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Conferencia internacional sobre el proceso político de Venezuela: ¿hacia dónde van?

Por: Mónica Castillo, Asistente de investigación

Línea Democracia y Gobernabilidad


Posterior a la visita del presidente Gustavo Petro a los Estados Unidos y su encuentro el 20 de abril de 2023 con el mandatario de ese país, Joe Biden, se conoció que uno de los temas introducidos en la agenda fueron las relaciones exteriores de Venezuela y los impases que han estancado los diálogos en la mesa de negociación en México de ese gobierno con la oposición.

Ante las intenciones de Petro de mostrarse como líder político latinoamericano y mediador del vecino país ante la comunidad internacional, logró poner en las discusiones del globo la necesidad de soluciones concretas frente a la crisis socioeconómica de Venezuela, mediante lo que fue la Conferencia Internacional sobre Venezuela, el pasado 25 de abril, a la que no solo Biden dio luz verde, sino que también envió a un delegado de su gobierno.


Medios de comunicación dieron a conocer que el embajador de Colombia en Estados Unidos, Luis Gilberto Murillo, llevaba con anterioridad todo un proceso de diálogo con la oposición venezolana y con diversos países para concretar el encuentro que se dio en Bogotá. Mientras que, en paralelo, el canciller Álvaro Leyva se encargaba de la relación con el Gobierno Venezolano y Nicolás Maduro, con quien el presidente Petro se había reunido ya en varias ocasiones.


Desde el inicio se conoció que el objetivo inicial del encuentro en el que participaron 19 países, más la delegación de la Unión Europea, era generar una serie de recomendaciones para reactivar las negociaciones entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición, a la cual recibió días antes para dialogar frente a las expectativas de este sector y las discusiones que se pondrían sobre la mesa de la Conferencia Internacional.


El imprevisto de Guaidó


Antes de entrar en materia, el evento se vio distorsionado por la llegada –y salida– del líder opositor Juan Guaidó, quien ingresó al país de manera irregular y generó malestar entre varios sectores. Dadas las declaraciones por parte del Gobierno de Colombia, a cargo del canciller Álvaro Leyva sobre la “expulsión”, se escalonó el descontento sobre todo en sectores de apoyo a Guaidó, tras asegurar que, si bien Colombia no es un país expulsor, Guaidó cruzó la frontera en condiciones que hasta el momento se desconocían y que además su presencia era claramente un acto de ruido, pues desde el primer momento se conocía que ni la oposición ni el Gobierno de Venezuela serían parte del diálogo internacional.


Posterior a los hechos, la Cancillería confirmó que Migración Colombia había localizado a Guaidó gracias a un funcionario estadounidense, por lo que posteriormente le solicitaron al venezolano ser conducido al aeropuerto El Dorado y dirigido hacia este país con un tiquete de avión suministrado por Estados Unidos.


El revuelo que causó la llegada del líder opositor concluyó con algunas reacciones de rechazo desde la oposición venezolana, como la de Henrique Capriles; gente cercana a él como, el expresidente colombiano Iván Duque, y algunos congresistas norteamericanos, como los republicanos María Elvira Salazar, Carlos Giménez y el demócrata Dick Durbin.


Luego del altercado, y por lo menos durante y después de la conferencia, el tema quedó cerrado, no se conocieron comentarios ni demandas durante el evento por parte los representantes de los países que conformaron la discusión. Sin embargo, e inevitablemente, la presencia de Guaidó en Colombia dejó varios vacíos e incógnitas difíciles de resolver, como sus intenciones reales en la conferencia e incluso si se trató de una estrategia para llegar al país norteamericano dadas las condiciones en las que se encontraba en Venezuela: con pasaporte vencido y con prohibiciones para salir del país.


Superado el inconveniente con Guaidó, la mesa de diálogo fue inaugurada con una intervención de Gustavo Petro, en la que por primera vez matizó sobre la necesidad de encaminar al vecino país a la vía democrática, de apoyar a la población venezolana para que decida el futuro de su país y de alternar el poder. Declaraciones neurálgicas a la hora de contrastar la interpretación de Maduro sobre la postura del presidente colombiano respecto a su Gobierno.


