Por: Oscar A. Chala, investigador de la Línea de Democracia y Gobernabilidad
La emisión del programa terminó cerca de las 11:30 pm, con el presidente levantándose apresuradamente de su silla y saludando a uno de los camarógrafos detrás de él, antes de salir del recinto en el que duró más de 6 horas con su gabinete de ministros. Rojas, hasta ese momento director del DAPRE, que se notaba cansado, dio un cierre escueto. En su rostro se notaba el agotamiento de todos los funcionarios que, tras horas de acusaciones, reproches y regaños, habían presenciado y vivido su primer Consejo de Ministros transmitido por televisión, a la vista de millones de colombianos.
Lo que se esperaba que fuera una prueba de unidad y disciplina terminó siendo una seguidilla de discursos, excusas y ataques vedados entre quienes se opusieron al nombramiento de Armando Benedetti como nuevo jefe de Despacho (recién nombrado en horas de la tarde) y el presidente, que habló de Bolívar; de Santander; de Cien Años de Soledad; de sus anécdotas como guerrillero del M19; de Bateman y, de nuevo, de Cien Años de Soledad; de aurelianos, cuadros y campesinos, mientras iba dando órdenes directas frente a la venta de acciones de Ecopetrol en proyectos de fracking en EE.UU., la política de dignidad migratoria y la posibilidad de una guerra arancelaria con Trump, el error de haber mostrado información de la ubicación del ELN —que no fue dada por inteligencia militar, sino por campesinos, según el presidente— y la justificación del nombramiento de Benedetti, al que consideró un “loco” con algo de “magia” con el que se podía pensar una revolución, la misma de su excomandante Bateman.
El “experimento”, que Petro señaló que tomó de las emisiones televisadas de reuniones de Estado en Cuba, y al que consideró un ejercicio de veeduría, vigilancia y participación de la ciudadanía, generó suficiente ruido mediático en redes y en medios de comunicación como para analizar el estado actual del gobierno, sus tensiones internas y el discurso con el que se están proyectando hacia este, el último año de gestión que le resta.
El gobierno se considera “triunfante” ante una victoria pírrica...
Luego de terminada la emisión del Consejo de Ministros, varios de los funcionarios más leales y de los comunicadores e influenciadores que mueven la opinión en las redes sociales a favor del gobierno salieron a considerar que este “experimento” había sido todo un éxito.
Cielo Rusinque, superintendente de Industria y Comercio, salió a celebrar la alocución como una “ruptura con la tradición” de gobiernos opacos y manipuladores, evidenciando —según ella— una práctica democrática basada en la transparencia, la tolerancia y la apertura al debate plural. Según Rusinque, el Consejo de Ministros permitió la construcción de consensos orientados al interés general y a la protección de los más vulnerables, lo cual contrasta con ciertas narrativas que la superintendente considera “deshonestas” y los rumores que pretendían ocultar una dirección autoritaria —refiriéndose claramente a la camarilla que se expresó contra los nombramientos de Sarabia y Benedetti—. Además, Rusinque resaltó la figura del presidente, a quien le atribuyó “claridad y fuerza de carácter” para dirigir y cerrar debates, relacionándolo con la manifestación de una nueva “utopía humanista”.
Por su parte, Celso Tete Crespo afirmó desde su cuenta de X (anteriormente Twitter) que el Consejo de Ministros fue un éxito en tanto tuvo una cifra muy alta de audiencia (ubicándose por encima de las 500 mil visualizaciones en redes sociales en su momento más álgido), además de haber evitado que se emitieran noticieros en los canales privados, y de haber impedido que se transmitiera la entrevista a Vicky Dávila en Noticias RCN en el horario prime de las 7:00 pm. Para Crespo, junto con otros seguidores afines al gobierno, el haber impuesto la agenda mediática es un logro importante, más en tanto indicaron que pusieron a hablar al país de temas políticos.
Las comparaciones con las emisiones del programa “Prevención y Acción” de Iván Duque, transmitido en los canales nacionales durante 2020 y 2021 y donde el presidente, junto con su Consejo de Ministros, hablaban durante una hora sobrelas medidas para enfrentar la pandemia, tampoco se hicieron esperar, señalando que la emisión del Consejo de Ministros de este gabinete tocaba temas mucho más pertinentes y serios para el país.
Asimismo, indicaron que las tensiones que se manifestaron hoy entre los ministros son parte natural del disenso, y probarían que el presidente permite el conflicto y el disentimiento entre sus más cercanos, en el ánimo de permitir que aquellas tensiones exploten de manera controlada en un escenario compartido, además de probar que la unidad no se encuentra rota, muy a pesar de que los ministros puedan tener diferentes opiniones y lecturas sobre los problemas del país.
