el proceso con el ELN hasta las divisiones internas que tuvo el Estado Mayor Central (EMC) y que abrió un nuevo escenario de confrontación armada no previsto por el gobierno nacional. A estos y otros antecedentes que han empañado la paz total y a lo que ocurre actualmente en la subregión del Catatumbo se suma que, de forma simultánea, se han presentado durante lo corrido de enero,  confrontaciones armadas en diferentes zonas del territorio nacional.



En el monitoreo realizado por la Fundación Paz & Reconciliación encontramos que además de las acciones armadas del ELN en el Catatumbo, se han presentado, casi de forma simultánea al 22 de enero de 2025 al menos 14 combates que involucran a esta guerrilla y otros grupos armados organizados así como a la Fuerza Pública.


La concentración de estos combates se da en zonas del territorio nacional en las que hay una consolidación territorial de los grupos armados durante los últimos años: el departamento de Arauca, bastión del ELN; el departamento del Cauca, epicentro de las acciones armadas del EMC a través del Bloque Occidental Jacobo Arenas; el Sur de Córdoba y Sur de Bolívar en donde el autodenominado Ejército Gaitanista de Colombia también conocido como Clan del Golfo se ha irradiado desde el Bajo Cauca Antioqueño; el departamento de Guaviare escenario del nuevo conflicto entre las facciones de alias “Iván Mordisco” y alias “Calarcá”; el departamento de Nariño, en el que la Segunda Marquetalia ha encontrado una base de operaciones en el suroccidente del país, el departamento de Valle del Cauca en dónde el EMC se ha posicionado a partir de su proceso de expansión desde el norte del departamento del Cauca y, finalmente, en el departamento de Magdalena, también nodo central de las operaciones de las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra en el caribe colombiano. La paz total tiene un 2025 crucial y cuesta arriba. Finalizando el primer mes del año, además de los confrontaciones armadas descritas se suma la oleada de violencia que viven varias regiones de Antioquia por cuenta del enfrentamiento entras las EGC y la alianza entre el Frente 36 y el ELN. También el suroccidente del país cierra el mes con los combates entre el Ejército Nacional y la Columna Móvil Franco Benavides en Nariño que ha dejado múltiples familias desplazadas a lo que se suma la muerte de alias “el Mocho”, comandante del Frente Carlos Patiño en el departamento del Cauca. En el horizonte de este panorama nacional de confrontación armada con el que inicia el 2025, se encuentran los desafíos propios de cada mesa de negociación con grupos armados, que complejizan mucho más la salida negociadas del conflicto que rodea el espíritu de la paz total.


Este escenario es sin duda, la antesala del pulso político que inicia en 2025 en el marco del periodo preelectoral. Los avances y retrocesos de la paz total durante este año serán moneda de cambio para los réditos de sectores de gobierno y oposición para el 2026, en un contexto actual que está favoreciendo a estos y que alimenta gradualmente el mensaje de Plomo es lo que vino.

 

 

 



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