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Catatumbo 77 días de horror y olvido

Por: Redacción Pares-Enlace territorial Catatumbo



El 7 de febrero del 2025 el presidente Gustavo Petro decididó televisar un consejo de ministros que, para muchos de sus integrantes, sería el último. Con un informe detallado, hecho por Armando Benedetti, su nuevo jefe de despacho en ese momento, le endilgaba la responsabilidad del fracaso de varias de sus políticas banderas a sus asesores más inmediatos. Al regaño se sumaba la indignación que generaba que Benedetti, una figura que no tiene nada que ver con el progresismo y sobre la que pesan varias acusaciones de maltrato de género, estuviera sentado al lado del presidente. Estos encontronazos generaron la salida de varios ministros como el de cultura, Juan David Correa o la de ambiente, Susana Muhamad, además de la del director del DAPRE. En su afán por defender a Benedetti Petro también se fue con todo contra algunos de sus funcionarios más leales como Gustavo Bolívar. Lo que pocos recordaban era la razón de ser de ese consejo: hablar de la crisis que afectaba y sigue afectando al Catatumbo.

 

A partir de allí no sólo los medios tradicionales sino también el gobierno decidió pasarle página al capitulo y poner otro tipo de agendas. Pero el conflicto sigue vivo. La guerra entre el ELN y el Frente 33 de las FARC sigue causando muertos y desplazamientos. Según el boletín número 53 sacado desde el PMU del Catatumbo, con corte al 17 de marzo del 2024 -60 días después de que empezaran los conflictos- este es el balance de víctimas: 86 homicidios, de los cuales siete son firmantes de paz, 3 líderes sociales, 72 particulares y cuatro menores de edad. Los firmantes también tienen 6 de sus miembros desaparecidos.

 

Hay 58.052 desplazados, de ellos 30.093 están en Cúcuta. Al principio de la contingencia el epicentro de las ayudas que recibían estas personas era el estadio General Santander, conforme han pasado los días estas han sido repartidas en algergues, algunos improvisados en carpas como el del Trigal del Norte, en donde la gente sufre por la inclemencia climática, 12.081 están en Ocaña, una de las grandes ciudades que colindan con el Catatumbo. Los niveles de confinamiento también son preocupantes. Son 19.468 las personas que no pueden salir de sus casas en el Catatumbo. Su capital, Tibú, tiene el 48% de confinados con 8.510. Teorama cuenta con 6.000 confinados y El Carmen con 3.750. Se han entregado a la justicia de manera voluntaria 157 personas. Sólo del ELN se han entregado tres de sus miembros.

 

Las últimas noticias que llegan desde el Catatumbo gracias a nuestros enlaces territoriales hablan de una contraofensiva del frente 33 de las FARC en donde han podido recuperar algunas de las zonas que le quitó el ELN desde el 15 de enero. Este fortalecimiento del 33 tiene que ver con el apoyo que han recibido de otras disidencias que operan en el Magdalena Medio y Antioquia. El foco de los enfrentamientos se han centrado en el corredor terrestre entre Versalles y el kilómetro 19 vía Tibú. En este ataque ocurrido el pasado 19 de marzo se registraron tres personas muertas. A la ofensiva del frente 33 se suma la acción del ejército quien le ha venido propinando golpes al ELN. El ejército también se ha ido contra las disidencias FARC. El pasado jueves le incautaron un considerable arsenal de guerra.

 

En la contraofensiva del frente 33 de las FARC los civiles también se han visto afectados. El pasado 19 de marzo el enlace territorial de esta fundación en el Catatumbo informó la retención de un líder comunitario de Ascacamcat.

 

El ELN ha respondido a través de ataques con francotiradores. De esta manera asesinaron a soldados a finales de febrero en zona rural de Teorama e hirieron a otro uniformado en la base militar de la Esmeralda, municipio de Convención. También se registró el 14 de marzo el asesinato de dos hombres en el área urbana de Tibú. El ELN estaría detrás de la serie de asesinatos selectivos que se están dando en las últimas semanas en este municipio.

 

Es bueno recordar el hecho de violencia más escabroso que ha sucedido en el Catatumbo y que fue el disparador de este nuevo capítulo de guerra.