No obstante, lo más importante de la emisión de anoche y que sectores del progresismo reclamaron como un triunfo es que lograron reafirmar la existencia de un “nosotros” y un “ellos” dentro del gobierno, y lograron reafirmar que la lealtad hacia el presidente y su programa de gobierno pesa más que cualquier criterio técnico y experiencia política.
Este “nosotros” y “ellos” se manifestó durante los momentos en los que el presidente hizo llamados al orden a los ministros que disintieron de los nombramientos de Sarabia y Benedetti, y llevaron a que varios sectores progresistas interpretaran los cuestionamientos hacia el presidente como ataques directos a su majestad, más que dudas razonables y críticas válidas. Por ejemplo, figuras como Gener Úsuga señalaron que las declaraciones de Susana Muhamad y Francia Márquez contra Sarabia y Benedetti no eran coherentes, acusándolas de tener presuntamente cuotas verdes y uribistas en sus ministerios y de no construir procesos de base ni organización política, infiriendo que si el proyecto del Pacto Histórico se salvaba para 2026 sería a pesar de ellas y no por su labor.
En esa misma línea, otros sectores progresistas también acusaron a Márquez de no haber cumplido con la ejecución necesaria desde su ministerio, y la relacionaron con aquel “ellos” al que hizo referencia el presidente, a los que considera “sectarios” y “dictatoriales”, además de carecer de carácter revolucionario —que el mismo se arrogó a lo largo de su discurso inicial—.
...Pero el gobierno pierde más de lo que gana con este Consejo de Ministros
Aun a pesar de que la lectura dentro de un sector del progresismo es que el gobierno realizó una “jugada maestra” para volver a revolcar y reorganizar un gabinete que ha ido rezagándose en el cumplimiento de los principales puntos del Plan Nacional de Desarrollo (PND) y de las promesas del gobierno en sus Consejos de Gobierno con el Pueblo, lo que quedó visible dentro de la emisión del Consejo de Ministros —que duró más de 6 horas de emisión, 2:30 de ellas en televisión abierta y el resto en televisión pública— fueron varias cosas:
1. Un gabinete que se encuentra dividido y fragmentado. Tal y como lo habíamos señalado en este artículo del 1 de diciembre, en el que hablamos de la existencia de diferentes redes de poder dentro del gobierno Petro, el gabinete se encuentra formado por diferentes bloques, entre los que resaltan un grupo de ministros y funcionarios que vienen desde los procesos propios de la Bogotá y la Colombia Humana, un sector de tecnócratas de izquierda y centroizquierda, con perfiles académicos muy marcados y experiencia en lo público en sus sectores, y un grupo de operadores políticos.
En ese artículo habíamos señalado que las tensiones existentes entre estos grupos responden, entre otras cosas, a factores como (a) las disputas y la competencia por las precandidaturas hacia el 2026; y (b) las discusiones frente a la aceptación de negociación bajo dinámicas transaccionales propias del clientelismo. Podríamos agregar, con esta nueva coyuntura, un factor (c), en el que estas tensiones se explican por una disputa sobre quién es el verdadero representante del “proyecto progresista” y del Pacto Histórico, y quien tiene suficiente legitimidad para reclamarse “heredero” de ese proyecto, como ya lo habíamos dilucidado en este artículo.
2. No ha existido un cálculo real del costo político que tiene mantener a Armando Benedetti dentro del gabinete y haberlo nombrado jefe de Despacho. El presidente ayer quemó gran parte de su capital político en la defensa férrea de Armando Benedetti (y en menor medida de Laura Sarabia) y se atrevió a confrontarse con diferentes sectores de su gabinete por mantenerlo en el cargo. Ante las acusaciones de clientelismo, corrupción y aislamiento que hicieron un bloque de ministros en contra de la presencia de ambos en el gabinete, el gobierno respondió que “brindaba segundas oportunidades” y que tanto Benedetti como Sarabia le habían ayudado a ganar en 2022, y que aquello era razón suficiente para mantenerlos allí.
Sin embargo, varias de las ministras que realizaron una crítica directa sobre los nombramientos (Muhamad, Márquez) señalaron que acompañarían al gobierno hasta donde fuera posible, y que pondrían sus puestos a disposición del mismo presidente si este no hallaba coherencia entre sus críticas y la pertenencia a su gobierno como ministras. A estas declaraciones se suman las de Carlos Carrillo, quien posterior al cierre de la reunión de gabinete de ministros, solicitó que, por coherencia, todos los ministros deberían poner su nombre a disposición del presidente para no amarrarle las manos.
Junto con ello, el presidente fue enfático en varios momentos de la alocución de que existían incompatibilidades entre ser funcionario y ser candidato (refiriéndose a Bolívar y a López, frente a sus críticas con los nombramientos de Sarabia y Benedetti), insinuando que estas declaraciones buscaban captar mayor capital político entre la audiencia.
