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El ajedrez geopolítico en América Latina: las potencias regionales luchan por el liderazgo

Por: Igor Parma, Internacionalista


“[Los latinoamericanos] hemos nacido con la idea común de construir democracias. Democracia, libertad, han sido hitos, conceptos comunes en todas las Américas: democracia, libertad y paz. Parte de nuestra historia tiene que ver con ese común destino, con esas raíces comunes”, esta fue una de las frases del presidente colombiano, Gustavo Petro, en su intervención en la Conferencia Internacional sobre el Proceso Político en Venezuela. En la conferencia convocada por Petro participaron veinte países de tres continentes. Mientras Europa estuvo presente a través de sus grandes potencias regionales (Alemania, Francia, Italia y Reino Unido), las potencias regionales americanas también participaron de la conferencia con delegaciones de Brasil, Chile, Estados Unidos y México, además de Colombia. A pesar de no contar con una delegación venezolana, se comunicarán “al presidente Nicolas Maduro, a partidos y sectores de oposición y de la sociedad civil, los resultados de la misma para su evaluación y comentarios”, según la declaración final oficial presentada por el canciller colombiano Álvaro Leyva.


Esta Conferencia trajo una nueva perspectiva para la situación política venezolana. “Un primer acercamiento por parte de los países que tienen alguna intencionalidad de que se resuelvan estas situaciones planteadas por parte del canciller colombiano dentro de Venezuela: las sanciones y el proceso de democratización”, dijo Esteban Salazar, coordinador de la Línea Democracia y Gobernabilidad de la Fundación Paz & Reconciliación (Pares) en entrevista a France 24. Las mismas delegaciones se reunirán en una segunda oportunidad para continuar las discusiones sobre la compleja situación que generó, en América Latina, el éxodo de cinco millones y medio de refugiados venezolanos, de un total de siete millones de migrantes a nivel mundial, según Salazar.


Más allá de los efectos que esta Conferencia pueda presentar en Venezuela –que dependen de múltiples factores y cooperación internacional–, la asistencia de grandes potencias regionales reveló el reconocimiento del protagonismo regional colombiano. Es cierto decir que no sería un protagonismo desinteresado, ya que Colombia es el país que más recibió refugiados –alrededor de 1,8 millones– y que, el pasado viernes (21 de abril), el presidente Petro anunció una alianza militar con Venezuela para enfrentar al ELN. La existencia de esos intereses no es, sin embargo, un prejuicio con relación a su protagonismo regional, sino un anclaje de la representación regional colombiana.


El reconocimiento de un protagonismo regional colombiano revela un complicado cálculo de las potencias internacionales en América Latina. En el contexto geopolítico mundial, las piezas latinoamericanas se mueven a gran velocidad, con posicionamientos dinámicos frente al ajedrez de las grandes potencias.


El tópico de proyección geopolítica es la disputa entre EE. UU. y Europa en contra de China y Rusia. Este escenario actual es uno de los grandes “partidos” entre los estadounidenses y chinos. Las dos mayores potencias del Sistema Internacional siguen en disputa ya hace mucho por consolidar su influencia mundial. Entretanto, recientemente, el gobierno chino adoptó un cambio en su política externa. Tradicionalmente, la proyección geopolítica china se concentraba en una estrategia de proximidad, con su presencia sintiéndose más fuerte en sus vecindades, como en el Atlántico Sur. El cambio significativo fue que el gobierno de Xi-Jinping empezó a pulsar sus esfuerzos diplomáticos más allá de esas zonas tradicionalmente establecidas. El episodio más emblemático de este esfuerzo fue la reanudación de relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita –tradicional, aunque polémico, aliado de los Estados Unidos en el Medio Oriente– e Irán –emblemático opositor a los EE.UU. en la misma región–. Esta reanudación de relaciones hecha entre dos de las principales potencias en la región fue un golpe a la fuerza estadunidense en el Medio Oriente, acompañado por la jugada china de negociar con Riad un acercamiento a Rusia y la disponibilidad de negociar en otras divisas que no sean dólares, debilitando el uso de la moneda estadunidense en el mercado internacional.


Uno de los movimientos de Beijing más recientes fue fruto de una aspiración brasileña en la visita oficial del presidente Lula da Silva a China. El presidente brasilero ya había sido fuente de polémicas cuando emitió dos declaraciones sobre la guerra en Ucrania, lo que puso bajo sospecha la proyección brasileña internacional. El año pasado, Lula dijo que Wolodymyr Zelensky, presidente de Ucrania, es “tan responsable cuanto Putin” y que “él [Zelensky] quiso la guerra. Si no lo fuera, tendría negociado un poco más”. Ya este año reafirmó su opinión, diciendo que “sigo creyendo que, cuando uno no quiere, dos no pelean” y luego que Zelensky es “tan culpable cuanto Putin”.


Lula señala un movimiento geopolítico brasileño que busca un rol mediador en el conflicto de Rusia contra Ucrania al hacer un contrapeso al alineamiento del bloque occidental, encabezado por Estados Unidos y la Unión Europea. Todavía no es claro si el nuevo posicionamiento brasileño en oposición a este bloque sería en alianza a China –por sus inversiones en el mercado brasileño– o si Lula estaría aprovechándose de una tradición diplomática brasileña de posicionarse como mediadores de conflictos internacionales. Las declaraciones de Lula de hecho hacen referencia a esta segunda posibilidad, pues dijo en su viaje a Abu Dabi que “la construcción de la guerra fue más fácil de lo que será su salida, puesto que la decisión por la guerra se tomó por dos países. Ahora, lo que intentamos construir es un grupo de países que no se involucre con la guerra, que no la quiere, que desea construir la paz en el mundo, para que podamos hablar al tiempo con Rusia y Ucrania.”. La ausencia de claridad de si esta configuración de un nuevo grupo de mediadores contaría con China es una de las principales sospechas en contra este discurso de Lula.


La segunda sospecha que vacía la proyección geopolítica brasileña está en la finalidad actual de una revitalización de los BRICS –grupo de potencias emergentes compuesto por Brasil, Rusia, India, China y África del Sur–.Inicialmente, el grupo era una denominación más [así como los Tigres Asiáticos] de las economías emergentes. En los años dos mil, el grupo se convirtió en una plataforma de cooperación intergubernamental con sus cumbres y, eventualmente, con la formulación e implementación de su propio banco, el banco de los BRICS, actualmente con presidencia brasileña. Hay un proyecto de revitalización y expansión de este bloque que, en la actual coyuntura, fortalecería, o a lo menos oficializaría, el apoyo a una Rusia en guerra y plena oposición al bloque europeo-occidental. Que Brasil apoye ahora este proyecto es un impulso más que arroja una sombra de incertidumbre sobre la imagen brasileña en las relaciones internacionales.


En este enredo de Brasil y China se abre una ventana de oportunidad para Colombia, algo que solo se puede aprovechar con el uso hábil del tiempo y con un manejo propio y conciso de la política externa y posicionamiento colombiano. Gustavo Petro y el Canciller Leyva pueden aprovecharse de este vacío generado por un posicionamiento polémico brasileño que, aunque pueda ser una estrategia de negociación, generó en este primer momento un vacío geopolítico. Presentando a Colombia como una alternativa más segura de mediación y cooperación para el bloque occidental de EE.UU. y la Unión Europea, el gobierno Petro puede lograr una proyección de liderazgo internacional que pondría Colombia como una de las potencias regionales más fuertes de América Latina frente al occidente.

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