Por: Lizeth Serrato Contreras
El conversatorio “comunidades energéticas: una mirada hacia el futuro” fue el escenario propicio para entender como los procesos se construyen desde los territorios y de la mano con las poblaciones en ambientes de confianza y gobernanza, pero también nos llevó a entender cómo, de acuerdo a las realidades, el motor o el “corazón” de las iniciativas, como bien lo llamó Nashry Zahgui moderador del espacio, varían incluso dentro de una misma zona.
Zé Carlos Lugo de la comunidad de pescadores de Don Jaca, Antonio Fernández de Casa Matiz en Aracataca, Marco Polo Nempeque de la comunidad de Sumapaz, Dugunawin Torres del resguardo Gwimake, Florcilena Balanta de la comunidad energética Torres del Valle del Cauca y Zairybeth Velásquez de la comunidad Tekia Wayuu, fueron los líderes encargados de dar voz a sus comunidades y, además, fueron las personas que compartieron en este espacio el corazón de sus procesos y la principal motivación para trabajar a diario y continuar gestionando avances en su camino hacia la Transición energética. La mar, el macondo, la vida, la Sierra Nevada, los jóvenes y el territorio fueron, respectivamente, la palabra que recogía el sentir de cada comunidad.
Una vez comprendido el impulso que mueve a los territorios se planteó un interrogante en el marco de toda la gestión que se hace para lograr ser comunidad energética y transitar de una fuente convencional a una basada en energías limpias, y fue precisamente ¿energía para qué?
Una de las respuestas, dada por Florcilena, hizo referencia al trabajo que ella, en conjunto con su comunidad, ha adelantado con los jóvenes en Jamundí, donde le apuntan a que estas nuevas generaciones despierten un interés en los nuevos discursos de sostenibilidad y transición energética; y justamente en este propósito es en el que se piensa la energía como una fuente que abastezca el lugar físico en donde se reúnen para trabajar en torno a sus iniciativas.
Otras de las respuestas en donde se puede encontrar un punto en común es la de la comunidad Tekia Wayuu y la comunidad Arhuaca quiénes ven la energía como una oportunidad de potenciar su cultura, su ancestralidad y permitir que éstas perduren. Puntualmente Dugunawin Torres menciona que el aprovechamiento de esta energía renovable beneficiaría directamente a sus proyectos de turismo que, a su vez, impactaría positivamente en la economía local.
Sin duda, la conservación del componente cultural y ambiental fueron el común denominador en las intervenciones, ya que, comunidades como Casa Matiz y Don Jaca buscan, por medio del acceso a la energía, potenciar no solo la vena social de sus comunidades sino también priorizar el cuidado y protección del entorno natural.
Es importante que los diálogos sobre Transición Energética Justa se hagan también de la mano con las comunidades, ya que estas poseen no solo dinámicas diferentes entre sí, sino saberes y percepciones que se tejen para el futuro de las energías en sus comunidades y del país en general. Es imperativo que la TEJ se construya también desde el corazón de los territorios.
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