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Cuando la policía y los paramilitares tuvieron la libertad de cometer crímenes con tal de matar a Pablo Escobar

Por: Redacción Pares




Está documentado que 1989 fue el año de las calamidades para el país. Un bombazo en el aire destruyó un avión de Avianca en el cielo bogotano, un bus repleto de dinamita estalló frente a la sede del DAS, se asesinó a un gobernador de Antioquia, a un comandante de la policía y a Luis Carlos Galán en un mismo día de agosto. Los carros bombas estallaban en cualquier parte y era común encontrar cuerpos mutilados en las calles de las ciudades. La policía y entes gubernamentales se habían vendido a Pablo Escobar. Parecía que había ganado la guerra que le había jurado al gobierno nacional. Desde Washington la orden era una sola: acabarlo a como diera lugar. No importaba el método ni las alianzas, había que exterminarlo. No, no era que al gobierno de Bush padre le interesara el país, estaban desesperados era para evitar la fuga de capital. Pablo Escobar y el Cartel de Medellín le quitaban a Estados Unidos miles de millones de dólares. Si fuera una preocupación genuina por la salud pública intervendrían a McDonalds. La obesidad está entre las tres principales causas de muerte en los Estados Unidos, 6.6 por cada 100 mil habitantes, pero el expresidente Donald Trump ha declarado públicamente la pasión que le causa McDonalds.

 

Por eso en 1989 y con la aprobación de la CIA se crea el Bloque de Búsqueda. La intención de la policía era depurar sus fuerzas, bastante mermadas no sólo por los ataques constantes del Cartel a la institución sino a la sistemática compra de consciencias entre sus hombres. La nómina que tenía Escobar en la policía era tan amplia que era difícil no saber de antemano donde y cuando los agentes caerían a hacer redadas. El Grupo Elite era despiadado, disparaba y después preguntaba. Como los Contras, fueron entrenados por Estados Unidos en tierras colombianas violando cualquier tipo de soberanía. Las torturas, las desapariciones, las venganzas estaban a la orden del día. Se creía que para capturar al capo había que usar sus mismos métodos. Así cayó, entre 1989 y 1990, Pinina, jefe de escoltas de Pablo Escobar y su primo, Gustavo Gaviria, quien era el encargado de financiar el cartel. La pérdida de este hombre significó el principio del fin del capo.

 

Pero en Medellín entre 1989 y 1990 ocurrieron crímenes que fueron atribuidos a Escobar sin que se comprobara exactamente si fue él el autor. En su afán demencial por generar terror el capo no se encargaba de desmentirlos públicamente. Uno de esos hechos fue la demencial masacre de la discoteca Oporto en Envigado en donde fueron asesinados 25 muchachos. Desde siempre se creyó que el capo había armado a muchachos de las comunas para que se vengaran de los niños bien de El Poblado que frecuentaban ese lugar pero todo resultó siendo una mentira. En enero del 2024 ante la JEP Hugo Aguilar, una de las cabezas de ese grupo élite de la policía, reconoció que ellos estuvieron detrás de este hecho atroz, cuyas familias están buscando reparación y justicia.

 

En 1991 se llega a una calma chicha después de que Escobar estableciera condiciones para entregarse y recluirse en La Catedral, una cárcel hecha a sus medidas. Como relatan cronistas de la época, este lugar estaba diseñado era para mantener a la gente fuera de sus instalaciones, no para impedir que el capo saliera. Estaba ubicado en un lugar estrategico para protegerse de un probable bombardeo por parte de sus enemigos. La decisión de asesinar al negro Galeano y a Kiko Moncada dentro de las instalaciones de la cárcel, en junio de 1992, fue la gota que rebazó el tanque. El capo se fugó y empezaron las uniones estratégicas. El propio Hugo Aguilar contó como se unieron con ex socios de Escobar, como los temibles Hermanos Castaños o Don Berna con un sólo objetivo: costara lo que costara había que entregarle la cabeza de Escobar a los Estados Unidos.

 

Nada más en el último semestre de 1992 los PEPES -Perseguidos por Pablo Escobar, nombre que les puso Aguilar- mataron a 15 personas, civiles. Su pecado era estar en la órbita del Patrón. En una entrevista a la Revista Semana Castaño les confesó que no les importaba el método, tan sólo los resultados: El pueblo quería que destruyéramos a Pablo sin violencia, pero no era posible. Si así se hubieran manejado las cosas, hoy todos nosotros y el mismo gobierno estaríamos nuevamente arrodillados frente a este monstruo"

 

Los métodos eran los mismos, acaso peores. Se torturó y se asesinó a gente que ni siquiera tenía que ver con Escobar. La red de apoyo a este sicópata era inmensa. Si se tenía que matar a media Medellín. Y así lo hicieron. Abogados como Guido Parra y Raúl Jairo Zapata, que habían sido intermediarios entre el capo y el gobierno, terminaron en baúles de sus propios autos, con una bala en su cabeza. Se sabe que muchos de esas bombas que estallaban en el centro de Medellín y Bogotá los hacían los propios PEPES. En 1997 un juez de Medellín dijo lo siguiente sobre el accionar de este grupo  "(…) amparados por un aparato terrorista tan o más sanguinario que aquel que el cartel (de Medellín) había estructurado, acuñado bajo el rótulo de 'los Pepes', destruyendo en el oriente, sur y suroeste antioqueño innumerables propiedades, sumándose los crímenes de varios agentes cercanos al capo y sus abogados, obligando a los familiares de este a viajar al exterior"

 

El 2 de diciembre de 1993 fue asesinado en un tejado en Medellín Pablo Escobar. Muchos creían que el horror había terminado pero el grupo que los asesinó, que se había juntado con el Bloque de Búsqueda para complacer a Estados Unidos, abrirían un nuevo capítulo de terror en el país: el paramilitarismo que despojó, desapareció y acaba cientos de miles de vida en la década que vendría. La pesadilla apenas empezaba.

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