Lo que dejó la conferencia


Como lo informó el pasado 26 de abril la Fundación Paz & Reconciliación (Pares), fueron tres las grandes conclusiones que dejó la cumbre internacional sobre la situación política de Venezuela. Mediante una declaración final –que según varios medios no fue del todo conjunta– dictada por Álvaro Leyva, se ratificó (1) la necesidad de impulsar un cronograma electoral en el país que garantice la participación libre las y los ciudadanos venezolanos; (2) se habló del levantamiento progresivo de las sanciones hacia Venezuela y (3) la puesta en marcha del plan social pactado en México. Al final, se especuló sobre un segundo encuentro para retomar el diálogo, pero nada confirmado, pues, al parecer, no se logró la unidad entre los y las asistentes.


Ahora bien, es importante mencionar que las expectativas que sembró el Gobierno Colombiano ante una mesa en la que se discutiera la reactivación de los diálogos entre el gobierno de Maduro y la oposición fueron altas, pero que, a juzgar por su organización, se precipitaron ante los alcances reales de su rol de intermediación.

No obstante, pese a que las intenciones eran bastante buenas, este encuentro no estaba en capacidad de solucionar la crisis actual de Venezuela por varias razones, empezando porque se trató de un espacio de al menos cinco horas que solo se limitaron a una dinámica de pasar la palabra y dar la opinión sobre la situación, por lo que ni siquiera se consiguió la foto de cierre del evento, la cual estaba programada con las ubicaciones de cada delegado.

De ahí que al final la declaración que dio Leyva fue ante un auditorio vacío, encasillado en premisas ya conocidas; es decir, en las mismas que motivaron la reunión y que, en lugar de acercar ambas posturas, se acentuaron sus diferencias.

En ese sentido, los resultados de esta conferencia permiten inferir tres aspectos clave:

  1. Hubo una alta improvisación en puntos neurálgicos de la organización de este encuentro internacional, como, por ejemplo, la creación de un borrador de trabajo inicial. La ausencia de una ruta de trabajo que orientara hacia los resultados llevó a que solo se repartieran turnos de intervención por delegados que no posibilitó un ejercicio de construcción. A esto se le suma que inicialmente la estrategia era llevar cancilleres de los países, pero de las 20 delegaciones solo se contaron cuatro, sumando al representante de la Unión Europea. Por eso, no se trató de un espacio de toma de decisiones. Además, la ausencia de consenso entre los países participantes fue uno de los puntos centrales ante la falta de efectividad de la conferencia. Al revisar la lista de asistentes, era de preverse que iba a ser complejo encontrar una postura común. Por ejemplo, Bolivia y Estados Unidos ya presentaban contrariedades, y se supo que se dio un desencuentro entre el representante de Argentina y el de España, según fuentes de prensa. En ese orden de ideas, la declaración finalmente parece solo haber representado a Colombia.

  2. Otro de los aspectos relevantes fue que, de las conclusiones expresas en la declaración, la mayoría respondieron a las demandas del sector opositor venezolano. Esto es visto como una pequeña victoria entre la oposición, puesto que el presidente Petro se reunió en múltiples ocasiones con Nicolas Maduro, generando incertidumbres sobre su imparcialidad en esta mediación. Por el contrario, con la oposición no se había reunido sino hasta antes de la conferencia en Bogotá. Con la conferencia se puso en evidencia su neutralidad, incluso al ofrecer asilo político a Guaidó, uno de los férreos enemigos de Maduro. Así las cosas, la relación Petro – oposición tienen una tendencia al cambio, o por lo menos ha empezado a incluirlo en su radar.

  3. La inexistente voluntad política de negociar por parte de Maduro y su gobierno se reafirmaron ante la conferencia. Pese a que en realidad esta facción de las partes es la que más debería ceder, el presidente venezolano se niega a dar pasos e incluso aprovechó el espacio para imponer desorbitadas exigencias para regresar a la mesa, que se alejan de los alcances propios de la oposición ante, por ejemplo, el levantamiento total de las sanciones por parte de algunos países.


Las reglas del juego de Nicolás Maduro


Aunque no dio declaraciones personales, se compartió en redes sociales un comunicado del canciller de Venezuela Yvan Gil, en el gobierno se mostró reacio a volver a dialogar con la oposición mientras no se levantaran en su totalidad las sanciones. El presidente venezolano esperaba y espera de la conferencia una cantidad privilegios como eliminar en su totalidad las sanciones económicas. Sin embargo, no se refiere solo a los 3.000 millones acordados para desarrollar el plan social que busca mejorar las condiciones de vida de la población y de los cuales parece olvidar que serán implementados por la Agencia de las Naciones Unidas. Maduro se refiere a los más de 12.000 millones de dólares congelados en el exterior y que necesita, porque el gobierno se está quedando sin dinero, de ahí la urgencia y la inmediatez de sus condiciones.


