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De los peloteros al multicrimen: los flagelos del Inpec en una latente crisis carcelaria

Por: María Valentina Ortiz Prada, Nicolás Andrés Bohorquéz, Iván Gallo




En las cárceles de la Modelo de Bucaramanga y Palogordo de Girón, los guardias en las garitas observan con frecuencia una escena peculiar: dos hombres llegan en moto, el parrillero se baja y, como si de un beisbolista se tratase, lanza algo que parece una naranja. De hecho, técnicamente, sí es una naranja. Estas ‘pelotas’ están hechas de cáscara de naranja secas envueltas en cintas; no existe un material más barato y eficaz para amortiguar el contenido de estas pelotas. Dentro, pueden encontrarse bolsas de cocaína, moños de marihuana, chips o celulares. El INPEC teme que grupos con un alcance transnacional, como el Clan del Golfo o el Tren de Aragua, manejen o sostengan alguna relación con estas complejas redes de abastecimiento que se conforman a través de una línea de labores, que incluye desde los ‘campaneros’, hasta quienes lanzan las pelotas. Desde las garitas, los guardias no pueden hacer nada: a los funcionarios del INPEC solo les atañe lo que sucede en los muros del centro penitenciario, la facultad de detención frente a cualquier cosa que salga del entorno perimetral es de la Policía Nacional.


Los “peloteros” son sólo una pieza dentro de una estructura criminal organizada, no un grupo en sí. Esta estructura involucra toda una cadena de producción que va desde la persona que envuelve y embala las pelotas, hasta quienes las reciben dentro de las cárceles. No se trata de individuos que actúan al azar, sino de un mercado sistematizado cuyo modo de operación responde a una motivación económica. Sin embargo, podría argumentarse que, de cierta manera, este conjunto carece de un mando jerárquico convencional. Su naturaleza operativa se basa en la subcontratación para disponer de tareas del sistema productivo criminal. Este modelo permite flexibilidad y reduce la exposición de los líderes a la acción policial, al tiempo que asegura un flujo constante de suministros hacia las cárceles.


La tecnificación de estos métodos de abastecimiento ilegales ha llevado a un salto en las entregas, a las artesanales bolas forradas hechas con cáscaras de naranja se han sumado artefactos tecnológicos como drones y hasta entregas con palomas. Como mencionó una funcionaria de la cárcel de Palogordo en una entrevista con PARES, la cual reservamos su identidad por seguridad: “Esto no lo hace cualquier chirrete”.


Una vez el paquete está dentro, se captura a la persona que lo recibe y se realiza el procedimiento con la policía judicial. Muchas veces no se puede determinar quién es el principal responsable y solo se logra decomisar la mercancía. Sin duda, para que estos insumos se manejen dentro de la cárcel, no solo se requiere la acción de los "peloteros"; debe haber una voluntad por parte de algunos guardias o funcionarios para que esto fluya en los patios. El pasado 16 de mayo, vimos lo que pueden hacer las agrupaciones criminales ante funcionarios del INPEC que no se someten a sus exigencias, con el asesinato del director de La Modelo. "Por lo general, al agente del INPEC que decomisa o al director que ordena una investigación penal, le llueven amenazas".


Por otro lado, vale la pena pensar sobre la posición de quienes se encuentran dentro de los centros penitenciarios, ya que son estos quienes solicitan las mercancías. Por tal razón, no sería descabellado suponer que ellos también podrían estar implicados en la coordinación de las actividades ilegales, siendo aún miembros operantes de las estructuras criminales dentro de las cárceles que articulan el ingreso de insumos ilegales con otros delitos como la extorsión y las amenazas.


La extorsión es el delito que más ha crecido en Colombia en el último año, y la mayoría de estos hechos delictivos se perpetran desde dentro de las cárceles. No necesitan otra arma que los celulares; a través de llamadas, acorralan a comerciantes y civiles para obtener las sumas que requieren.


Videos como los difundidos del Negro Ober, líder de los Rastrojos Costeños, en los que amenaza con asesinar comerciantes en represalia por el arresto de su pareja, llevaron a las autoridades a tomar medidas como la Operación Dominó, con redadas y requisas en las celdas. Esto desató la ira de delincuentes como Pedro Pluma del Patio 4D de la Modelo, quien amenazó con matar al director de ese penal y a su familia si las redadas continuaban.

Por eso en noviembre de 2023 se habilitó en Palogordo el pabellón de máxima de seguridad en donde albergan a delincuentes como Digno Palomino Rodríguez, alias El Viejo, ex comandante de los Costeños, Otón Alfredo Peralta, líder extorsivo de Los Costeños, Jesús Olivares Guzmán, mano derecha del temible Negro Ober. Hasta diciembre estaba en ese lugar uno de los peces gordos de la extorsión en el país, José Manuel Vera Sulbarán, mejor conocido como Satanás. Además, 13 de enero del 2024 salió de la cárcel de Girón un audio en donde este criminal amenazaba con hacer un “baño de sangre” con los comerciantes bogotanos si no se ponían al día con sus dos principales cobradores, alias Moisés y alias Pedro.


Sin embargo, en Palogordo, al igual que en otros seis establecimientos penitenciarios donde se está llevando a cabo la Operación Dominó, las amenazas a los funcionarios han aumentado. Gracias a estos operativos, se han identificado modalidades de crimen como el “Multicrimen” del Clan del Golfo, que financia el envío de drogas a Venezuela, Perú y México. En esta modalidad también participa el Tren de Aragua, que se ha subdivido en clanes como el de Satanás. Además, La Inmaculada y las disidencias de las FARC, junto con el ELN, son algunas de las culebras con las que deben lidiar en Palogordo y otras cárceles. “Nosotros para ellos somos trabas en ese proceso. Cuando hacemos la operación Dominó los aislamos en patios sin comunicación alguna y eso los enfurecen y nos amenazan con denunciarnos porque le estamos coartando el derecho a la comunicación”.


Otra de las grandes preocupaciones del INPEC es la instrumentalización de las cárceles, los grupos delincuenciales usan los centros penitenciarios como medios para presionar políticamente al gobierno en las negociaciones que avanzan en el marco de la Paz Total con estos grupos. Los funcionarios quedan expuestos entre la lucha que cada vez más escala en violencia entre los grupos delincuenciales y el gobierno. “Uno vive todos los días con una incertidumbre. Estar en una cárcel es como estar en un país pequeño”. En la cárcel de Palogordo se vive los rigores del Plan Pistola.  La situación, como se ha visto en otras partes del país, es cada vez más insostenible.

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