Por: Ana María Ramírez Tovar
Hoy escuchamos con cierta frecuencia hablar de comunidades energéticas, es la apuesta por democratizar la energía para el actual gobierno colombiano. Se ha anunciado que la meta es la creación de 20.000 comunidades energéticas en todo el territorio y a la fecha ya hay 13.000 postulaciones en la página del Ministerio de Minas y Energía. Aunque el nombre puede llegar a ser muy diciente, ¿qué tanto realmente entendemos sobre qué es una comunidad energética?
Tomemos como ejemplo de referencia a Alemania, que según la Agencia Internacional de Energía Renovable - IRENA, es el país con la mayor capacidad instalada en proyectos comunitarios, cerca de 1 GW[1]. A pesar de existir otros países con gran número de energía bajo esta naturaleza como Dinamarca, Gran Bretaña y Austria; Alemania representa además el país con el mayor número de cooperativas de energía renovable desde 1980 que aún siguen operando.
En este punto nos hemos referido a las comunidades energéticas como cooperativas energéticas, comunidades energéticas, proyectos colectivos de energía, y seguramente encontraremos otro par de nombres más si buscamos (energía ciudadana o energía comunitaria). La razón de ello radica en que no existe una denominación ni definición específica, parece así, un concepto que emerge del imaginario colectivo desde un enfoque bottom-up, como se conoce en la academia, que hace referencia a aquello que surge desde el pueblo hacia el gobierno.
Para Alemania, el marco regulatorio parte de las directivas de la Unión Europea, cuya comisión define las cooperativas de energía dentro de dos leyes del Paquete de Energía Limpia: Directiva de Energías Renovables (UE) 2018/2001 para "comunidades de energías renovables” y, la Directiva sobre el Mercado Interior de la Electricidad (UE) 2019/944 para las "comunidades energéticas ciudadanas" que cubre todos los tipos de electricidad. Especifican las cooperativas como una posibilidad para que los ciudadanos contribuyan conjuntamente a los sistemas energéticos, sin determinar un fundamento jurídico específico. Dada la amplia definición del marco europeo de una comunidad energética, se entiende coloquialmente como organizaciones creadas, administradas y/o de propiedad de actores de la sociedad civil que un toman un papel activo en todo el mercado eléctrico.
Si bien siempre hemos cooperado como especie paran dar soluciones a problemas comunes, el concepto moderno de comunidad energética surge a finales de la década de 1950. La principal motivación fue la búsqueda de acceder a servicios de energía, que por la naturaleza de la tecnología se hacía muy difícil solucionar individualmente, entonces, colectivamente se tomaba la decisión de instalar sistemas compartidos. En un principio, su principal uso fue calefacción, pensando en las ventajas de tener un sistema compartido: reduce costos, la instalación se puede hacer en sitios menos invasivos que las casas propias, la mantención era responsabilidad de todos y no de una sola persona, entre otras.
Aquí entonces, encontramos un factor relevante del desarrollo de las comunidades energéticas en Alemania, es una iniciativa propia, no busca ser desarrollada por un tercero, buscó dar una solución propia a un problema propio. Esta capacidad de autogestión, de búsqueda de empoderamiento territorial y construcción del tejido social (la capacidad de cooperar entre nosotros), es esencialmente importante en el éxito de los esquemas: comunidad energética, implica una comunidad fuerte capaz de cooperar entre sí.
Actualmente Alemania tiene más de 1.700 esquemas colectivos de energía en diferentes modalidades. Sus objetivos son la democratización del sistema energético, la participación ciudadana, la independencia energética, la reducción del costo de la energía, la descentralización de los sistemas de generación y, la diversificación de la matriz energética. En donde el éxito de la sostenibilidad ha sido el sentido de apropiación social de lo que se construye, la capacidad social de trabajar conjuntamente por un objetivo común, cada participante con un rol específico y definido.
Si las comunidades energéticas que iniciaron en 1950 hubieran tenido un enfoque paternalista, se hubieran visto pasivos ambientales al cabo de un par de años y el mismo problema sobre la falta de acceso a la energía; si hubieran sido construidas en su totalidad con financiamiento externo y dependientes para su mantención, hoy no existirían. No obstante, el desarrollo fue diferente dada su vocación cooperativa, los ciudadanos de aquel momento buscaron los mecanismos bajo los cuales podían hacer operar sus sistemas y posteriormente, la presión social para regularlos y acceder a beneficios generó una mayor visibilidad política, que se refleja en las recientes directrices de Unión Europea[2]
En Colombia no tenemos la misma tradición cooperativa que Alemania. No obstante, si tenemos muchas motivaciones para tomar las comunidades energéticas, -si se quiere, como una excusa- para la reconstrucción del tejido social de un país marcado por la violencia en el territorio y, la carencia de servicios de energía, de energía para la educación, la salud o las comunicaciones. Así, aunque el ejercicio requiere de una rigurosidad técnica, es menester resaltar que requiere aún más de todos nosotros en la construcción, no de un tercero que financie y recibamos como beneficiarios, sino de la búsqueda conjunta de soluciones.
Algunas de las lecciones que podemos extraer de Alemania además de la capacidad cooperativa es entender que todos los ciudadanos que conforman una comunidad son heterogéneos, así que el respeto por las diferencias es esencial en el trabajo conjunto y voluntario. Hay que ser conscientes que este no será el trabajo principal del que viven los ciudadanos, por ello no será la prioridad, menos cuando existen otras grandes necesidades de base, la participación deberá ser voluntaria pero consistente.
Dado que no todas las comunidades están en la capacidad de autofinanciarse y requieran apoyo externo, si debe existir un compromiso financiero adecuado para su contexto. Proporcionar un mecanismo de financiación será en muchos casos el punto de partida para la apropiación tecnológica, si depende de subsidios no es sostenible, la dependencia financiera externa nunca podrá representar desarrollo social.
Por último, la formalidad de las soluciones permitirá que el sector privado se involucre sin instrumentalizar a las comunidades. Los nuevos modelos de energía centrados en los usuarios o los grupos de usuarios como estos esquemas encontrarán un camino para hacerlas sostenibles, en la única medida que se garanticen sus derechos. Fortalecer la institucionalidad y la gobernanza será necesario en la exploración de nuevos actores del mercado energético.
Así, aunque existen claras barreras para Colombia, existen aún más motivaciones que pueden hacer realidad las comunidades energéticas que despliegan el desafío civilizatorio hacia lo sostenible, la renovación de demandas democráticas descentralizadas en torno a la energía, su fuerte relación con su territorio y sus conflictos; y las caras del desarrollo que tiene derechos y deberes.
[1] Para hacerse a una idea, toda la capacidad instalada en Colombia es un poco más de 17 GW en grandes proyectos, principalmente hidroeléctricos
[2] Nótese que no tienen más de 10 años
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