Por: Redacción Pares
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El reinado de Pablo Escobar duró de 1978 a 1991. Estos fueron los años de esplendor de un narco que se convirtió en uno de los 30 hombres más ricos del mundo. Analistas afirman que si Escobar hubiera sabido guardar más prudencia con su imagen y mantener un perfil más bajo, este reinado sería aún más largo. Entre 1978 y 1984, fecha en la que asesina al ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla, Escobar atendía en su hacienda Napoles a senadores como el liberal Alberto Santofimio Botero, a generales de la república y a periodistas, todas las esferas de poder se acercaban a él con la pasión que lo hacen las moscas a la luz. Hay que recordar que en el momento en el que Santofimio se rindió a los pies de Pablo Escobar él era el presidente de la Cámara.
Escobar cometió grandes errores, uno de ellos fue propugnar el poder. Hay que recordar que Escobar incluso alcanzó a sesionar desde el congreso. En las elecciones de 1983 llegó a ser suplente en la Cámara de Representantes del político liberal Jaime Ortega Ramírez, quien pertenecía al Movimiento Político de Renovación Liberal. Hay una anécdota que revela el desparpajo con el que se acepta a Escobar en las más altas esferas del poder. El día que se fue a posesionar al congreso, en donde en realidad veía como tangible la pobilidad de llegar a ser presidente, lo hizo sin saco y corbata. No lo dejaron entrar. Le pagó a un periodista para que le diera su ropa y así poder entrar al recinto. Cuenta su propia esposa que Escobar le alcanzó a decir “Mija, prepárate, te va a tocar ser primera dama”.
Santofimio, quien soñaba con tener una parte de su fortuna, convirtió a Escobar en su perro faldero. Lo llevó incluso a la posesión presidencial de Felipe Gonzalez. Testigos afirman que era tal el poder que tenía Santofimio sobre él que en una reunión el político puso a servir tragos en Madrid al Zar del narcotráfico.
Pero poco le duraría su momento como congresista. La integridad de Luis Carlos Galán le impidió seguir ascendiendo dentro de los liberales. En un evento en el parque Berrío de Medellín el inmolado político lo sacó de las toldas de ese partido. Luego, el ministro Lara Bonilla, demostró en el congreso que Escobar era un delincuente. Escobar se defendió con sus mentiras de siempre. Mostró incluso que tenía visa vigente con Estados Unidos lo que comprobaría que él no era ningún narcotraficante. Después de decir esto la embajada gringa hizo oficial la cancelación del documento. Escobar, rencoroso, le desató la muerte al ministro de justicia, lo asesinó en abril de 1984 y a partir de ahí tuvo que dejar la vida pública y refugiarse en el anonimato.
Pero, eso sí, su oferta a los oficiales del ejército, a funcionarios del estado y a políticos, no dejaba duda: plata o plomo. O estaban en su nómina o desaparecían. Cuentan los integrantes del Bloque de Búsqueda, al unidad élite de la policía creada por el presidente Virgilio Barco, que lo más difícil para ellos fue depurar la policía. Escobar tenía informantes en todos los niveles. El sabía cuando, donde y cómo se realizaría un operativo. Quien iba por su mercancía. Quien lo estaba persiguiendo. Y el que no se acoplara pues lo iba matando. Incluso tenía funcionarios en aerocivil que le habilitaban pistas de aterrizaje y gente en las aduanas que le bendecían la mercancía. Tenía hasta sacerdotes en su nómina para que le sanaran el alma. Cuando se recrudeció la guerra contra él, sobre todo después de asesinar a Galán, lo que hizo Escobar fue vengarse contra los policías que no le obedecían. En el primer trimestre de 1990 llego a matar a 280 agentes. Era un exterminio.
Incluso Alonso Salazar en lo que se considera como el libro definitivo sobre Pablo Escobar, afirma que fueron muchos los políticos liberales que lo instigaron a matar a Luis Carlos Galán porque lo veían como el ganador de la consulta de ese partido. Santofimio fue condenado por este delito. Después del asesinato de Galán Pablo Escobar ya cada vez era menos efectivo en los sobornos. Hubo además el interés del Cartel de Cali -quienes incluso pusieron presidente- para derrotarlo y con el apoyo de los Estados Unidos y de los PEPES lo lograron.
Diego Marín Buitrago arrancó su vida delictiva en la época de Escobar. Luego, durante 28 años, a punta de sobornos llegó a construir el emporio que lo convirtió en Papá Pitufo. Todos los gobiernos de este siglo se le han arrodillado. Fue la voluntad de una fiscal, Paula Andrea Londoño, la que determinó que se señalara y persiguiera a un delincuente que permeó todos los estamentos de control. A pesar de que ganaba 8 billones de pesos al año en actividades ilícitas, no se conocía una sola foto. La clave para tener ese poder y ese nivel de tranquilidad fue la de mantener el bajo perfil. ¿Qué hubiera pasado con Pablo Escobar si hubiera tenido calma, tranquilidad y no las ganas desbordadas de figuración? Seguramente su esposa habría estado muy cerca de ser la primera dama de este país.
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