Por: Redacción Pares
![](https://static.wixstatic.com/media/fca001_9d41c0e107874a27b5f8974ff8a58d7d~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_481,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/fca001_9d41c0e107874a27b5f8974ff8a58d7d~mv2.jpg)
Trump fue, hasta el año 2014, considerado el rey de la lobera norteamericana. Además pocos creían en su integridad. Era conocido por ser el discípulo aventajado de Roy Cohn, un oscuro abogado que defendió a las casas mafiosas más conocidas de los Estados Unidos y que convirtió la mentira y la calumnia en una de las formas preferidas de los tiburones financieros para conseguir sus objetivos. Su injerto de pelo rojizo, su bronceado artificial, sus manos pequeñas y la voracidad con la que cambiaba de nombre lo convertían en una especie de arlequín. Lo que no sabían los analistas políticos ni los grandes medios es que los años que pasó siendo el rostro del Aprendiz, le sirvieron para crear una fanaticada que haría cualquier cosa por él.
Es conocido en su biografía los beneficios que recibió de la alcaldía de Nueva York en 1975 a nivel tributario para poder hacer sus primeras torres. Se dio todo el autobombo posible para verse como el hombre que sacó a la Gran Manzana de la anarquía y la criminalidad que la dominaban hace cincuenta años. Su gusto tenía que ver con inodoros de oro, arañas doradas, mondadientes de plata, paredes de diamantes, cascadas artificiales en los lobbys de sus edificios de 100 pisos. Su desmesura disgustaba a Fred, su padre, quien le recomendó no endeudarse para construir en 1990 el Tah Majal, un casino-hotel por el que pagó 1.000 millones de dólares. Esta fue la primera de las siete bancarrotas que vivió el autodenominado hombre de negocios más exitosos del mundo. Sus detractores afirman que fueron sus habilidades como estafador las que lo terminarían salvando.
En una de sus primeras entrevistas como megamillonario, realizada en 1980, la presentadora le pregunta si estaría entre sus sueños ser presidente de los Estados Unidos y él fue enfático en decir que jamás. Con el tiempo cambiaría de opinión. En el año 2000, después de haber sido la comidilla de los medios por su escandaloso divorcio con Ivana Trump, el magnate decidió lanzarse como precandidato presidencial por el partido de la Reforma, uno de los que menos votos tiene en los Estados Unidos. Su candidatura fue inspirada por Jesse Ventura, el personaje de lucha libre que terminó convertido, a pesar de su poca esperticia política, en gobernador de Minnesota. Su estrategia fue calumniar a sus rivales. Pat Buchanan era uno de los reformistas que luchaba por obtener la candidatura. Había lanzado un libro en 1999 y Trump, sin leerlo, empezó a tergiversar todo lo que había escrito su rival en las urnas. Lo catalogó como “admirador de Hitler”. Al final Trump renunció a esa candidatura y los medios se rascaron la cabeza preguntándose qué diablos quería un bufón que se preciaba de ser “el master de los medios” apareciendo cada vez que podía en los decadentes espectáculos de la lucha libre. En esas elecciones el partido reformista obtuvo el 0.4% de la elección. Trump compartió con sus asesores la gran lección que aprendió: si quería ser presidente los Estados Unidos tenía que pertenecer a uno de los dos grandes partidos, o ser demócrata o ser republicano.
Pero el mundo cambiaría el 11 de septiembre del 2001. El discurso de seguridad se volvería un mandamiento. Trump, en toda esa primera década de este siglo, pertenecería al partido demócrata y apoyó incluso el derecho al aborto. Después sería republicano y un conservador radical, incluso acusado de ser supremacista blanco. Los enemigos dicen que es un hombre sin convicción y la historia también lo ha demostrado. El se mueve según vayan los vientos de la política.
Fiel a su temple mediático en tres semanas como nuevo presidente ha sido portada de todos los diarios del mundo. Poco o nada le importan si hablan bien o mal de él. Sabe que nunca lo han tomado en serio. Jamás los ha necesitado para desgracia del mundo.
Comments