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Cómo llegó Arauca a su indeseable situación de hoy

Por: Leónel Pérez Bareño

Sociólogo de la Universidad Nacional y Magíster en Ciencia Política del Instituto de Massachusetts

Fotografía tomada de: Meridiano 70.

Varios factores contribuyeron a engendrar el monumento del monstruoso caos reinante en la Arauca del 2021. A continuación, ocho puntos para comprender la situación que vive hoy el departamento:


Uno, la bonanza petrolera iniciada en 1986: el presupuesto seccional pasó de un millón de dólares, en 1985, a cien millones de dólares en 1991. Arauca Saudita se embriagó de codicia y locura.


Dos, la migración: la población pasó de 70 mil habitantes, en 1985, a 300 mil en 2020. No fueron paisas echados para adelante, sino aventureros y oportunistas de toda laya dispuestos a enriquecerse de cualquier forma.


Tres, surgen dos ejércitos ilegales necesitados de hombres, armas y avituallamiento: ELN y FARC.


Cuatro, la ausencia del Estado. Este solo vio petróleo y puso allí cinco mil hombres para proteger el oleoducto; no le importó la población. El Estado colombiano abandonó a Arauca.


Cinco, a mitad de camino (2000-2005) llegan las AUC con su infinita capacidad de criminalidad y horror.


Seis, la corrupción. Esta surgió tras la mezcolanza de lo anterior: dirigentes venales, guerrillas, paracos y contratistas de toda condición.


Siete, Arauca: eslabón del narcotráfico. Esta última fase se vendría implementando desde el último decenio en complicidad con el Gobierno venezolano, el ELN, las disidencias de las FARC la ‘Segunda Marquetalia’, y los grupos ligados al tráfico de estupefacientes.


Ocho, el panorama de hoy: el mayor nivel de corrupción y de pobreza, el más alto nivel de desesperanza y oscuridad. Esto continuará así hasta que el Estado se comprometa con una Agenda Integral de Desarrollo que vaya más allá de operativos militares, policiales y judiciales.

 

* Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona a la que corresponde su autoría y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación (Pares) al respecto.



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