¿Darles voz a los feminicidas?: a propósito del nuevo youtuber Andrés Ricci
- Ghina Castrillón Torres
- hace 5 horas
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Por: Ghina Castrillón Torres. Politóloga feminista.

Andrés Gustavo Ricci, el feminicida de Luz Mery Tristán, reaparece en escena porque la negligencia institucional y la irresponsabilidad mediática le han cedido pantalla y micrófono. Desde la cárcel, Ricci publica videos en los que asegura tener una “verdad por contar”, intentando llevar a cabo toda una estrategia para lavar su imagen y frente a la cual, en algunos medios de comunicación se ha manifestado indignación, olvidando que el abordaje periodístico que se le da a las violencias feminicidas tiene mucha responsabilidad en el hecho de que un criminal tenga espacios para justificarse.
Recordemos que Andrés Gustavo Ricci fue condenado a más de 45 años de prisión por el feminicidio agravado de Luz Mery Tristán, excampeona mundial de patinaje, quien era su pareja sentimental. El crimen ocurrió entre el 4 y el 5 de agosto de 2023 en Cali. Este feminicidio fue todo, menos un “accidente”, como así lo llama ahora el feminicida; de hecho, ningún feminicidio lo es, pues constituye la manifestación más grave de las violencias sistemáticas y estructurales que padecemos las mujeres por razón de nuestro género.
Algunos periodistas que hoy se escandalizan con los videos de Ricci son los mismos que, con coberturas erráticas, permitieron que esta clase de manipulación y estrategia mediática ocurra. Justamente, cuando ocurrió el crimen, escribí sobre la forma cómo se abordó este caso, pues en medios se contribuyó a banalizar el feminicidio, restándole importancia a la verdadera magnitud del problema. ¿Cuántas veces hemos visto titulares que hablan de un “crimen pasional” en lugar de “feminicidio”? ¿Cuántas veces se han insinuado provocaciones por parte de la víctima y se ha explorado su vida íntima como si se estuviera intentando encontrar la justificación de su asesinato? Cada una de esas prácticas constituye el terreno para que el feminicida se permita el descaro y atrevimiento de intentar exculparse en público.
La indignación mediática que hoy vemos no puede desligarse de su propia responsabilidad y no basta con escandalizarse cuando el asesino crea canales en plataformas digitales. Es necesario revisar cómo los medios de comunicación han reproducido las narrativas machistas que revictimizan a las mujeres asesinadas y que validan a los agresores.
El sistema penitenciario debe responder cómo es posible que un criminal feminicida tenga la posibilidad de grabar y difundir contenido, aun cuando algunos digan que es un asunto de libertad de expresión, este derecho no puede estar por encima del derecho de las víctimas y sus familias a no ser revictimizadas. ¿A quién beneficia escuchar las excusas de un asesino que busca manipular la opinión pública para minimizar su responsabilidad?
Pero considero que la pregunta que debemos hacernos hoy, desde el periodismo, la política y la sociedad en general, es ¿cómo darles voz a los feminicidas? Y la única respuesta posible, desde una perspectiva de género comprometida con la erradicación de la violencia machista, es que no se les debe dar voz, a menos que sea para asumir con responsabilidad su crimen, expresar su arrepentimiento y contribuir a procesos de reparación. No se trata de censurar, sino de comprender que la libertad de expresión no es un derecho absoluto, y que su ejercicio no puede estar por encima del derecho de las víctimas a la no revictimización. No todo lo que puede decirse debe ser difundido y amplificado.
La aparición de Andrés Ricci, expone esa permisividad con la que, como sociedad, se comprenden las violencias basadas en género y la indignación que hoy exponen algunos periodistas ante los videos de Ricci resulta profundamente hipócrita. Cada vez que los medios titulan las noticias relacionadas sobre dichas violencias con eufemismos que minimizan la brutalidad del acto, cada vez que se exploran los motivos del criminal como si tuvieran algún peso, se está permitiendo que esta clase de espectáculos grotescos pasen y que personajes como Ricci se sientan en el derecho de decir lo que se les dé la gana. Permitiendo que se cuestione la verdad sobre el crimen y que se siembren dudas sobre la culpabilidad del agresor.
Por todo esto, vale la pena insistir en la urgente necesidad de una profunda reflexión tanto en el ejercicio periodístico como en la respuesta social sobre cómo se abordan estas violencias y ser críticas en cómo se consumen y replican esas narrativas, para evitar dar resonancia a las voces que revictimizan.