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¿Cómo hizo Iván Cepeda para ganarle la batalla a Álvaro Uribe, el hombre más poderoso de Colombia?

Por: Redacción Pares


Fotos tomadas de: El País y Caracol Radio

La primera cachetada que recibió Iván Cepeda por parte de Álvaro Uribe ocurrió en julio del 2004. Las puertas del congreso se abrieron de par en par para recibir y aplaudir a los tres hombres más importantes del paramilitarismo: Salvatore Mancuso, rey de Córdoba, Ramón Isaza, amo y señor del Magdalena Medio y Ernesto Baez, el gran ideólogo de las AUC.


Senadores tan populares en ese momento como Carlos Moreno de Caro se levantaron solícitos para abrazarlos y felicitarlos. ¡Habían limpiado al país de la plaga subversiva! Mientras los tres asesinos soltaban sus discursos ante la mirada hechizada de los padres de la patria, afuera, en la Plaza de Bolívar, cientos de personas que habían sido arrastradas en ese vendaval de despojos, masacres, desapariciones y asesinatos, protestaban contra este atentado a las instituciones. Una de las voces que más alto se escuchaba era Iván Cepeda.


Diez años atrás, el 9 de agosto de 1994, su papá, el senador Manuel Cepeda, director del Semanario Voz y cabeza visible de la martirizada Unión Patriótica, dejó su casa en el barrio Ciudad Banderas, acompañado por un conductor y su escolta. En medio del camino una camioneta Luv, de color blanca, les cerró el paso. Dispararon. “Nos dieron” alcanzó a decir el conductor antes de que el cuerpo de Manuel Cepeda se desplomara. Al otro día el diario El Tiempo, el de mayor circulación en el país, tituló “Asesinado Senador Comunista”. Nunca le he preguntado a su hijo Iván, a los que quedaron, ¿Qué pensaron ante esta línea tan fría, casi que tan justificativa que sacaba el periódico de mayor circulación del país? Era, sólo, uno más de los dirigentes de izquierda que caían en el país. Ya se sumaban 4.000 miembros de la UP asesinados. Era un genocidio.


Las investigaciones no tardaron en descubrir la verdad: Manuel Cepeda habría sido asesinado por un equipo mixto compuesto por suboficiales del Ejército Nacional y los paramilitares de Córdoba. Los hermanos Fidel, Carlos y Vicente Castaño tenían en la mira al político y lo mataron. Unos pocos meses después de la tragedia el joven Iván Cepeda le dijo a uno de los amigos de confianza de Manuel, Alirio Uribe, esta frase “Alirio, vengo a hablar contigo porque mi papá me dijo que si le pasaba algo, tú sabías quiénes me iban a matar”. Uribe le dio la voz de alarma, lo único que tenía que hacer era irse del país.


Iván Cepeda, a sus 32 años, ya estaba comprometido con la causa. Según la Silla Vacía había ingresado a las filas de la JUCO a los 13 años, estudió en Sofía en los años ochenta, cuando aún Bulgaria estaba tras el telón de acero y, a su regreso a Colombia, se había entusiasmado con el proceso de paz del M-19. Y entonces se fue para Lyon, en Francia, y desde ahí no descansó hasta que se descubrió que agentes del Estado habían estado detrás del asesinato de su padre.

Y entonces tenía que aguantarse que a los que masacraron a Manuel Cepeda los vitorearan en el Congreso durante el primer gobierno de Álvaro Uribe Vélez. En el principio de la sesión Iván Cepeda, quien en ese momento era más reconocido por haber creado el MOVICE y por su vigorosa columna en El Espectador que por su labor política, estaba en la tribuna de prensa del Congreso. Cuando Mancuso iba a tomar la palabra, Cepeda sacó una foto de su papá, las cámaras de televisión lo enfocaron. La fuerza pública lo sacó del recinto. Su voz no se cayó y se unió a los que protestaban con furia por la humillación. Años después las máscaras caerían y gracias a la investigación de la Fundación Arco Iris se descubrió el fenómeno de la parapolítica.


