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DEL DICHO AL HECHO HAY MUCHO TRECHO: FUERTES CRÍTICAS A LA TRANSICIÓN QUE PROMETE PETRO

Por: Lizeth Serrato Contreras




La Transición Energética es uno de los pilares más prometedores del gobierno de Gustavo Petro, quien ha intentado marcar un rumbo diferente en América Latina en los temas de las renovables, apostando por una transformación significativa de su modelo energético. Sin embargo, entre la ambición del discurso y la dureza de los hechos, se ha abierto una brecha preocupante que pone en entredicho la viabilidad del proceso.


El gobierno ha tomado decisiones sin precedentes en el territorio, como lo es la suspensión de nuevas licencias para la exploración de petróleo y gas, y la promoción de leyes contra el fracking; estas acciones han sido celebradas por algunos sectores como muestras de audacia  política y compromiso ambiental. No obstante, también han sido objeto de fuertes críticas, especialmente por parte de medios internacionales como The Economist, que no ha dudado en calificar la política energética del presidente como “inconsistente” y “llena de riesgos” para la economía nacional.


Y es que, más allá del simbolismo de la TEJ, la ejecución técnica no ha tenido gran eco. Colombia sigue dependiendo fuertemente de los hidrocarburos, especialmente del gas natural, cuyas reservas se han reducido en un 58 % desde 2012. La realidad energética choca de frente con la narrativa gubernamental: por primera vez en casi medio siglo, el país ha tenido que importar gas para cubrir su demanda interna. Esto no solo contradice el discurso de autosuficiencia, sino que implica mayores costos y emisiones contaminantes, precisamente lo que se pretendía evitar.


Por otro lado, las alternativas exploradas por el gobierno tampoco han rendido frutos claros. Reanudar la cooperación energética con Venezuela se ha visto obstaculizado por sanciones internacionales y por el deterioro del gasoducto binacional. ¿Estamos, entonces, sacrificando el corto plazo por un ideal sin sustento técnico?


En este contexto, el debate sobre la Transición Energética en Colombia debe ir más allá del plano político o ideológico. Lo que está en juego no es solo la imagen del gobierno ante la comunidad internacional, sino la sostenibilidad energética del país en los próximos años. Se requiere una mirada integral que combine la descarbonización paulatina con el fortalecimiento de capacidades técnicas, infraestructura y políticas públicas coherentes. Sin una base sólida, el riesgo es que la Transición se convierta en un salto al vacío y siga generando realidades desiguales y conflictos socioambientales.


En definitiva, el gobierno de Petro ha abierto una conversación imprescindible sobre el futuro energético del país, pero ha fallado en su ejecución. Si no se corrige el rumbo, la promesa de un modelo más verde y justo podría convertirse en una advertencia más que en una esperanza. El ambientalismo del que habla el presidente se ha puesto sobre una tela de juicio muy delgada en la que solo las acciones contundentes y reales pueden contrarrestar, de no ser así el discurso se convierte en un espejismo energético y, peor aún, nos lleva a pensar si nuevamente volvimos a caer en una ilusión sin futuro.                

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