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El cooperativismo: la opción olvidada de la economía

Por: Germán Valencia  Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia 

Este sábado 3 de julio coincidieron en Colombia las celebraciones del día de los economistas y el día del cooperativismo. El primero es un día fijo para nuestro país; el segundo cambia, se conmemora todos los años el primer sábado de julio –así lo estableció la ONU desde 1995–.

Para algunas personas, esta doble celebración es una redundancia, pues conciben a la economía como aquella ciencia social que trabaja por la construcción del bienestar social, el mejoramiento de la calidad de vida y el logro de un mundo mejor para todas las personas. Idea que armoniza plenamente con los valores de la ideología cooperativa.


Sin embargo, la realidad es que la economía se ha dedicado a estudiar históricamente una cosa muy distinta. Su interés se ha dirigido, casi por completo, a investigar y defender tanto al mercado como al Estado como formas idóneas para responder a la pregunta de cómo conseguir todos aquellos bienes y servicios necesarios para la vida.


Durante 250 años –entre los siglo XVI y mediados del XVIII– los primeros estudiosos de la economía se caracterizaron por defender al Estado como el mejor mecanismo para conseguir riqueza y dirigir la economía. Esta visión tuvo como resultado la configuración del Estado absolutista.


Y debido a las consecuencias que trajo –como el excesivo uso de la cohesión física, el gasto exagerado de nobleza y el incremento desproporcionado de impuestos y tributos– el modelo estatal sufrió muchas críticas y, con ellas, el aparecimiento del liberalismo económico.

Fue a partir de 1776, con la obra la Riqueza de las Naciones de Adam Smith, que se comenzó a generar una defensa a ultranza del mercado. La empresa, los empresarios y el sector privado fueron adulados y defendidos por el liberalismo económico.


Con esto, se creó una ciencia encargada de defender o bien al mercado, o bien a la intervención del Estado como opción para el buen funcionamiento del sistema económico. Son quinientos años de historia donde especialistas en economía han trabajado una u otra opción, olvidando el estudio del cooperativismo como la tercera opción.


La economía social y solidaria propone una alternativa que va más allá del mundo financiero: cobija a todos aquellos sectores que se requieren para el buen vivir, tales como la educación, los servicios públicos domiciliarios o la producción de bienes.


Como movimiento, el cooperativismo nació hace casi doscientos años en Inglaterra como forma de resistencia al modelo económico y político imperante, cuando en medio de los problemas de empleo que estaba generando la naciente industrialización sirvió para proteger a las personas desempleadas y desechadas por el mercado.


El cooperativismo sirvió en aquel entonces para proteger a la gente contra la pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades. Fue la mejor opción para defender los valores de la ayuda mutua, la solidaridad y la justicia redistributiva. Y sirvió para que la naciente sociedad civil se responsabilizara a sí misma de su condición desfavorable ante un Estado y un mercado que la rechazaba.


Por estas razones, en 1995, en el mundo, ante los problemas que trajo el neoliberalismo, de nuevo se recordó el potencial que tiene esta doctrina para hacerle frente a las necesidades económicas y sociales de las comunidades. A través del Manifiesto de la Identidad Cooperativa se defendieron las bondades que ofrece la economía social y solidaria a través de una propiedad común y democráticamente controlada.


Circunstancias que hoy se mantienen. La sociedad está pasando por una situación extrema de pobreza, desempleo y falta de opciones para conseguir lo necesario para vivir. Los ciudadanos y las ciudadanas no tienen dinero para recurrir al mercado, y el Estado no quiere otorgarles una renta básica.


De allí que la invitación a la economía y a sus especialistas sea la de explorar y defender al cooperativismo. Esta doctrina ofrece valores como responsabilidad, igualdad, fraternidad y autoayuda, además de los de justicia, bien común, confianza, responsabilidad política y principios de organización económica: principios que sin duda ayudaría mucho en momentos de crisis como estos que atravesamos.

En síntesis, el cooperativismo es una opción real que utilizan las personas, las comunidades y los territorios de todo el mundo como forma de organizarse para hacerle frente a las desavenencias del mercado y el desinterés del Estado. Una opción que hoy utilizan más de mil doscientos millones de personas de todo el globo y que sirve para resolver sus problemas colectivos.


Un modelo económico social y solidario que bien puede ser una apuesta para la inclusión de sectores marginados, para la distribución de ingresos y para la creación de trabajo decente y la generación de ingresos. El llamado es a considerar al cooperativismo como opción real para solucionar problemas. Una solicitud que es sencillamente un acto de sensatez.


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