Como consecuencia, es posible que el costo político de mantener a Benedetti en su cargo sea un potencial remezón ministerial, muy similar al primero, en la que el gobierno cesó de sus funciones a las voces críticas que existían dentro de ese primer gabinete.
3. Asume cualquier crítica dentro del seno de su propio gobierno como la existencia de una “agenda paralela”, y muestra que desconfía de su propio gabinete. En varias oportunidades, el presidente señaló la existencia de “agendas paralelas” dentro de su gabinete, que impedían el total cumplimiento de su plan de gobierno. Usó esta referencia para reconvenir al ministro de Minas, Andrés Camacho, frente a la renuncia del viceministro de energía, Javier Campillo, e indicar una potencial relación con los intereses de las empresas de energía y la crisis energética que vive la región caribe, así como también la utilizó para despegarse totalmente de Olmedo López y acusarlo de presuntamente buscar financiar su campaña al Senado con los dineros transferidos de la UNGRD en el entramado de corrupción que hoy analiza la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía General de la Nación.
Del mismo modo, el gobierno se refirió a “agendas paralelas” como respuesta frente a las críticas de los nombramientos de Sarabia y Benedetti, indicando que en algunos de los ministerios donde no ha habido cumplimientos, estos se han debido a la presencia de figuras ligadas al gobierno pasado y al uribismo en general en cargos burocráticos que han impedido la ejecución de estas carteras y que algunos ministros han sido pasivos frente a la existencia de estas agendas, así como se refirió a que ciertos ministros no están alineados con su proyecto político y, en cambio, persiguen intereses personales o políticos ajenos a los objetivos del gobierno, por lo que las acusaciones del presidente hacia su gabinete son de priorizar sus intereses personales sobre el bienestar general de la población, del mismo modo que de no tener cohesión ni tampoco compromiso con el cumplimiento del programa de gobierno.
A partir de ello, se vio a un presidente que se mostraba desconfiado en general de su propio gabinete, especialmente por su desempeño.
4. Rompió al aire con parte de sus bases políticas, quienes fueron parte importante del voto en la primera vuelta y a las que acusa de sectarismo y actitudes dictatoriales. Quizás el momento más álgido del Consejo de Ministros se presentó durante las intervenciones de Susana Muhamad, ministra de Ambiente; Alexander López, director de Planeación; y Augusto Rodríguez, jefe de la Unidad Nacional de Protección. En las respuestas que el presidente le dio a sus ministros y directores,
Frente a las críticas de Muhamad y su anuncio de no querer compartir la misma mesa con Armando Benedetti (acusado de cometer violencias basadas en género contra su esposa), el presidente respondió “El feminismo no es para destruir al hombre, como el hombre no es para destruir a la mujer. He visto feminismos que destruyen hombres. Cuando se quiere un hombre perfecto, no existe".
Frente a las críticas de López y de Rodríguez, Petro señaló que no se declara ni de izquierda ni de derecha, que su progresismo en últimas es humanismo y que su proyecto no es autoritario, a diferencia del socialismo, del comunismo y de otras formas dogmáticas de pensar la izquierda. Indicó que cualquier proyecto político que se centre en dividir y prejuzgar cae en los vicios de los bolcheviques, del estalinismo y del terror francés bajo Robespierre, y que todas estas son manifestaciones de sectas que él y su proyecto no apoya.
Junto con lo anterior, también indicó que no se ve reflejado en un proyecto de izquierda que él mismo reconoce que no lo apoyó lo suficiente durante la campaña presidencial de 2022, y que los votos de la izquierda por él —que, consideró, fueron pocos— fueron más votos disciplinados de partido y no votos auténticos por el proyecto progresista.
No obstante, el presidente omite que parte de los votos de esa izquierda (que terminaron decantándose en parte por Francia Márquez en la consulta interpartidista de 2022) fueron importantes para que el gobierno alcanzara a llegar al 40% de la intención de voto en primera vuelta, y que se dieron gracias al reconocimiento de Márquez como fórmula vicepresidencial, luego de que quedara segunda en esa consulta con 785.215 votos en preconteo (14,05%).
Con estos dos mensajes, es claro que el gobierno termina de romper con ciertos sectores feministas que le apoyaron en campaña (y que se han ido alejando del gobierno conforme a los nombramientos de figuras cuestionadas por temas de género, como Hollman Morris, Armando Benedetti o Mauricio Lizcano) y da un portazo a ciertos sectores de izquierda (especialmente comunista y socialista), que movieron parte del voto urbano en las ciudades y en los procesos agrarios y étnicos de base en ciertos territorios.