Por otro lado, la exigencia quizá más controversial es la de eliminar las sanciones y órdenes de captura que tienen él y sus aliados ante el Gobierno de Estado Unidos y la Corte Penal Internacional (CPI). En este caso, y de acuerdo con el coordinador de la Línea Democracia y Gobernabilidad de Pares, Esteban Salazar, las sanciones hacia personas son mucho más complejas de negociar; esto por dos razones fundamentales: en primer lugar, porque levantarlas implica reconocimiento y legitimidad frente a las acciones ejecutadas por parte los implicados y, por otro lado, porque las de la CPI fundamentalmente se tratan de sanciones por violaciones a Derechos Humanos.


Ahora bien, la recomendación sobre la que más se matizó en la conferencia y sobre la que se han referido varios países fue la del cronograma de elecciones libres, tema que está siendo ignorado sistemáticamente por Maduro pese a las interpelaciones directas, incluso ahora desde la voz del mismo Petro, cosa que quizá no se esperaba.


Es claro que Nicolás Maduro veía en Petro un ferviente apoyo, pero esto puede empezarse a difuminar ante las declaraciones del presidente de Colombia al iniciar la Conferencia, pues hasta antes de esta no se había atrevido a cuestionar el orden electoral venezolano. Esto puede ser un punto de quiebre en la relación entre ambos mandatarios, porque como el mismo Petro afirmó, la Conferencia: podrá convertirse en una escena de amor o de guerra.


En este punto tendrá que entrar a calmar las aguas el embajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti, que ni antes ni después del suceso se ha manifestado, pero que mantiene una relación bastante cercana con Maduro.


Reacciones desde Venezuela


Lo anterior da cuenta de la complejidad de la situación desde mucho antes de la Conferencia ante los diálogos entre la oposición y el Gobierno de Venezuela y lo que será su continuidad.

Una de las primeras reacciones fue la del primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Diosdado Cabello, quien el 27 de abril se manifestó durante su programa de televisión. Cabello fue de los primeros en refutar a Estados Unidos sobre las sanciones económicas que, como se expuso en el apartado anterior, deben ser levantadas en su totalidad como condición obligatoria para que el gobierno vuelva a sentarse a dialogar; así mismo con las órdenes de captura, frente a las que además acuso al fiscal Karim Khan de ser un agente de Estados Unidos, por su presunta falta de imparcialidad.


Este último requerimiento, que ha sido el más polémico, fue expuesto por Jorge Rodríguez, representante del Gobierno de Venezuela en los diálogos con la oposición un día antes de llevarse a cabo la Conferencia, y justo después de que se publicaran testimonios aberrantes sobre las torturas, violaciones y otros tratos que presentaron más de ocho mil víctimas.

No obstante las exigencias no terminaron ahí, Rodríguez también solicitó la liberación de Alex Saab, el empresario colombiano acusado por el Gobierno Estadounidense de lavado de activos y corrupción sobre el desvío de dineros públicos para el beneficio de miembros del gobierno de Venezuela.


¿Cuál será el siguiente paso?


Ante las declaraciones, al igual que lo expresaron algunos medios venezolanos, la posición del gobierno de Maduro es dura pero consecuente a como se han manifestado desde los inicios de los diálogos con la oposición. Lo que, en primera medida, va a implicar un reto inmenso en el avance de las negociaciones. Sin embargo, hay varios escenarios posibles, uno ideal en el que la estrategia de Venezuela de pedir beneficios de forma exagerada funcione y consiga alivios progresivos, pero rápidos, se retomen los diálogos y la oposición consiga consolidarse –arduo trabajo por sus fisuras internas y arraigadas– para conseguir un proceso electoral justo. U otro, en el que sigan estancándose cada vez más las negociaciones y Venezuela siga siendo un país aislado de la economía global a causa de sus sanciones mientras su gobierno, que cada vez pierde credibilidad y recursos, hace que se acentúe la crisis humanitaria que azota al país.


El cierre de la conferencia internacional sobre Venezuela no dejó más que una atmósfera de incertidumbre. No se sabe si al poner al país en la agenda mundial se avanzó o si realmente se quedó en el mismo punto. El futuro de la negociación entre la oposición y el gobierno de Nicolas Maduro está en el limbo y lo cierto es que no tuvo –y quizá tampoco iba a tener– la capacidad de provocar algún efecto.

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