Cepeda siempre fue un crítico del gobierno Uribe y, sobre todo, del proceso de paz con las AUC. Ha visitado, incluso en sus celdas en Estados Unidos,  a comandantes paracos que quieren contar su versión de lo que pasó, pero que fueron extraditados para callarlos. Entonces Cepeda le descubrió los pies de barro al ídolo de Uribe. Se lanzó a la Cámara en el 2009, armaba los debates en el congreso más documentados y sacó investigaciones como el libro A las puertas del Uberrimo capaz de mostrar el pasado de Uribe que él guardaba con celo y descubre cómo empieza a volverse poderoso a partir de todas las irregularidades de lo que sucedía en Córdoba, uno de los departamentos más golpeados por el fenómeno paramilitar. El despojo, la usurpación de tierras, las desapariciones rodeaban el Ubérrimo. Incluso en el centro de la ciudad de Montería, como le recordó en una conversación Iván Cepeda a María Jimena Duzán, había una escultura en honor a los paramilitares. Entre sus descubrimientos estuvo la de que se habían hecho reformas arquitectónicas en el Ubérrimo con platas públicas, algo que siempre negó Uribe.


En su investigación Cepeda descubrió, en la sección de sociales del periódico El meridiano de Córdoba, fotos de los hijos de Uribe con mafiosos. Incluso en su investigación Cepeda les pidió a las directivas del periódico las fotos para publicarlas en el libro pero no lo permitieron. A pesar de todas las revelaciones contra el hoy expresidente, jamás le llegó una denuncia por calumnia.


Desde entonces Uribe lo ha tenido en la mira. Cepeda no se calla. Hace debates memorables sobre la relación de Alvaro y Santiago Uribe con el Bloque Metro de las AUC. Pone en el ojo público la palabra Guacharacas, propiedad de los Uribe. Fue en ese lugar en donde el papá de ellos fue asesinado en 1983.


Cepeda se adentra en la investigación de cómo se había legalizado la tierra que fue despojada a sangre y fuego por parte de los paramilitares en Montes de María, en Antioquia. En su investigación hace correrías por las cárceles y conoce a dos presos, dos exparas, Juan Guillermo Monsalve y el Tuso Sierra, quienes le cuentan el surgimiento del Bloque Metro en la hacienda Guacharacas, una investigación que además complementó la periodista Olga Behar en su libro Los doce apóstoles.


La memoria es frágil, pero pocos recuerdan lo difícil que fue para Cepeda hacerle un debate a Uribe quien acaso cometiera un error al haberse lanzado en el año 2014 como senador. Lo protegían. Después de formularlo Cepeda incluso perdió la investidura. Uribe lo demanda en el 2014 por injuria y calumnia. La Corte le da la razón y empieza una investigación contra el senador de izquierda por presunta manipulación de testigos. Alvaro Uribe afirma que Cepeda le dio dádivas a los paras para que hablaran contra él. Monsalve y Sierra se desdicen. El viejo luchador comunista empieza a darse cuenta de la magnitud del monstruo que se debe enfrentar. Vienen años duros, cruzados incluso por una enfermedad a la que pocos sobreviven.

En el 2018 el efecto boomerang termina afectando a Uribe. Se le devuelve la denuncia. La Corte le cerró la investigación a Cepeda y anuncia que le abrirá uno a Uribe por presentar falsos testigos. El 20 de agosto del 2020, en plena pandemia, Álvaro Uribe Vélez es detenido.


La Corte encontró pruebas suficientes para demostrar que Diego Cadena, el extravagante abogado del expresidente, había intentado sobornar a testigos como Juan Guillermo Monsalve para que cambiara su versión e incriminara al senador de izquierda. Varios testigos también hicieron la misma acusación contra Cadena. Este reconoció haber entregado pequeñas ayudas en dinero a algunos de los presos como "ayuda humanitaria". Cadena fue detenido en el 2022 acusado de fraude procesal.


Uribe ha intentado reencaucharse políticamente, pero el triunfo de Gustavo Petro fue una muestra más de su decadencia. Ha intentado por todos los medios buscar la preclusión de su caso pero éste continúa. Incluso está llamado a juicio. Con una Fiscalía no tan cercana a él como es la de Barbosa la suerte del expresidente podría asemejarse a otros líderes de la región que ostentaron poderes y popularidad insospechados y que terminaron tras las rejas como Alberto Fuijimori.


Mientras tanto Cepeda es conocido como el arquitecto de la Paz Total y, a sus 64 años, está viviendo una segunda juventud. Los males han quedado atrás. Algunos enemigos, como Uribe, pierden relevancia con el pasar de los días. Hay motivos para seguir sonriendo.

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