Por: Redacción Pares
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Foto: Schneyder Mendoza / AFP
Desde los años en los que existió la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar datan los resquemores entre el ELN y las FARC. Desde noviembre del 2016, cuando Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño se dieron la mano en el teatro Colón de Bogotá, las FARC no existen. Lo que queda, una fuerza de cerca de 3.500 hombres, son combatientes que regresaron a la guerra o que simplemente no creyeron en ese proceso, una parte de mínima de todo el caudal que tenía esa guerrilla. Pero el ELN no hace distinción, así se llamen EMC o EMB para ellos son el enemigo. Las razones no pasan exclusivamente por la ideología. Se trata del control de los cultivos de coca y de los corredores del narcotráfico. En Junio del 2024 el Comando Central del ELN ordenó una ofensiva contra las disidencias. En el Cauca se presentaron combates al igual que en Nariño.
En el Catatumbo no. A comienzos de diciembre del 2024, gracias a una entrevista que se realizó en este portal, Andrey Avendaño advirtió que la calma chicha que había en el Catatumbo se rompería en cualquier momento. Las razones por las que no habían comenzado los combates tenían que ver con la cercanía que hay en los municipios del Catatumbo entre la gente. Combatientes del ELN y del EMB se conocían de siempre, podrían ser hasta amigos y era más dificil que entraran en hostilidades. El COCE lo que decidió fue intercambiar hombres entre Arauca y Norte de Santander para que así no le metieran sentimiento a la hora de dar bala.
Catatumbo ha vivido una ola de violencia desde finales de los años ochenta cuando las FARC irrumpieron en la zona. Luego llegarían los paramilitares con las masacres de 1999, algunas tan infernales como la que se vivió en La Gabarra. Los hombres de Mancuso controlaron la zona entre 1999 y 2004 provocando el desplazamiento y asesinato de cientos de miles de campesinos. La firma de paz con las FARC le trajo a esta región una calma relativa. Sin embargo, ya en el 2024 encontramos 520 asesinatos. Pero nadie estaba preparado para lo que empezó a suceder desde el 15 de enero del 2025. El dueño de la funeraria San Miguel, Miguel Angel López, empezó a recoger los primeros cadáveres que estaban a la vera del camino en Tibú. La orden que había dado el ELN era la de no recogerlos. López tuvo que huir hacia Cúcuta debido a las amenazas pero, en el camino hacia Cúcuta, fue interceptado y asesinado junto a su esposa y su hijo de diez meses.
A partir de allí el ELN, lista en mano, buscó a cinco firmantes de paz de los municipios de Teorama, el Tarra, Convención y Tibú, sacándolos de las casas y asesinandolos. Empezó entonces la ofensiva al mando del comandante Ricardo. Si bien el EMB ha intentado responder la superioridad del ELN es total: se estima que tiene 4.000 hombres en la zona. La respuesta del presidente Petro fue la de suspender los diálogos con esa guerrilla que se reanudarían de nuevo en Caracas. El persidente los llamó “organización que se está convirtiendo en una narcoarmada”. Petro viajó el pasado viernes junto al ministro de defensa Iván Velásquez a la zona. Además ordenó la movilización de 300 efectivos de las fuerzas armadas.
Pero la situación empeora con el paso de las horas. En la mañana de este 21 de enero se registran en el estadio general Santander de Cúcuta más de 20 mil personas que han huido de los municipios del Catatumbo espantados por las amenazas y el conflicto entre el ELN y el EMB. Se creen que son más de 1.500 los muertos que ha dejado la ofensiva. Muchos de los cuerpos no han podido ser rescatados por la orden terminante del ELN: no se mueve una hoja sin que ellos lo aprueben. En la vía hacia Cúcuta el ELN ha puesto retenes y ha bajado de los carros y asesinado a decenas de personas. Así pasó en Teorama, municipio en donde la Defensoría del Pueblo no ha podido ingresar. En La Gabarra ya se presentan enfrentamientos en el casco urbano.
Las organizaciones vitales de la zona, como Ascamcat, serán vitales para poder encontrar de nuevo una ruta hacia los diálogos. En la guerra los que más sufren son los civiles. El Catatumbo vuelve a ser una prueba de ello.
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