Estas tensiones con la izquierda ya venían manifestándose desde la campaña a la Alcaldía de Bogotá, donde varias declaraciones de Gustavo Bolívar terminaron por poner en crisis la alianza entre sectores progresistas y sectores de izquierda de la UP y el Partido Comunista, que estaba apoyando la candidatura de Heidy Sánchez, hoy concejal del mismo bloque político del Pacto Histórico.
La respuesta de Petro a estos sectores (que se la dio a López) es clara “Yo no soy del proyecto que usted representa”.
5. Aceptó que las cifras de ejecución de su gobierno —aunque en este caso solo se trataron las de los Consejos de Gobierno al pueblo— es baja. El dato más importante fue que de los 195 compromisos de proyectos adquiridos en las diferentes sesiones que el gobierno ha realizado en territorios, solo se han cumplido 49, quedando en rezago 146. La mayoría de los funcionarios estuvieron en desacuerdo con estas mediciones, que consideraron que la metodología de seguimiento del DNP no era correcta, mientras que ministras como Ángela María Buitrago, indicaron que no tenían muy claro que cumplir.
Gran parte de la discusión dentro del Consejo de Ministros se centró en la crisis que ha existido en el gabinete para cumplir sus promesas en territorio. Reseñable el caso del ministro de Defensa, Iván Velásquez, que indicó que no existía coordinación interestatal ni interministerial para poder intervenir en la zona de El Plateado (Cauca), donde parte de las disidencias de Iván Mordisco hacen fuerte presencia y cuya recuperación se ha convertido en un punto de honor del presidente. Del mismo modo,
6. Buscó disciplinar a sus ministros y, con ello, consolidar su legitimidad. La decisión de transmitir en vivo el consejo de ministros es posible entenderla como un movimiento estratégico para generar capital simbólico a través de la visibilidad y la transparencia—o al menos, la apariencia de ésta misma—. Sin embargo, este acto también expuso las tensiones internas y las contradicciones dentro del gabinete ministerial, puesto que lo que se pretendía era una unidad y un compromiso que el presidente llamó “revolucionario”, mientras que en la práctica se hizo evidente la fragmentación y la disputa por la representación del proyecto político del progresismo.
La “tele-escenificación” de esta lucha interna, a la vez que quiso imitar lo que el presidente consideró que se hacía en Cuba (y que tiene leves rezagos de los Consejos Comunales durante la época de Uribe, o las emisiones de “Aló Presidente” en Venezuela), también fue un recurso para transformar la disputa en un espectáculo que legitimara o, en otros casos, debilitara a los distintos actores según su capacidad para movilizar y transformar el capital simbólico a través de su cumplimiento de programa de gobierno y ejecución del mismo.
Las claridades
Con las movidas que sucedieron dentro de este Consejo de Ministros, queda claro que el gobierno se ha decantado por apoyar a sus principales operadores políticos, en detrimentro de los sectores más leales y más hacia la izquierda, de los que busca alejarse. Esta distancia se explicaría, en parte, porque busca con la presencia de Benedetti poder garantizar que lo restante de su agenda legislativa se mueva en el Congreso, luego de que el Acuerdo Nacional que relanzó a inicios de la tercera legislatura, en julio de 2024, se terminara decantando con la salida de los liberales de la coalición de gobierno y con la pérdida de apoyo que ha tenido en los gremios empresariales, que se decantan por relacionarse con figuras más pragmáticas como Laura Sarabia, o apoyar directamente a precandidatos hacia 2026.
Del mismo modo, el gobierno denota que su nueva estrategia comunicativa estará centrada en generar ruido mediático a través de la antifragilidad y el movimiento de declaraciones sugestivas y fuertes para ganar audiencia frente a los medios de comunicación y frente a las redes de opinión de la oposición y los sectores independientes. En este caso, utilizar la antifragilidad y generar ciertos escándalos controlados (y controversia, como en este caso) busca que todo el mundo observe, hable y opine sobre la agenda que pone a discusión. El riesgo de esta estrategia es que no mide hasta qué punto mostrar al gobierno como un escenario fragmentado y escandaloso le cueste capital político, y por el otro es que les quita seriedad y rigurosidad a las discusiones importantes de país. Lo ejemplifica el hecho de que, antes de los grandes temas que se estaban discutiendo, en las tendencias de redes sociales se movieran más los “memes” sobre la reunión que los mismos temas en sí.
Con un gabinete fragmentándose, agravando aún más la crisis la renuncia en vivo en el Reporte Coronell de Jorge Rojas al DAPRE, con problemas en ejecución y con parte de su capital político quemado, el gobierno Petro entra en la etapa preelectoral dividido y enfrentado, desconfiado de su propio gabinete, que considera que quiere encerrarlo, y del que se encuentra decepcionado por sus divisiones. Al final, terminó señalando que, de nuevo, la última autoridad es él, porque es el presidente y representa los votos de la gente que lo llevó a la presidencia en 2022.