Por: Iván Gallo - Editor de contenido
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En Valledupar están orgullosos del colegio nacional Loperena. Su belleza, que le ha valido para ser reconocido como un “monumento nacional” ha despertado la inspiración de cantantes vallenatos. Hay un verso que dice:
Como cantan los poetas a sus novias canto yo
para ti oh ¡Loperena! cual si tu fueras un Dios
Así de desbordada es el alma vallenata. Y de agradecida. Antes del Loperena no había nada. Valledupar era un villorrio de casas de adobe en donde sus hijos, para querer ser algo en la vida, tenían que ir hasta el colegio Pinillos de Mompox, o al liceo Celedón de Santa Marta. Pero esto cambió en 1942 cuando el Loperena abrió sus puertas. En sus primeros años fue un puente seguro para ingresar a la universidad. Antonio Sanguino, a finales de la década del sesenta, era una de esos muchachos que soñaba con entrar a ese colegio. Su familia acababa de llegar de Ocaña, norte de Santander. Y ahí en sus pasillos empezó su fervor por la lectura, la poesía y el vallenato. Sanguino es uno de tantos bachilleres destacados que han salido de esta institución. Pero no sólo aprendió de las ciencias de los hombres sino de sus inconformidades. Su alma de luchador se fue forjando en sus pasillos.
Y no paró. Mientras estudiaba sociología e historia en Bucaramanga se fue acercando a las luchas sociales a través del Frente Estudiantil Sin Permiso que se transformaría en A Luchar, un movimiento que tendría entre sus filas a pensadores políticos tan destacados como Toño López y León Valencia. Sanguino fue moldeando, junto a ellos, este grupo, un poco olvidado en nuestros días. Fue creado en 1984 por sindicalistas, estudiantes, líderes campesinos y algunos miembros de grupos clandestinos de izquierda que habían visto en él la posibilidad de hacer un cambio en el país sin tener que recurrir a otra arma que no fueran las ideas. Tenían las propuestas claras, entre ellas realizar una Asamblea Nacional Popular que se convirtiera en una llave para abrirle las puertas de la democracia a rincones de Colombia olvidados. Hicieron campañas políticas innovadoras como El pueblo habla, el pueblo manda, y apoyaron la idea de realizar una nueva constituyente. Fueron innovadores y coherentes y eso muchas veces se paga con la vida.
Sus luchas siempre han tenido que ver con la paz. Por eso fue uno de los fundadores de la fundación Nuevo Arco Iris, artífices de la investigación que cambió el rumbo del país: la parapolítica. En pleno fervor uribista su trabajo, junto a jóvenes investigadores como Claudia López, Laura Bonilla, Mauricio Romero y León Valencia, le quitó la careta al uribismo. Ellos acuñaron un término que se convirtió en uno de los elementos con los que senadores como Gustavo Petro, combatieron la infamia de haber visto en el congreso a tres comandantes paramilitares siendo aplaudidos con fervor.
Si, Sanguino ha sido concejal, gracias a sus luchas en lugares de Bogotá deprimidos como Usme y Engativá, luchó por los derechos de la población LGBTIQ+, fue precandidato a la alcaldía de Bogotá y senador en el 2017 con 22.300 votos.
Alto y flaco, con la elegancia de una espada, Sanguino es de esos políticos que no suelen perder la calma con facilidad. Su seguridad va a ser vital en su nuevo reto, el de ser el ministro de trabajo de Gustavo Petro. Llega en un momento de crisis dispuesto a realizar, en 18 meses, las ambiciones metas por las que el presidente y él mismo han sabido luchar toda su vida.