 

Se llamaba Miguel Angel López. Con su familia había creado hace cerca de una década una funeraria llamada San Miguel. La tenían en Tibú, corazón del Catatumbo. Desde comienzos de la década del noventa cuando las FARC llegaron a orillas del río que lleva el nombre de la región, con el fin de controlar las rutas de la coca, un negocio lucrativo que dejaba 36 millones de dólares trimestrales a esa guerrilla, los cadáveres suelen aparecer a lado y lado de las vías, flotando en el agua, arremolinados en sus propias casas. La arremetida paramilitar de finales de los noventa no trajo sino más muerte, más desolación. Por orden de la casa Castaño y de Mancuso se creó el Bloque Fronteras para instalarse en La Gabarra y Tibú y controlar los laboratorios y las rutas. Sacárselos a las FARC. En 1999 hicieron decenas de masacres pero las peores, las más contundentes fueron las de Tibú y la de la Gabarra en donde los muertos se contaban por decenas. La funeraria de López fue la que muchas veces, sin cobrar nada, le daba sepultura a los muertos que se agrietaban tirados al sol, sin dolientes, sin paz ni siquiera después de la muerte.

 

Desde entonces el Catatumbo y su gente no han parado de tener miedo. Los acuerdos de paz entre el gobierno de Santos y Rodrigo Londoño, máximo comandante de las FARC, trajo por unos años algo parecido a la tranquilidad, a la esperanza. Pero no se implementaron bien los acuerdos en el cuatrenio que mandó Duque. La paz se hizo trizas. Además el Estado fue incapaz de copar el terreno dejado por los ilegales. En el 2024 la cifra de muertos se disparó: fueron 514 las personas asesinadas. Pero se sabía que desde cualquier momento volvería el horror en todas sus dimensiones. La orden del COCE había sido, desde agosto del 2024, empezar a darse plomo con las disidencias FARC que están comandados por Andrey Avendaño. En el Catatumbo todos se conocen, hay empatía, incluso entre bandos. Por eso el Comando Central del ELN, según versiones que han circulado desde enero, ordenó el traslado de hombres desde Arauca para Norte de Santander y así poder usar el gatillo sin tanta mente. Este traslado de hombres se ha confirmado y se teme que el canal por el que se movieron hubiera sido por Venezuela.

 

En enero se instalaría la muerte. El ELN empezó a llegar a las casas de los firmantes de paz, tumbaban la puerta, los sacaban y los mataban. Y entonces otra vez la gente salió de sus casas como en la época de los paras. Dos meses y medio después se cuentan por más de ochenta mil las víctimas entre desplazados, confinados y asesinados.

 

Pero lo peor fue lo que le pasó a la familia de Miguel Angel López. Miguel Ángel López tenía una funeraria en Tibú, Catatumbo pleno. En el 2024 fueron asesinadas 515 personas en esa región. En la última semana es probable que los muertos se cuenten por docenas. Son muchos y algunos no se pueden enterrar. Los dejan en la vera del camino hasta que el sol los ponga verdes. El ELN manda y el desobediente las paga, dicen con los puños cerrados. López no hizo caso. López sacaba su carro fúnebre y se llevaba a los muertos y los embalsamaba y los sepultaba. El jueves pasado mientras iba con su esposa, Zuley Duran y sus dos hijos por la vereda Las Sillas, zona rural de Tibú, los detuvieron y les dispararon. Miguel, Zuley, y su hijo de 10 meses murieron ahí, en el carro fúnebre con el que se ganaban la vida. Al hijo mayor no le pasó nada.

 

En Bogotá esta historia se conoció en su momento. La indígnación duró poco. Ahora Catatumbo sigue olvidada, un punto más en el mapa manchado de rojo. El 20 de febrero el ELN atacó con todo a Villa del Rosario y a un peaje en plena frontera con Venezuela. Se le volvió a pedir ayuda al presidente quien ha desplegado fuerzas especiales del ejército a este lugar de conflicto y ayuda material a sus víctimas. Pero se necesita algo más, por ejemplo un concejo de ministros en Tibú, algo que les ayude a recordar a los colombianos que en el Catatumbo la guerra sigue ardiendo.

 

 

 

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